Todo lo que tiene que ver con el Anillo parece
requerir un esfuerzo sobrehumano y una voluntad férrea para superar escollos.
Jackson ya lo había experimentado en la anterior trilogía, y lo ha vuelto a
experimentar en ésta. En este primer artículo sobre el regreso de Peter Jackson
a la Tierra Media nos centraremos en el desarrollo y producción del proyecto. Y
antes de terminar el año, volveremos para hacer un balance del resultado.
Historia de una ida y de una vuelta
El primer intento de Peter Jackson por llevar a la pantalla las aventuras de Bilbo
Bolsón había tenido lugar a mediados de los años 90, cuando investigó quién
poseía los derechos sobre las obras de Tolkien. Descubrió que la situación legal era
más complicada de lo previsto. Mientras los derechos de ESDLA pertenecían a Saul Zaentz (productor de la
versión animada
de Ralph Bakshi), los de El hobbit habían sido cedidos por Zaentz
a United Artists,
asumida a su vez por la MGM. Fue este el
motivo por el cual Jackson se decantó por ESDLA.
Tras el éxito de la trilogía del Anillo, era
cuestión de tiempo que se anunciara la adaptación del relato primigenio. Sin
embargo, la agotadora experiencia de ESDLA
había hecho mella en Peter Jackson,
quien no estaba demasiado animado para dirigir la “precuela”. Era una mezcla de
cansancio, hartura y del convencimiento de que con la primera trilogía había
alcanzado unas cotas difícilmente superables: “Pensé que si me comprometía a
dirigir El hobbit estaría pensando
constantemente en lo que había logrado con ESDLA,
como si tuviera que construir sobre eso o mejorarlo. Competir contra mis
propias película iba a ser una experiencia bastante frustrante”. No le faltaba
razón. La trilogía del Anillo había recaudado casi 3.000 millones de dólares en
el mundo entero y había acaparado multitud de premios (entre otros, 17 Oscars®,
11 de ellos por El retorno del Rey,
2003). Jackson era consciente de haber alcanzado la cúspide y no era fácil
repetir suerte. A esto se unía una relación agridulce con New Line, el miniestudio otrora
independiente y asociado ahora a Warner
Brothers, que había producido la primera saga. En efecto, en marzo de 2005,
saltó a la prensa la demanda interpuesta por Jackson contra New Line,
reclamando una parte millonaria de los beneficios de La
Comunidad del Anillo (2001) y criticando al estudio por su opacidad en
las cuentas de resultados de explotación. La demanda provocó la ruptura de
relaciones entre el miniestudio y el director neozelandés, que complicó la
futura adaptación cinematográfica de El
hobbit. Finalmente, ambas partes llegaron a una reconciliación que permitió
relanzar el proyecto de El hobbit con
Peter Jackson como productor y coguionista, pero no como director.
Tras barajar varios nombres, se decantaran por el
director mexicano Guillermo del Toro,
que había dado muestras de su imaginación desbordante en películas como Hellboy (2004) y El laberinto del fauno (2006).
Corría el año 2008 cuando Del Toro se unió a Peter Jackson, Fran Walsh y
Phillipa Boyens
en la tarea de adaptar el libro al guión y el diseño visual de la historia. Ya
por entonces, Weta Workshop (la firma de efectos especiales creada por Jackson y Richard
Taylor)
llevaba tres años realizando bocetos y diseños para este proyecto. La
incorporación de Del Toro imprimió un nuevo rumbo y aceleró el ritmo. Sin
embargo, los problemas financieros y legales que atravesaba MGM (propietaria de
los derechos) se prolongaron, provocando una permanente incertidumbre. Tales
circunstancias terminaron por minar la paciencia del director mexicano, que
abandonó el proyecto a finales de mayo de 2010. La prensa fue rauda en barajar
nombres de otros posibles candidatos. Quizá por eso mismo, la productora salió
al paso de las especulaciones y en octubre de ese año anunció –para gozo y
tranquilidad de muchos fans– que el propio Jackson se encargaría de dirigir El hobbit. “Sencillamente regresaba a la
Tierra Media para contar una nueva historia”, apunta el director neozelandés.
Con todo, el proyecto sufrió nuevos retrasos por
causas varias. Para empezar, la amenaza de boicot promovida por los sindicatos
de actores neozelandeses a raíz de disputas sobre las condiciones laborales,
ante la que los productores contraatacaron con otra amenaza mayor: la
posibilidad de que las películas se rodaran fuera de Nueva Zelanda. Dado el
beneficioso impacto que para el país había tenido la producción de ESDLA, el gobierno neozelandés se
apresuró a actuar de árbitro y consiguió apaciguar los ánimos, ante la presión
de Warner Brothers. El rodaje se anunció para principios del 2011 y fue justo
entonces cuando Peter Jackson tuvo
que ser ingresado en el hospital con motivo de una úlcera de estómago, de la
que fue operado. Por fin, el 21 de marzo de 2011, doce años después del
comienzo del rodaje de ESDLA, volvía
a escucharse de nuevo “¡acción!” en la Tierra Media. El rodaje se prolongó a lo
largo de dieciocho meses, y el presupuesto (de las tres películas) superó los
500 millones de euros.
¿Un Hobbit
más oscuro en tres películas?
Si algo sorprendió del anuncio público sobre la
producción de El hobbit fue el hecho
de que iba a dividirse en dos películas. Dada la naturaleza infantil de este
primer libro, más lineal y simple que ESDLA,
muchos entendieron el verbo “dividir” como “estirar”. ¿Daba la historia de El hobbit para dos –no digamos tres–
películas?
Para el equipo de guionistas –Jackson, Fran Walsh, Phillipa Boyens y el propio Del Toro– el reto era doble: por un
lado, equilibrar el tono de El hobbit
para hacerlo más acorde con el de ESDLA;
por otro, integrar suficiente material adicional como para justificar una nueva
trilogía. Refiriéndose al primero de estos aspectos, señala Jackson: “Durante mucho tiempo pensé en
el El hobbit como en un libro
infantil y en ESDLA como más adulto.
La [anterior] trilogía se centra en un enfrentamiento dramático entre el bien y
el mal, que se intensifica hasta una conclusión apocalíptica. El hobbit trata simplemente de un grupo
de enanos que intentan reconquistar su patria; el destino del mundo no está en
juego. Por eso, regresar a ese mundo para realizar una película destinada a un
público más joven no era algo que realmente me apeteciera. Tenía que encontrar
un camino, y el camino que descubrí pasaba por la personalidad de los enanos.
Necesitábamos saber qué tipo de enanos eran, así que empezamos por establecer
su linaje, antecedentes y posición social, desde los miembros de la familia
real enana a los de la clase trabajadora”. A esto se añadió el recurso a
personajes emblemáticos de la primera trilogía (Elrond, Galadriel, Saruman…) con
vistas a reforzar también la unidad entre las dos historias.
En cuanto al segundo aspecto, explica Jackson: “El hobbit es más episódico que la trilogía y no posee diferentes
líneas argumentales que se puedan intercalar. Así que vamos más allá de las
páginas de la novela y hemos tenido en cuenta los apéndices que Tolkien
escribió para ESDLA, que explican los
acontecimientos que ocurren antes y después de lo narrado en El hobbit. El uso de este material nos
ha ayudado a insertar la historia en la mitología más amplia de Tolkien (…). En
nuestra adaptación de El hobbit,
hemos hecho algo que Tolkien no logró en el papel, y espero que esto resulte
refrescante para la gente que no ha visto nunca toda la historia desarrollada
en orden cronológico”.
En opinión de las guionistas, sea cual fuere la
diferencia de tono, ambas historias poseen en su esencia una coherencia
argumental y cosmogónica. Es Fran Walsh,
por ejemplo, quien afirma: “Siempre hemos visto El
hobbit como un novela de fantasía un poquito más positiva. Sin embargo,
según se llega al final de la novela se cae en la cuenta del modo en que
Tolkien allana el camino para situarse donde comienza el épico viaje de ESDLA, lo que para nosotros es la
transición natural hacia un tiempo más oscuro. El honor, el liderazgo y el
poder, los grandes temas que prevalecen en ESDLA,
despiertan en El hobbit”. Y Philippa Boyens, la más “tolkieniana”
del equipo de guionistas, explica: “Existen conflictos, relaciones y hechos a
los que se hace alusión indirectamente pero que no están explícitamente
descritos en el libro, así que cuando Tolkien se sentó a escribir su
continuación y terminó escribiendo El
Señor de los Anillos, se tomó un tiempo para releer los hechos que rodeaban
a El hobbit porque tenía la sensación
de que dentro de ese pequeño libro infantil se encontraba la semilla de un
leyenda más grande”.
Para lograr ambas cosas, Jackson, Walsh y Boyens
acudieron a los apéndices contenidos al final de ESDLA. “Las referencias que tenemos del Concilio Blanco aparecen en
las notas que Tolkien creó como parte del universo de la Tierra Media”, subraya
Jackson. “Ellos son los verdaderos guardianes de la Tierra Media. Se creó para
mantenerla vigilada de cualquier peligro. Si hablamos de material, para
nosotros es una mina de oro porque nos permite introducir en las películas
personajes que ya habíamos introducido y contar la fascinante historia de su
presencia en Dol Guldur”.
Una Tierra Media más idílica
Jackson y su equipo querían transmitir una
sensación de armonía visual con la anterior trilogía, con una importante
diferencia: “Una década después, gran parte de la imaginería de la Tierra Media
se ha vuelto muy representativa”, comenta, “pero para El hobbit era importante crear la sensación de que se trata de una
época más idílica. La oscuridad que descenderá sobre este mundo se está
gestando pero todavía no se ha expandido, y queríamos reflejar esa idea
visualmente con un tono más ligero y que recordase más a un cuento en cuanto a
diseño y fotografía”.
Ilustración de John Howe Fotograma de la película |
Con el arte conceptual de Alan Lee y John
Howe como guía, Dan Hennah diseñó los
escenarios teniendo en mente las exigencias de Jackson respecto al realismo y
exquisitez de detalles. “Esta
película es una road movie”, explica.
“Al viajar por ese camino, Bilbo y los enanos van descubriendo una gran
variedad de culturas muy diferentes entre sí. Hemos intentado reflejar la
naturaleza épica del viaje sin dejar de ser fieles a nuestra visión global del
mundo de Tolkien. En esencia, es la misma geografía de la Tierra Media que
establecimos en ESDLA, pero mientras
en aquellas películas fuimos hacia el sur, esta vez vamos hacia el este. De
manera que, en términos de nuestro mundo, la inspiración para estas
localizaciones orientales fueron Noruega, Rusia e incluso algunas influencias
asiáticas, aunque siempre se trata de una insinuación más que de algo
específico”.
Viejos y nuevos rostros
Para realizar el papel del hobbit protagonista
Jackson y sus colaboradores tenían a un nombre en mente: Martin Freeman,
actor británico conocido por la serie Sherlock,
capaz de dotar de gran humanidad y humor espontáneo a sus personajes, sean
cómicos o dramáticos. “Martin tiene el asombroso don de ser vulnerable y fuerte
al mismo tiempo,” dice de él Phillipa
Boyens. “Es capaz de ser divertido y sufrido al mismo tiempo. Todas esas
cualidades son las que nos hicieron ver en él a Bilbo Bolsón. Sabíamos que
Martin podía llevaros de la mano en este extraordinario viaje”.
Junto a Bilbo, coprotagonizan la película Ian McKellen,
que de nuevo da vida a Gandalf el Gris, y Richard Armitage,
en el papel de Thorin Escudo de Roble. Otros actores que también vuelven a desempeñar
papeles que ya hicieron en ESDLA son Cate Blanchett
(Galadriel), Ian
Holm (Bilbo anciano), Christopher Lee
(Saruman), Hugo
Weaving (Elrond), Elijah Wood
(Frodo), y Andy
Serkis (Gollum). A ellos se une el variopinto grupo de enanos: Ken Stott
(Balin), Graham
McTavish (Dwalin), William Kircher
(Bifur), James
Nesbitt (Bofur), Stephen Hunter
(Bombur), Dean
O’Gorman (Fili), Aidan Turner
(Kili), John
Callen (Oin), Peter
Hambleton (Gloin), Jed Brophy
(Nori), Mark
Hadlow (Dori) y Adam
Brown (Ori). De este grupo, la mitad son neozelandeses (quizá por
exigencias de los acuerdos con los sindicatos de ese país). Cierran el reparto Sylvester McCoy
(Radagast), Barry Humphries
(El Gran Trasgo), Lee
Pace (Thranduil) y Manu Bennett
(Azog, el orco pálido).
Tecnología al servicio de la experiencia
audiovisual
Por primera vez, Jackson ha hecho uso de cámaras
digitales Red Epic de última
generación para grabar la película en 3D en 48 fotogramas por segundo (fps)
para que pudiese verse en High Frame Rate (HFR) 3D, además de en los formatos
estándar. “Queremos que la experiencia que se sienta al ver las películas de El hobbit vaya mucho más allá de lo que
se sintió con ESDLA” comenta Jackson. Compactas y móviles, estas
cámaras se adaptan a la plataforma rodante, a la grúa y al rodaje con cámara en
mano mientras registraban muchísima más información que las cámaras
tradicionales, con una calidad nunca vista. Pese a haber transcurrido una década
entre las dos películas y a todos los avances tecnológicos que han tenido lugar
en ese tiempo, el director de fotografía Andrew Lesnie quería mantener
la textura visual de ESDLA y a la vez
aprovechar todas las posibilidades que ofrece esta nueva tecnología. “Como las
imágenes a 48 fps son tan claras y tan definidas, utilicé una iluminación más
suave para crear una sensación más ‘fílmica’, y en el proceso de nivelado de la
postproducción, sudamos tinta para darle a la película un poco de suavidad y
cuerpo”, comenta Lesnie. Con todo, ha sido ésta una de las decisiones más
criticadas.
En cuanto a los efectos digitales, los
colaboradores de Jackson han conseguido nuevas cotas de perfección. En
concreto, se utilizó un plató de captura de movimiento conocido como MoCap
(abreviatura de Motion Capture), desarrollado por Weta Digital para Avatar (2009) y Tintín (2011).
Las mejoras que Weta Digital ha introducido en sus proyectos de captura de
movimientos hicieron posible que los actores que doblan a personajes digitales
interactuasen en directo y sin interrupciones en las escenas. Este proceso
permitió a Jackson dirigir y encuadrar la cámara para dos actores reales,
incluso aunque posteriormente se fuera a remplazar a uno de ellos por un
personaje digital. “Como cineasta, me siento muy afortunado de haber podido
utilizar tanto técnicas de rodaje tradicionales como nuevas tecnologías que se
desarrollan cada día más y más”, señala Jackson.
Siempre quiero que el público se sumerja en las películas que hago. No quiero
que la gente simplemente vea la película en la pantalla, quiero que se sientan
como si realmente fueran a mi lado en esta aventura por la Tierra Media”.
Nuevos temas para una gran sinfonía
Impregnada de los memorables rasgos de la gran
ópera sinfónica anterior, la evocadora banda sonora de El hobbit expande musicalmente el universo Tolkien. “Llevaba
bastante tiempo deseando volver al imaginativo mundo de la Tierra Media”,
comenta el compositor Howard Shore.
Y añade: “Creo que elegir la paleta musical es muy parecido a elegir al
reparto. Es importante encajar el sonido de la música con la esencia de los
personajes, así como con la historia”. En efecto, la música nunca es tan lírica
como lo es en la Comarca, para la que el compositor utilizó instrumentos
folclóricos, como la flauta irlandesa y el dulcémele. El tema de su hogar
acompaña a Bilbo durante la aventura, pero evoluciona con el personaje a medida
que la experiencia lo cambia a él también. Con la aparición de Gandalf, la música
evoca la llamada a la aventura y los cambios que se producirán en la vida de
Bilbo. Shore también creó un tema principal para los enanos, una melodía
enérgica y melancólica a la vez, con un corno francés como marca musical de
Thorin que recuerda a Erebor, su patria perdida. Al volver a Rivendel, resuena
el tema de Galadriel, iluminado con un coro femenino y una armonía de cuerda.
La música evoca los sucesos de mal augurio de Dol Guldur, en la reunión del
majestuoso Concilio Blanco. A medida que avanza el viaje, los ritmos de
percusión marcan las cuevas de los trasgos y por debajo de ellos resuena mísero
tema de Gollum. No faltan varias canciones, en especial la “Canción de la
Montaña Solitaria” en los créditos finales, interpretada por el cantante neozelandés
Neil Finn (líder de
Crowded House).
¿Expectativas cumplidas?
Tras su estreno, El hobbit: un viaje inesperado ha batido récords de taquilla,
aunque no en el nivel esperado. Puede deducirse que el público ha respondido.
La crítica, en cambio, ha sido menos benigna. Parece claro que, en este caso,
crítica y público valoran de distinto modo esta nueva incursión de Jackson en la Tierra Media. En el
próximo artículo –último del año– haremos un balance del resultado.
© Alejandro Pardo, 2012. Quedan
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