lunes, 31 de diciembre de 2012

El hobbit: un viaje inesperado. Una valoración.


El 14 de diciembre El hobbit: un viaje inesperado invadía las pantallas del mundo entero. Por unos días, el planeta Tierra se transformaba en la Tierra Media. El primer termómetro –la taquilla–, se ha mantenido dentro de las expectativas. El primer fin de semana lograba 84,6 millones de dólares Estados Unidos y Canadá, estableciendo un nuevo récord de apertura en diciembre (cerca del 60% del total de taquilla). De igual modo, en España superaba los 6 millones de euros de ingresos en sus tres primeros días en cartel (también el 60% del total de taquilla). A nivel mundial, alcanzó los 445 millones de dólares en el fin de semana de estreno (a fecha de hoy supera los 686 millones de dólares).
Bilbo Bolsón (Martien Freeman) corre en busca de laaventura
Las críticas, valoraciones y comentarios han corrido como la pólvora a través de Internet. Pronto se ha comprobado que existía unanimidad sobre un punto: la nueva incursión de Peter Jackson en la historia del Anillo no parece estar a la altura de su anterior aventura. A partir de ahí, existe una amplia diferencia de opiniones sobre el grado de conformidad o disconformidad, de entusiasmo o de rechazo. En concreto, las opiniones de la crítica y del público marcan cierto contraste. Mientras que la mayoría de críticos incidían en los puntos negativos, el público parecía sumarse casi de modo incondicional a la valoración positiva. Es bastante reveladora a este respecto la comparativa entre crítica y público ofrecida por la conocida web Rotten Tomatoes, referida al caso norteamericano. Mientras los críticos puntuaron la película con un 6,5 sobre 10, mientras, el público le otorgaba un 4,2 sobre 5. En el caso de la web de fans The OneRing.net, también la valoración media alcanzaba los 4,5 sobre 5. De igual modo, las críticas de fans españoles recogidas en la Elfenomeno.com son mayoritariamente laudatorias. Finalmente, en Internet Movie Data Base (Imdb) figura con una puntuación de 8,4 sobre 10.
La adaptación de El hobbit que nos ofrece Peter Jackson arroja, por supuesto, luces y sombras. A este respecto, conviene tener en cuenta que El hobbit se ha estrenado en un contexto diferente al de El Señor de los Anillos (ESDLA), marcado por la combinación de dos aspectos psicológicos en el espectador. En primer lugar, la ausencia del “factor sorpresa”, que puede provocar un cierta sensación de deja vu. Si el público descubrió un nuevo y espectacular modo de hacer cine en la primera saga del Anillo, es muy difícil que volver a sorprenderlo con una historia y una puesta en escena cien por cien novedosa. En segundo lugar, y en relación con lo anterior, todo el mundo ha ido a ver El hobbit con unas expectativas excepcionalmente altas, dada la buena acogida de anterior trilogía del Anillo. Sin embargo, y como ha quedado subrayado anteriormente, las aventuras de Bilbo Bolsón camino de la Montaña Solitaria no puede compararse en escala épica con la misión de Frodo y su viaje al Monte del Destino.
Gandalf (Ian McKellen) conversa con Radagast (Syvester McCoy)
Desde mi punto de vista, debe reconocerse el esfuerzo de Jackson y sus colaboradores por intentar una adaptación que conjugara el respeto por la obra original con la necesidad de establecer un nexo de continuidad con la anterior trilogía del Anillo. Tal y como se ha comentado más arriba, Peter Jackson, Fran Walsh y Phillipa Boyens quisieron “reescribir” El hobbit para hacerlo más acorde con ESDLA. Ciertamente, la obra original, con su estilo de cuento infantil, tiene su encanto; sin embargo, no posee los suficientes ingredientes como para transformarse en relato épico similar a la gesta de Frodo. Dicho en otros términos, El hobbit literario posee algunos “defectos” que Jackson y su equipo de colaboradores han intentado subsanar. Y al hacerlo, no han hecho más que llevar a cabo algo que al propio Tolkien le hubiera gustado hacer. En efecto, en una carta a un crítico literario, el escritor británico se expresaba en estos términos: “Cuando publiqué El hobbit –apresuradamente y sin la debida consideración– estaba todavía bajo la influencia de la convención de que los cuentos de hadas estaban naturalmente dirigidos a los niños (…). [Esto] tuvo algunos efectos desafortunados sobre el modo de expresión y el método narrativo que, si no me hubiera apresurado, habría corregido (…). El hobbit comienza de un modo que podría llamarse ‘caprichoso’ y avanza de manera gradual a un tono más serio y significativo, más coherente e histórico. Pero, de cualquier modo, lamento gran parte de la obra…”.
En mi opinión, la mayoría de las decisiones sobre el tono de la adaptación cinematográfica –al menos los que se aprecian en esta primera parte– son un acierto. En la estructura del relato, Jackson y las guionistas han intentado reproducir las líneas maestras de ESDLA: un grandioso prólogo que sitúa bien al espectador en los límites espaciales e históricos de esta época de la Tierra Media; un héroe forzoso que se embarca en una aventura; la formación de una compañía singular; un futuro rey destinado a recuperar su reino; un poder oscuro con forma de dragón y de nigromante… La historia se centra en Bilbo como el ser ordinario llamado a la aventura, pero el componente épico pivota sobre la personalidad y misión de Thorin Escudo de Roble (recuperar su hogar). Tanto Martin Freeman (Bilbo) como Richard Armitage (Thorin) encarnan a sus personajes con gran naturalidad: Bilbo, vacilante y torpe, descubre en su interior una valentía que el mismo ignoraba; Thorin posee una mirada noble y orgullosa, propia de un rey guerrero. La trama mantiene el tono jocoso de la obra literaria –asociado al carácter de los enanos–, aunque se combina con momentos de mayor dramatismo, como el enfrentamiento final entre Azog y Thorin.
Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) lidera al grupo de enanos
            ¿Cuáles son los puntos más criticables? Como muchos han puesto de manifiesto, la historia de El hobbit difícilmente puede desglosarse en tres películas sin sufrir la sensación de un forzoso y artificial estiramiento. Se entiende que en este punto hayan prevalecido los criterios económicos y comerciales sobre los estrictamente cinematográficos. Difícilmente se puede acometer una inversión de esta naturaleza (540 millones de euros) sin la oportunidad de recuperar los costes a lo largo de tres entregas. La clave aquí está en cómo lograr el equilibrio. Es loable la inclusión de tramas extraídas de los Apéndices de ESDLA o de El Silmarillion –como el Concilio Blanco o El Bosque Verde–, pero las piezas no acaban de encajar bien, ni están a la altura de secuencias paralelas del ESDLA, como el Concilio de Elrond o Fangorn. Lo mismo sucede con el ataque de los huargos (menos logrado que el de Las dos Torres) o la huida de la Ciudad de los Trasgos (muy por debajo de la secuencia de Moria en La Comunidad del Anillo). De igual modo, la singularización de las personalidades de los trece enanos –a semejanza de la Compañía del Anillo– es un punto a favor, aunque en esta primera entrega no acaba de funcionar (apenas intervienen la mitad de ellos). En resumen, y como ponía de manifiesto un crítico norteamericano parafraseando a Bilbo Bolsón, la adaptación cinematográfica de El hobbit puede dar la sensación de “poca mantequilla para tanto pan”.
            Quizá haya que ponderar o acentuar algunos de estos comentarios a raíz del estreno de las dos siguientes partes (El hobbit: la desolación de Smaug y El hobbit: partida y regreso) previstas para las Navidades de 2013 y 2014. Entre tanto, seguiremos pendientes de las aventuras del hobbit saqueador y sus trece compañeros, camino de la Montaña Solitaria.


© Alejandro Pardo, 2012. Quedan reservados todos los derechos. Puede reproducirse el contenido de este blog con permiso del autor.

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