viernes, 29 de noviembre de 2013

La sombra de Netflix es alargada

            Desde que el pasado mes de abril Reed Hastings, CEO de Netflix publicara su manifiesto, la compañía que dirige no ha dejado de crecer, hasta el punto de convertirse en una de las “empresa de moda” en Hollywood (y en el mundo entero). De hecho, no han faltado quienes la han bautizado como “la nueva HBO”, aunque las comparaciones suelen ser odiosas y no del todo exactas.

Fuente: Variety

              A fecha de hoy, este “videoclub online” posee unos 30 millones de suscriptores en Estados Unidos y cerca de 8 millones en los países donde ha comenzado a operar (América del Norte y del Sur, Oceanía y parte de Europa). En abril de este año logró superar a la HBO por primera vez en número de suscriptores estadounidenses (29,1 millones frente a 28,7), lo que marcó un hito y una declaración de intenciones. En la última edición de los premios Emmy, Netflix fue uno de os grandes contendientes gracias a House of Cards, aunque de las 14 nominaciones solo cristalizó la de mejor director de serie dramática (David Fincher, por House of Cards).

           El pasado mes de septiembre, según un estudio, Netflix copó el 31,6% de todo el tráfico streaming de Estados Unidos durante el horario de prime time, muy por delante de YouTube (18,6%), de Amazon (1,6%) o de Hulu (1,3%).

            No es de extrañar que en los últimos meses Netflix haya sido un valor al alza en bolsa. A los datos anteriores se suman algunos acuerdos como el firmado con Virgin Media en el Reino Unido el pasado mes de septiembre, que disparó el valor de las acciones a 300 dólares y desde entonces no ha bajado de ese listón.

Netflix vs. HBO

           En un interesante artículo de Variety, Todd Spangler analiza las semejanzas y diferencias entre Netflix y HBO. Si bien es cierto que ambas compañías basan su estrategia en adquirir un buen catálogo de títulos y en invertir en contenido original, sus modelos de negocio –de momento– difieren notablemente (ver tabla adjunta).

Fuente: Elaboración propia sobre Variety

            Señala Spangler que mientras HBO ha adoptado el modelo de negocio de los estudios de Hollywood (convirtiéndose en un mini-estudio ella misma), es decir, invirtiendo en producción propia, Netflix sigue siendo de momento más un programador-distribuidor que un productor propiamente dicho. En efecto, la cadena de TV de pago produce el 95% de sus contenidos con un desembolso anual de 1.000 millones de dólares, que recupera gracias a sus 114 millones de suscriptores (repartidos en 65 países) y a la venta de DVDs. El videoclub online, en cambio, sigue un modelo de adquisición de derechos para distribución-emisión y venta de licencias de sus contenidos originales. De momento, solo el 5% del total de contenidos que ofrece Netflix es de producción propia –para los que invierte cerca de 150 millones de dólares–, aunque prevé alcanzar el 10% o 15% en los próximos años.

            A esto se añade el tamaño y veteranía de ambas empresas. Mientras HBO posee el perfil de una empresa consolidada y dominante en el sector de los contenidos de pago (incumbent firm), con más de 40 años de experiencia, Netflix sigue siendo considerado un nuevo jugador (start-up). En 2012 declaraba un beneficio de 1.500 millones de dólares sobre unos ingresos de 4.500 millones. Netflix, en cambio, revelaba unas ganancias de 17 millones de dólares, sobre unos ingresos de 3.600 millones (de los que 1.100 correspondían al negocio analógico –envío postal de DVDs).

            Por último, aunque Netflix resulta una oferta más atractiva para el bolsillo del consumidor (cuota de 8 dólares al mes, con visionado en streaming ilimitado) frente a los 10-15 dólares de la suscripción mensual a HBO, la cadena de TV de pago carece de otros costes tradicionalmente asociados al modelo de distribución directa al consumidor (como por ejemplo los call centers). En el caso de HBO, la mayoría de suscriptores siguen siendo de cable, y la atención al cliente depende de cada distribuidor o plataforma.

Contenidos propios y ajenos de calidad

            Sea como fuere, y mal que le pese a HBO, parece claro que Netflix se está convirtiendo en una mímesis de la cadena de pago, a la que ya ha comenzado a ensombrecer. Para empezar, sigue fortaleciendo el activo de su catálogo, incorporando sellos de éxito. En diciembre del año pasado firmaba un acuerdo con Disney (incluyendo Pixar y Marvel), ampliado recientemente para las desarrollar varias franquicias del estudio de Stan Lee. En concreto, a partir de 2015, Netflix dispondrá en exclusiva de cuatro series de Marvel TV (Daredevil, Jessica Jones, Iron Fist y Luke Cage), así como la miniserie final The Defenders.

            A estos acuerdos se han sumado el firmado con The Weinstein Company el pasado mes de agosto, para hacerse con los derechos en exclusiva en internet de todos los estrenos cinematográficos de esta productora-distribuidora a partir de 2016, incluyendo The Artist y documentales de prestigio como Undefeated.

            En cuanto a las producciones propias, Netflix cuenta de momento con seis series –House of Cards, Hemlock Grove, el revival de Arrested Development, Orange is the New Black, Derek y la segunda temporada Lillyhammer–, y pronto sumará documentales y comedias de situación.

Expansión internacional

            La conquista de nuevos territorios es la otra gran estrategia de desarrollo. De momento, Netflix se halla presente en 41 países de todo el mundo. Allí donde llega, se convierte en un fenómeno sin precedentes. En el caso del Reino Unido, por ejemplo, en menos de veinte meses alcanzó la cifra de 1,5 millones de suscriptores.

Fuente: Thomas James (Variety)

            En esta dinámica de expansión, el talón de Aquiles sigue siendo Europa, donde, aparte de la piratería, existe una diferente consideración de la propiedad intelectual y de la duración de las ventanas. Después del intento fallido de España –reanunciado para finales de este año pero pospuesto sine die–, la empresa de Hastings ha decidido intentarlo primero en Francia, aunque tendrá que vencer una férrea resistenciaDe momento, representantes de la compañía han viajado a Parías para negociar directamente con el gobiernode Hollande, y próximamente lo harán con su homólogo alemán. En cualquier caso, el pulso parece casi vencido, ante la proliferación de trucos y by-passes para poder ver Netflix en aquellos territorios donde todavía no está oficialmente presente.

Un mercado al alza

            De momento, el mercado del vídeo bajo demanda sigue al alza. Según algunos analistas, se espera que el visionado por internet (streaming) alcance las 13.000 millones de horas durante este año 2013, y llegue al doble en 2018. En esta ventana emergente, Netflix conservará de momento el liderazgo, con un pronóstico de 40 millones de suscriptores en 2015. Muy probable sus rivales más directos (Amazon, Redbox Instant, Intel, Google, Hulu, TV Everywhere, aparte de HBO) pondrán en marcha estrategias para no perder el tren de la competencia en este mercado –el doméstico (home entertainment)– que será el principal para el consumo de películas y series de televisión.

Actualizado a 7/12/13

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lunes, 11 de noviembre de 2013

¿Es caro el cine en España? (y II)

            Retomamos el debate sobre el precio de las entradas de cine en nuestro país, tras la buena acogida de la última edición de la Fiesta del Cine. Hace escasas semanas, El País publicaba una interesantísima entrevista a varias bandas con representantes del sector cinematográfico y del público. En concreto, Juan Ramón Gómez Fabra, presidente de Federación de Cines de España (FECE); Enrique González Macho, distribuidor-exhibidor y presidente de la Academia de Cine; Susana de la Sierra, directora del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA); Adolfo Blanco, consejero delegado de la distribuidora A Contracorriente Films; Fabia Buenaventura, directora general de la Federación de Asociaciones de Productores (FAPAE), y Marién Kadner, una joven espectadora que participó en el evento.

Fuente: El País (Ávaro García)

            Los argumentos esgrimidos por unos y otros arrojan bastante consenso. Me permito resumirlos en 5 grandes propuestas.

1) El cine como la principal y más exquisita experiencia audiovisual

            La enorme afluencia de público en esta convocatoria (1,5 millones de espectadores en apenas 3 días) lanza un nítido mensaje a los cuatro vientos, que sintetiza Fabia Buenaventura:  “El público ha hablado claro: nos gusta ver películas en pantalla grande y queremos rebaja de precios”. En esta misma línea se expresaba Daniel Sánchez Arévalo (director de La gran familia española, que durante la Fiesta del Cine tuvo un 557% más de espectadores) en un artículo publicado también en El País: “No hay menos demanda de películas, solo cambios en los hábitos de consumo. El cine sigue siendo el arte más popular y edificante para la gran mayoría. Iniciativas como la Fiesta del Cine así lo demuestran. Hay ansias de ver cine, de consumir películas EN EL CINE. Y cosas así nos tienen que hacer reaccionar y abrir los ojos. Es algo que tenemos que atender”. Y Enrique González Macho remata: “Me atrevo a decir que habría gente que por primera vez entraba en una sala, y espero que la experiencia les haya descubierto que el cine visto en una sala llena es una emoción muy distinta. (…) Somos conscientes de que esos 2,9 euros por entrada es un gesto al público, no una operación económica. Ese precio es inviable, pero es cierto: hay deseo de ver cine”.

            El público joven español ha dado muestras de preferir el disfrute de una película en las mejores condiciones posibles, viviendo la experiencia “inmersiva” y sensorial que ofrecen hoy día las salas de cine. En este sentido, algunos expertos inciden en que la ventana cinematográfica nunca desaparecerá. Eso sí: quedará reducida a películas más espectaculares (Avatar o El hobbit), o singularmente diseñadas para la gran pantalla (Gravity).

Fuente: El País (Carlos Rosillo)

            Junto a ello, resulta de capital importancia una mayor inversión en marketing, como añade Adolfo Blanco: “Tenemos que hacer deberes para que estas películas evento se repitan más: buen boca oreja, gran promoción (…). Nos cuesta mucho lanzar las películas. Publicitar una película en España es más caro que en el resto del mundo. Lo mismo las televisiones públicas deben promocionar más las películas en cartelera, y no solo las producidas por ellos. Es crear afición en la población, que para eso es una cadena pública, como se hace en Italia…”.

2) Revisar los acuerdos entre los distribuidores y los exhibidores

            “Es hora de que exhibidores y distribuidores se pongan de acuerdo de manera conjunta y bajen los precios de las entradas de cine, y lo acompañen de una campaña contundente para recuperar la confianza que otros han aniquilado –sigue afirmando Sánchez Arévalo–. Y así conseguir que la Fiesta del Cine no solo sea tres días al año, sino 365. Trescientos sesenta y seis si es bisiesto (…) Ya sé que estamos en plena crisis”. Y añade: “Dentro de esta situación, los distribuidores y los exhibidores son unos valientes por tratar de soportar sobre sus hombros el peso de un mercado desmembrado y ruinoso”. Lo mismo apunta Fabia Buenaventura: “Hay que realizar un esfuerzo de ajustes de precios bien comunicado, y reducir el IVA, que de una atacada bajaría un euro el precio. (…) Es el momento de entender que tal y como está la situación económica de las familias en España hay que hacer cambios sin por ello hundir la cadena industrial: producción, distribución (que recibe cerca del 43% del precio de una entrada) y exhibición (que se lleva el 33% restante, descontados impuestos)”.

            La solución parece sencilla, pero no lo es. Así lo explica Juan Ramón Gómez Fabra: “Para una bajada real de precios hay que pensar en nosotros los exhibidores, en la alta fiscalidad, pero también en los distribuidores, que se llevan casi la mitad de lo recaudado por entrada. Ese parámetro no ha cambiado cuando sí lo ha hecho el ritmo de consumo: antes una película estaba en cartel cuatro meses. Ahora importa el primer fin de semana, las películas se lanzan con 500, 600 copias, los propios exhibidores las ponemos en cuatro pantallas de un complejo. Damos respuesta a ese ansia, y a la semana siguiente los otros estrenos empujan a esos filmes a segundo plano. Otro gran cambio es que antes el cine era una salida de ocio habitual. Ya no existe ese hábito. Ahora es un evento, y solo si logras que tu película sea un evento triunfas en taquilla. Otro detalle: si lográramos parar la piratería, es posible que los distribuidores ganaran más con los otros mercados (DVD, visionado on demand, televisiones) con lo que no apretarían tanto su porcentaje en la entrada de las salas”.

Fuente: Fotogramas

            Por su parte, Enrique González Macho detalla: “De una entrada el 24% se va en impuestos y ahí no rascamos. Del resto la mitad, muy aproximadamente, se queda en el cine y la otra mitad la distribuidora. En los cines tenemos que pagar empleados, impuestos, electricidad, las instalaciones, aislamientos térmicos y acústicos… Y pagas lo mismo vayan 10 personas o 1.000”. Y concluye: “Una bajada que hiciéramos los dueños de los cines de 15%, que puede sonar grande, no repercute más que en algo más de un euro”. Y Josetxo Moreno, de los cines Golem añade: “En España, los exhibidores tenemos el porcentaje de taquilla más bajo de Europa  (8 puntos por debajo del Reino Unido, 6 menos que Alemania y 5 por debajo de Francia). A esto se une que pagamos mayores tarifas que ellos por consumo eléctrico”.

            Por otro lado, como añade Gómez Fabra “En España la media de ocupación es de un 12%, bajísima [venden 12 entradas de cada 100 posibles]. Solo logras movimiento en tres sesiones fuertes en toda la semana: ya no hay negocio en las noches laborales. Y las distribuidoras fuertes, las majors, te piden un dinero fijo por entrada, no dejan negociar”. En efecto, en España las majors de Hollywood actúan en situación de seudomonopolio y mantienen los porcentajes de taquilla más altos de toda Europa. ¿Cómo hemos llegado a esta situación. “Por culpa nuestra –reconoce el representante de FECE–. Cuando hay tantas salas compitiendo, quieres ese taquillazo a toda costa”. Lo cierto es que, como apunta González Macho, “no puedes prescindir de las películas de las cinco majors, porque suponen el 80% del mercado. (…). No soy antiamericano, pero con los años en el cine he aprendido que o trabajas con ellos o trabajas para ellos. Contra las majors no haces nada”.

3) Redimensionar el mercado

            Con todo, la solución no pasa solo por reajustar los acuerdos porcentuales que ligan a los exhibidores y a los distribuidores, sino también por redimensionar el mercado. Así lo asegura el actual presidente de la Academia de Cine: “Hay más problemas: se siguen estrenando unas 550 películas al año en España, y unas 20 concentran el 90% de la taquilla. Tenemos además un parque de salas sobredimensionado. Lo normal sería una pantalla por 25.000 habitantes. Aquí estamos en una sala por 14.000 habitantes, encima mal repartidas: en muchas capitales de provincia no hay ni una. Porque se creció pensando solo en que todos los centros comerciales tuvieran salas. Eso sí, como hemos sido los últimos en la carísima reconversión tecnológica al digital, tenemos las más modernas”.

4) Continuar el impulso de nuevas medidas promocionales

            Desde hace ya unos años, los exhibidores han puesto en marcha medidas para incentivar la afluencia del público a las salas. Es un esfuerzo loable, y qued debe continuar. Adolfo Blanco lo tiene claro:  “Ajustemos el precio a la demanda. Como distribuidor a veces querría dar algunas de mis películas a menor precio, para sensibilizar y educar al público, o que las entradas fueran más baratas según pasen las semanas de esa película en cartel. Dinamicemos como en Francia los pasaportes, que por un fijo —no sé, 300 euros— puedas ver las películas que quieras todo un año: sería un gran regalo de Navidades. Precio reducido desde el domingo por la noche para todos los días laborales. Y pensemos en acciones radicales para cuando, por ejemplo, llegue el Mundial de Fútbol. ¿Una Fiesta del Cine de 15 días?”. Y Enrique González Macho apostilla: “Sí pido al público que busque salas con buenos precios: en Madrid se pueden ver películas de estreno a 5,50 euros, y por aún menos si posees una tarjeta de fidelización. Se impone un gesto universal —sin llegar a acuerdos, que están prohibidos por el Tribunal de la Competencia— de bajada de precios”.

Fuente: ABC Sevilla

            Entre las medidas de incentivo al espectador en estudio se encuentran, por ejemplo, celebrar la Fiesta del Cine varias veces al año, aprovechando su tirón popular; aplicar la discriminación de precios, es decir, establecer diferentes precios de entrada según las películas (en virtud de su presupuesto, formato, gasto en promoción, etcétera); recuperar el día (o los días) del espectador con entradas más baratas; fomentar los abonos por número de películas o periodo de tiempo; u ofrecer precios especiales para familias que acudan a ver películas infantiles.

5) Reeducar al público en favor de la cultura y de la propiedad intelectual

            Todo lo anterior es factible, si los representantes de la cadena de valor del producto cinematográfico (productores, distribuidores, exhibidores) logran un consenso. Sin embargo, más difícil parece esta última propuesta, que tiene que ver con la reeducación del espectador (y, en especial, del público joven).

            Quizá la opinión de Marién Kadner, una de los muchos jóvenes que acudieron a la Fiesta del Cine, resulte representativa de un espectro más o menos amplio de su generación: “Como estudiante el cine me parece caro y eso que no compro palomitas o bebidas y otros consumibles. A mí me encanta ir al cine, y verlo en una gran pantalla, al igual que mis amigos. Lo mismo somos unos románticos. Porque entre ver una película a cuatro euros en una sala o verla pirata, pago. Pero sigo sin entender por qué no se puede bajar a ese precio las entradas”. Y añade: “La cultura me parece cara, aunque soy sensible a que haya que pagarla”.


            “Es innegable que el espectador es sensible al precio –responde Gómez Fabra en nombre de los exhibidores–, pero el precio puede verse de dos maneras: de la percepción que tenemos de él y de su valor real. La gente piensa que las entradas son caras, aunque en realidad es el precio neto más barato de Europa. El aumento del IVA fue la patada final cuando estás al borde del precipicio”. Para la directora del ICAA, Susana de la Sierra, “el precio es importante, pero no el único factor. Estoy de acuerdo con que la subida del IVA ha tenido su impacto, pero ha sido más psicológico que real, porque la percepción de que el cine era caro ya existía, y aumentó. Y además de apelar y comunicar las ofertas, debemos explicar a la gente por qué una entrada cuesta lo que cuesta. Una película tiene grandes costes. El abandono de las salas no solo se debe al precio. No restaría importancia a la piratería, porque si tienes gratis un producto te olvidas de la experiencia estética de ver una película en sala. Para cada generación hay razones distintas de la huida: el público infantil ha dejado de ir porque consume más audiovisual en casa, los padres jóvenes necesitan pagar canguros…”. Y Gómez Fabra corrobora: “Han cambiado los hábitos del consumo, pero curiosamente la gente con televisores inmensos ven películas pirateadas con rayas y problemas de sonido. Es un problema educacional, hemos perdido de vista los valores de calidad. Y ni hablo de la piratería”.

            En mi opinión, aquí yace un déficit cultural que debemos subsanar: la concienciación de los jóvenes respecto de la piratería y del aprecio por la propiedad intelectual. A muchos les parecerá una batalla perdida, pero todo es cuestión de constancia y buena argumentación. Y para los escépticos, ahí tenemos el ejemplo del tabaco…

La vuelta a la (cruda) realidad

            No han faltado quienes han visto el éxito de la Fiesta del Cine como un espejismo. Tienen parte de razón, como apunta Enrique González Macho: “Ahora que volvemos al día a día, no hagamos demagogia: fue un hecho excepcional con un precio excepcional, con una afluencia inmensa de público como se da en los festivales de cine, que llenan salas en ciudades que el resto del año están vacías”. Algunos, como Adolfo Blanco, lanzan mensajes esperanzadores: “Yo soy optimista con el futuro del cine. Se consume más cine que nunca, pero el que se ve en sala vive un terremoto. En España está más amenazado que en ninguna parte del mundo porque sufrimos la tormenta perfecta, en la que se han juntado el IVA, la carísima digitalización de las salas, la piratería… Ahora bien, tenemos la obligación de aceptar el reto que nos han planteado los espectadores. No podemos dejar que se enfríe este momento: debemos aprovecharlo. No se puede esperar dos meses en un ‘a ver qué hacemos’”. Por su parte, Daniel Sánchez Arévalo advierte sobre el peligro de no reaccionar a tiempo: El cine es caro. Creo. No sé si es verdad. Ni siquiera sé si es lo que yo pienso. Pero para la gente el cine es caro. Y punto. Se está aniquilando la costumbre de ir al cine. Ha dejado de ser algo que se hace con asiduidad. Ir al cine hoy día es algo extraordinario. Circunstancia ante la que no estamos reaccionando. Y eso no puede ser”.

            Visto lo visto, coincido con la opinión de Borja Hermoso, que concluía así su columna en El País: “Hay muchos malos aquí. Incluso los cineastas incapaces de conectar con el público lo son. Y los ministros de zapatos a los que les da por hablar de paraguas. También lo somos un poco todos, consumidores en potencia o en actos, muy capaces de la queja e incapaces de reflexionar sobre los porqués, los dóndes, los cómos y los cuándos. Incapaces a menudo de discernir acerca de lo que merece la pena, incluido el acto de gastarse los cuartos. ¿Es caro el cine? Sí. Que reflexionen los que viven de él, ahora bastante mal, por cierto. Pero ese ‘sí’ es, como todo, relativo”.


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