lunes, 24 de marzo de 2014

Comcast-Time Warner Cable: estrategia obligada vs. mayor oligopolio

       A mediados del mes pasado saltó a la palestra informativa el acuerdo de fusión entre Comcast y Time Warner Cable (TWC). La pólvora que provocó el estallido mediático no era tanto el hecho de que TWC estuviera a la venta –otros pretendientes como Charter Communications habían mostrado su interés en adquirirla–, sino el hecho de que fuera la compañía líder en el sector del cable quien finalmente se hiciera con su inmediato competidor. Como no podía ser menos, saltaron todas las alarmas anti-oligopolio. De hecho, el acuerdo debe ser aún sancionado por los organismos reguladores competentes. No es casualidad que en estas semanas se hayan multiplicado las voces que esgrimen argumentos –más en contra que a favor– de esta operación. Este caso, como otros parecidos, ofrece un buena ocasión para reflexionar en torno a qué hay detrás de ciertas operaciones empresariales y cuáles son de sus consecuencias en el mercado, así como qué papel juegan los contenidos en estas metaformosis empresariales.


“Conglomerate Hollywood”

      En los últimos veinticinco años, la industria hollywoodiense se ha visto succionada por el torbellino que ha dado origen a estos grandes grupos de comunicación. Como explica el historiador Thomas Schatz, la década de los 90 vio nacer el llamado Conglomerate Hollywood (“Hollywood Corporativo”), o integración de las majors en la amalgama multimedia de estas nuevas macroestructuras empresariales, surgidas por el ímpetu arrollador de la digitalización y la globalización, gracias a los nuevos aires desreguladores del momento. Como resultado, han ido surgiendo estos nuevos gigantes mediáticos que recoge la tabla 1. Como se aprecia, son en su mayor parte norteamericanos, si bien es cierto que la globalización de la industria y de los mercados está llevando a la internacionalización de las compañías, tanto desde el punto de vista del origen de sus recursos como del alcance geográfico de sus operaciones. De tanto en tanto el tablero vuelve a agitarse con la agrupación/incorporación de jugadores, pero, en general, los jugadores de la primera liga siguen siendo los mismos.

Fuente: Mediadb, EAO y elaboración propia

       No está de más recordar que estas fusiones empresariales, posibles gracias a la revolución digital, se basan en la estrategia de aglutinar continentes (empresas de telecomunicaciones, operadores de cable, satélite y plataformas digitales) y contenidos (productoras y distribuidoras audiovisuales). El objetivo no es otro que obtener el mayor control posible sobre la cadena de valor del producto y sobre su explotación comercial, fomentando las posibles sinergias en ese proceso. En este contexto hay que situar el acuerdo entre Comcast y TWC.

Consolidación de una posición de dominio

            Resulta adecuado precisar que TWC (anteriormente llamada Warner Cable Communications) se había desprendido del grupo Time-Warner en 2009, y funcionaba como una empresa independiente, aunque mantuviera el mismo nombre. Es más, no incluía otros canales emblemáticos del grupo como la CNN o la HBO, que permanecían en la compañía matriz. A finales del año pasado, comenzaron los rumores de que TWC estaba a la venta. Aunque Charter  Communications había mostrado su interés en adquirirla en repetidas ocasiones, de modo sorpresivo se anunció el cierre del acuerdo con Comcast.

            Por su parte, Comcast es, a fecha de hoy, el primer grupo de comunicación a nivel mundial según el volumen de facturación. Asimismo ocupa el primer puesto entre los operadores de cable y proveedores de internet en Estados Unidos, y el tercero entre los operadores de telefonía de ese país. En los últimos años, esta compañía ha seguido una agresiva estrategia de compras y fusiones, que le ha llevado hasta esa posición de liderazgo indiscutible.

Fuente: Variety

            La fusión entre ambas compañías se ha realizado bajo la fórmula de intercambio de acciones por valor de 45,2 billones de dólares. Esta operación ha originado un importante terremoto en la industria del entretenimiento estadounidense, hasta el punto de hacer saltar todas las alarmas por el peligro inminente de un mayor oligopolio. La tabla 3 recoge el ranking de los operadores de cable en Estados Unidos en 2013, o –como son llamados ahora–, los multichannel video programming distributors (MVPD).

Fuente: National Cable & Telecommunications Association y Compañías
            Detrás de esta estrategia de Comcast se encuentra su deseo de posicionarse como el líder del sector, a la vez que se dispone a hacer frente no solo a sus más inmediatos competidores (los que figuran en esta tabla) sino a otros nuevos como Netflix, Hulu o Amazon Prime. “Nuestra compañía representa una intersección única entre medios y tecnología –afirma el presidente de Comcast, Brian Roberts–. La oportunidad de innovar en productos, servicios y experiencia del consumidor tanto en el hogar como en la empresa constituye nuestro principal motivación”. En efecto, mediante esta operación, el nuevo gigante será capaz de aportar plenamente la experiencia “TV Everywhere”, y las sinergias entre telefonía y televisión. Para empezar, Comcast aportará a los suscriptores de TWC una velocidad de conexión cinco veces superior a la que tienen ahora mismo.


            Ahora bien, ¿puede ser beneficioso la creación de un oligopolio semejante, donde una sola compañía acumulará casi el 30% del total de suscriptores, con presencia en 19 de los 20 circunscripciones o mercados televisivos de Estados Unidos?

La versión oficial

            En un alarde de buenas prácticas de comunicación corporativa, Comcast emitió un comunicado en su momento en el que se esfuerza por presentar los beneficios de esta fusión. Estos son sus principales puntos:
  • Comcast se desprenderá de algunos canales para no superar el 30% del mercado (número de suscriptores) y cumplir así con la regulación antimonopolio.
  • Esta operación no hace peligrar la competencia en ningún mercado relevante, ya que Comcast y TWC no compiten en los mismos mercados regionales del país. Esta ausencia de solapamiento horizontal asegura que la operación no perjudicará a la competencia ni reducirá la capacidad de elección de los consumidores.
  • Los beneficios para los suscriptores serán múltiples: aumento de la oferta de contenidos (más de 50 mil títulos a través de VOD, más 300 mil programas a través de Xfinity TV), mejores conexiones (velocidad banda ancha), mejores transacciones, mejores opciones publicitarias.
  • Aunque reconocen la existencia de cierta preocupación sobre la merma de competitividad en este mercado, piensan que las principales críticas provienen de sus inmediatos competidores. No siempre el mayor tamaño implica abuso de poder. En cualquier caso, están en manos de la Federal Communications Commission (FCC), organismo regulador que deberá aprobar la fusión.
            Así pues, el camino no está ni mucho menos expedito. Quizá por ello mismo la compañía que lidera Brian Roberts continúa haciendo un intenso lobbying en Washington –según el Centro de Políticas Responsables (Center for Responsive Politics), Comcast ha invertido 18,8 millones de dólares en esta actividad (y entra en el ranking de las diez empresas que más gastan para obtener beneficio político). Sin embargo, su labor de convencimiento no se reduce a la arena política.

Motivos para la preocupación

            Utilizando un eslogan que se hizo famoso en nuestro país –en otro ámbito de reclamaciones–, podríamos decir que “hay motivo” para entender el clamor de voces críticas. De hecho, ya hay circulando por Twitter el mensaje “Don’t  let #ComcastTWC  kill  Competition  and  Innovation”.

            A simple vista, desde luego, basta observar la tabla anterior o la siguiente para advertir que la situación de oligopolio es, cuanto menos preocupante. Si aplicáramos los índice de concentración más comunes a ojo de buen cubero, nos saldría un resultado elocuente. Por ejemplo, el Four Firm Concentration Ratio (CR4) mide el grado de concentración a partir de los porcentajes de mercado acumulados por las cuatro compañías líderes en un sector. Así, se entiende que existe una situación de monopolio si el ratio se acerca al 100%; y de oligopolio si supera el 40%. Si los porcentajes son menores al 40%, se habla de competencia perfecta. Como se ha visto, la fusión entre Comcast y TWC roza el 30% del mercado, y se llega al 40% con las cuatro primeras compañías. El otro baremo es el índice Herfindahl-Hirschman (HHI). En términos sencillos, HHI clasifica de 0 a 10.000 la situación de una determinada industria, siendo 0 el caso de que una industria concreta esté formada por multitud de pequeñas compañías de tamaño parecido, y 10.000 el caso de una industria formada por una sola compañía en total monopolio. A partir de aquí se establecen distintas escalas: Por encima de  2.500, se habla de “muy concentrado”; entre 1.500 y 2.500, “moderadamente concentrado”; y por debajo de 1.500, “poco concentrado”. En este contexto, se mide el impacto de las fusiones empresariales. Si una determinada operación hace que el índice HHI de un sector varíe entre 100 y 200 puntos, salta la alarma de los organismos reguladores. Según ha publicado algún analista, el HHI resultante de la fusión rozaría la figura de 2.500, una cifra que supondría un aumento de 500 o 600 puntos con respecto a la situación actual.

Tabla 4: Ranking proveedores de internet (banda ancha)
Fuente: Gigaom

            No es de extrañar, por tanto, el coro de voces críticas en contra de esta fusión, cuya compañía resultante actuará como gatekeeper (posición dominante) en el negocio de los alquileres de la red para servicios de banda ancha. Según un informe de la firma Moffett Nathanson Research, “con esta nueva fusión los programadores se verán en la obligación de llegar a acuerdos de alquiler o de uso de la red con Comcast-TWC, de modo que esta compañía tendrá un control casi unilateral sobre lo que llegará o no al público norteamericano”. Y un abogado de una asociación defensora de los derechos de los consumidores añade: “La compañía resultante será como el matón en el patio del colegio, capaz de dictar los términos a los creadores de contenidos, a las compañías de internet, a otras redes de comunicaciones que debe interconectarse con ella, y a los distribuidores que deben acceder a su contenido”. En términos semejantes se expresa el presidente de la asociación Free Press: “Comcast tendrá el poder de mercado sin precedentes sobre los consumidores y una capacidad sin precedentes para ejercer su influencia sobre los canales o empresas que desean llegar a los clientes de Comcast”. E incluso la Writers Guild of America (WGA) se ha sumado al coro de opositores.

            De momento, pocas voces a favor han intervenido en los medios –fuera de los representantes de la propia Comcast–. Entre ellas figura la de Chad  E.  Gutstein, antiguo director de Ovation, un canal sobre arte independiente distribuido por Comcast, autor de un artículo de Variety (quién sabe si animado por el gigante de la comunicación). Básicamente, recoge los argumentos a favor que explica el comunicado oficial de Comcast, si bien termina lanzando una serie de preguntas que invitan a la reflexión:Al final, esta fusión trata sobre la capacidad elegir entre distintas opciones. ¿Optará  el gobierno de Obama por tratar de conseguir mediante la negociación lo que él mismo y el Congreso han sido incapaces de lograr mediante la regulación? ¿Serán capaces los defensores de los consumidores de renunciar a la batalla quijotesca contra la dimensión de las compañías para ganar en cambio la guerra a favor de la protección de las voces independientes, la mejora del acceso de banda ancha, un internet abierto, precios razonables para el consumidor y el futuro de la televisión? ¿Estarán los estadounidenses de acuerdo en otorgar el beneficio de la duda a una gran empresa, con un historial probado de no abusar de su poder de mercado, y adoptar así la estrategia de ‘confía pero comprueba’ en un acuerdo que ofrece unos cuantos beneficios junto a unos cuantos riesgos definidos y manejables?”.

Cuestiones a debate

            La compañía que lidera Brian Roberts reconoce el camino va a ser largo y puede truncarse. La fusión con NBC/Universal duró dos años desde el anuncio del acuerdo hasta su ejecución final. Otras operaciones semejantes, como el intento de fusión de AT&T con T-Mobile fue abortado.

Fuente: Los Angeles Times

            El punto de equilibrio es delicado. De un lado, las nuevas reglas de juego y la actual coyuntura económica empuja a las compañías a adquirir un tamaño considerable, lo que obliga a que haya pocos jugadores en cada sector. Ocurre en la banca, en la industria del automóvil, en las aerolíneas o en la industria editorial. El sector de la comunicación y el entretenimiento no es una excepción. Al mismo tiempo, aunque resulte paradójico, existen unas reglas que deben respetarse para favorecer la competencia y el “fair play”. Habrá que ver cómo convive lo uno con lo otro. Quizá cambien o se flexibilicen las normas. Quizá se dé el visto bueno a la existencia de gigantes que actúan en situación de cuasi-monopolio (como Google), siempre y cuando no cruce determinadas líneas rojas (y colabore con el gobierno de turno, claro).

            Comcast se está esforzando en comunicar que no abusará de su futura posición de mayor dominio, habida cuenta de que será el mayor proveedor de banda ancha del país. Nadie duda de que lo hará ahora, con el fin de obtener el visto bueno de la fusión. Sin embargo, habrá que ver qué sucede cuando tenga la sartén por el mango. Al mismo tiempo, tanto Washington como Wall Street –y por supuesto, Hollywood– dan por hecho que este nuevo gigante obligará a nuevas fusiones entre sus inmediatos competidores.



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lunes, 3 de marzo de 2014

Oscars 2014: pulso entre la esclavitud y la ingravidez

            La 86ª edición de los Oscars ha arrojado unos resultados tan previsibles como salomónicos. Las dos películas favoritas, 12 años de esclavitud (9 nominaciones) y Gravity (10 nominaciones) se han repartido los principales premios, en desigual proporción. La cinta dirigida por el británico Steve McQueen ha obtenido 3 estatuillas, entre ellas Mejor Película, Mejor Guión Adaptado y Mejor Actriz Secundaria. El thiller espacial del mexicano Alfonso Cuarón se ha alzado con 7 de las 10 nominaciones, incluyendo Mejor Dirección y la mayoría de las categorías técnicas. Los miembros de la Academia de Cine de Hollywood no han hecho sino replicar el parecer de sus colegas británicos (Premios BAFTA) y de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (Globos de Oro).

Fuente: AMPAS / Reuters

            Contradecir un consenso tan amplio puede resultar osado. Sin embargo me atreveré a afirmar que Gravity me parece mejor película en términos puramente cinematográficos. Al mismo tiempo, reconozco que es difícil no sucumbir ante 12 años de esclavitud, filme igualmente impecable y con sello de autor. Con todo, pienso que el filme de McQueen se ha visto favorecido por el clima de revisionista del pasado (remordimiento de conciencia colectivo) y el actual contexto de lo políticamente correcto. En cualquier caso, ambas películas bucean en los entresijos del ser humano, buscando los resortes que lo ennoblecen (o envilecen) y le llevan a extraer lo mejor (o lo peor) de sí mismos.

Un grito descarnado a favor de la dignidad humana

            Resulta imposible no quedarse conmovido e incluso conmocionado tras ver el durísimo retrato que Steve McQueen hace de esta página oscura de la historia norteamericana. La película sacude las conciencias más amodorradas y logra que el espectador salga del cine entonando un “mea culpa” que revela la existencia de eso que llamamos Humanidad, de la que todos nos sentimos parte. No recuerdo otra película más brutal desde La lista de Schindler (1993). La película adapta el libro escrito por el propio protagonista, Solomon Northup (espléndido Chiwetel Ejiofor) y lo hace de modo descarnado y contenido a un tiempo. Para ello, McQueen ha echado mano de actores muy solventes para papeles secundarios (Michael Fassbinder, Paul Giammati, Benedict Cumberbatch y Brad Pitt, que también coproduce), junto a otros menos conocidos (como el propio Ejifor o la actriz mexicana de origen keniano Lupita Nyong’o, ganadora del Oscar). Sin negar la voluntad de estilo, la película sobresale principalmente por el tema que relata, que nos es presentado en toda su brutalidad y, al mismo tiempo, con la asepsia del que se ha acostumbrado a contemplar semejantes muestras de degeneración humana.




            Quizá el filme carezca de los debidos matices a la hora de afrontar algunos temas como la relación entre la religión y la esclavitud –donde ofrece tres de cal (el desequilibrado Epps, magistralmente encarnado por Fassbinder) y una de arena (el señor Ford, interpretado por Cumberbatch). En cualquier caso, McQueen retrata la esclavitud como un atentado contra la dignidad humana y una injusticia social, y lo hace buscando el perdón y la regeneración. “Para poder perdonar, lo primero y más importante es conocer la verdad”, afirma.

Un poema de renacimiento

            En mi opinión, Gravity es la virtual ganadora, aunque no haya obtenido el Oscar a la Mejor Película. Y me atrevo a aventurar que, en su género, se convertirá en un clásico más perdurable que la anterior. Cuarón ha logrado una película extraordinaria y sorprendente, que marca un hito tecnológico y experiencial, y que demuestra que –con este tipo de producciones– el cine como siempre lo hemos conocido perdurará.



            Sin embargo, más allá de sus logros técnicos, avalados por los Oscars a Mejor Fotografía, Mejor Sonido, Mejor Sonorización y Mejores Efectos Visuales, Gravity es un prodigio de forma y fondo en perfecta armonía. El espectador flota a la deriva durante dos horas y experimenta en primera persona un cúmulo de experiencias sensoriales que le ayudan a vivir de modo catártico el drama de la protagonista. Todo ello de una manera desnuda, y en apariencia nada artificiosa. Los planos-secuencia fluyen de manera natural e imperceptible, hasta el punto de que pocas películas con tan escaso número de planos habrán obtenido el Oscar al Mejor Montaje. 

            Bajo este aparente thriller espacial se esconde una historia de renacimiento y (auto)redención, que adopta la metáfora visual de un parto. La doctora Stone (interpretada por Sandra Bullock) debe sobreponerse no solo a al peligro de muerte real en el espacio, sino al de sus escasas ganas de vivir tras la pérdida de su ser querido. Su decisión final por sobrevivir, alentada por ese ángel de la guarda que interpreta George Clooney, se convierte en un auténtico renacer interior. Ambas líneas convergen de manera prodigiosa en el gran clímax final, donde los elementos telúricos (aire, fuego, agua y tierra) se combinan en una sucesión dolorosa y traumática –y sin embargo feliz– como la de todo parto. Y la nueva criatura emerge del útero acuoso y regresa al mundo con pies vacilantes y paso firme.

       Quizá uno de los momentos más mágicos y conmovedores del filme sea la escena donde la doctora Stone conecta por radio con un habitante de algún remoto lugar de la Tierra. En medio de aquella soledad desesperada, se establece un imposible que muestra la profunda comunión de los seres humanos (la otra cara de la moneda es el corto dirigido por Jonás Cuarón, coguionista de la película).



Un empujón económico

            Una última coda, referente al impacto económico que pueden tener estas nominaciones y premios. Gravity, que ha costado 100 millones de dólares, lleva recaudados 705 millones en el mundo entero (270,5 en Estados Unidos y 434,5 en el resto). Por su parte, 12 años de esclavitud, con un presupuesto de 20 millones de dólares, suma una taquilla global de 140 millones (50 en Estados Unidos y 90 fuera). ¿Hasta qué punto las nominaciones y premios van a suponer un empujón económico? Es difícil precisarlo, aunque muy probablemente la película de McQueen se beneficie proporcionalmente más que la de Cuarón. A fecha de hoy, y según datos de Box Office Mojo, 12 años de esclavitud ha aumentado su taquilla un 22,3% (por las nominaciones), mientras que Gravity apenas lo ha hecho en un 5,2%. No es de extrañar esta diferencia, ya que esta última película ha sido mucho más popular que la anterior. En cualquier caso, veremos en qué medida les afectan económicamente los Oscars obtenidos.


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