Hace escasos días, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya
Sáenz de Santamaría, aprovechaba un acto de la Unión de Televisiones Comerciales Asociadas (UTECA)
para anunciar la creación de una comisión
mixta –presidida por el secretario de Estado de Cultura y en la que
participarán otros departamentos del Gobierno y representantes del sector
audiovisual–, con el objetivo de diseñar un nuevo modelo en la financiación del cine español, “viable y que
perdure en el tiempo”. Entre otras cosas, la vicepresidenta afirmó que se
revisará la obligación que tienen las televisiones privadas de destinar el 5%
de sus ingresos a financiar el cine europeo y español, si bien esta revisión no
implicará la desaparición de esta norma; sin más, se introducirán “las modificaciones necesarias a la vista
de la experiencia acumulada”. Y para apuntalar el papel que juegan las cadenas
en el fomento del cine nacional, la vicepresidenta subrayó también que las “grandes
producciones cinematográficas [de estos últimos años] no habrían sido posibles
sin la intervención de las televisiones”.
¿Deber solidario o impuesto cultural?
Como se sabe, ha sido éste un punto de fricción permanente entre
las cadenas y los productores. Mientras las primeras consideran esta
obligación como una especie de “impuesto revolucionario”, los segundos opinan
que se trata de un deber de justicia por la licencia recibida. Así se han
expresado unos y otros en diferentes ocasiones, de modo incluso beligerante.
Para Pedro
Pérez,
presidente de FAPAE, por ejemplo, el argumento es claro: “UTECA existe
en la media en que tienen un enemigo en común, el cine, si no ya se habrían
matado. No podemos liberar a las televisiones privadas de participar en la
producción de cine nuevo. Son concesiones públicas y gratuitas. Se ha creado un
panorama asfixiante tras las fusiones. Los dos primeros grupos del sector (…) acaparan
casi el 90%. Y les parece poco. No hace falta entrar en la composición
accionarial de los mismos, porque habría mucho que decir. El dinero no es de
las televisiones. Está en el mercado. Lo ponen los anunciantes. Ellos son meros
intermediarios de una concesión pública. No entiendo porque sacan los tanques
cuando se les pide un poco de dinero. Pedirle a quien se beneficia del cine
hacer obra nueva no es pecado”.
No opinan lo mismo los representantes de las
cadenas. Ghislain
Barrois, consejero delegado de Telecinco Cinema, aseguraba hace unos
años: “Cumplimos
con las leyes. No nos hace ninguna ilusión. Si no fuera por la obligación, y lo
digo claramente, no invertiríamos un duro en el cine. Esta obligación es
aberrante, nos obliga a invertir en un producto que después no emitimos. Cuando
en el 99 apareció la ley, quizás se podía entender, y ni siquiera, pero ahora
llevamos varios años sin emitir cine en nuestro canal, y a pesar de esto,
estamos obligados a invertir. Es bastante ridículo”. Y más recientemente, el consejero delegado de Mediaset España, Paolo
Vasile, afirmaba que su compañía pierde alrededor de un tercio de
lo que invierte en cine y calificaba la norma de destinar el 5% de sus ingresos
a financiar el cine europeo como una obligación “absurda”. “Ninguna productora se autoobliga a invertir
–añadía–. En un mercado libre, democrático, moderno, uno produce sólo cuando
puede”.
Una opinión más moderada manifestaba hace poco Mikel
Lejarza,
presidente de Antena 3 Films:
“Somos un grupo de comunicación que cuenta historias en todos los formatos:
cine, televisión, radio e Internet. Dicho lo cual, reivindicamos que el editor
pueda decidir con libertad dónde invierte su dinero. La queja sería la misma si
la ley obligase a producir deportes o magacines. Esa norma no nos gusta, pero
la cumplimos buscando la máxima rentabilidad y haciéndolo lo mejor que sabemos.
Con un objetivo fundamental: que las películas sean rentables y sirvan para el prime time” . Para Maurizio
Carlotti,
vocal de Antena 3 en UTECA, tras 14 años de aplicación del modelo actual y más
de mil millones financiados por las televisiones, “el cine español tendría que
reconocer la realidad, renunciar al obstruccionismo y colaborar lealmente con
las televisiones públicas y privadas en el proceso de crecimiento del talentoso
cine español”. Al mismo tiempo, asegura que las televisiones no aspiran a
“reducir sus cargas” con el cine español, sino a “a gastar cada euro para crear
una industria fuerte sólida y competitiva”, que produzca títulos que triunfen en
la taquilla, “y no sólo en los festivales”. “El éxito –concluye– no son 150
fracasos, el éxito son 40 películas que devuelvan el capital invertido y
permitan a este sector ampliarse y crecer”.
Condenados a entenderse
Resulta
interesante observar los argumentos esgrimidos. La obligación impuesta por la
Unión Europea a las cadenas de televisión se basa en el principio de que la
concesión de una licencia pública para emitir justifica la exigencia de un
“peaje” en apoyo de las industrias culturales –en este caso, el cine–. Puede tener su sentido. Sin embargo, resulta
curioso que no se obligue a las emisoras de radio a destinar otro porcentaje de
sus ingresos a la producción de discos de grupos o cantantes europeos. Las
cadenas, por su parte, acuden a las leyes del libre mercado, donde la oferta y
la demanda se condicionan mutuamente. Por otro lado, este argumento basado en
la concesión tiene su peligro o, mejor dicho, su fecha de caducidad. El actual
modelo televisivo está cambiando y cuando se produzca la simbiosis perfecta
entre televisión e internet, muy probablemente el consumo televisivo principal
se realice a través del ciberespacio, que –de momento– no es un bien escaso ni
requiere de tutelas del Estado (ni, por tanto, de concesiones).
En
cualquier caso, y mientras sigamos con en el actual escenario híbrido, unos y
otros tienen su parte de razón. Por un lado, los Estados pueden
establecer regulaciones que fomenten sectores que consideran estratégicos para
la economía del país o que fomenten o protejan un interés cultural. Por otro, los
operadores de televisión deben tener libertad y margen de maniobra para
decidir cómo, cuánto y dónde invertir. El caso que venimos comentando –la
financiación del cine español a través de las cadenas de televisión–, refleja
uno de esos puntos de confluencia en el que chocan intereses contrapuestos y donde
debe buscarse el consenso y el equilibrio. Tanto el Gobierno como los
productores quieren asegurar que una de las ventanas más relevantes para el
cine (regentada por empresas concesionarias de licencias públicas) invierta en
la producción de contenidos. Sin embargo, debe articularse el mejor modo para
que esta inversión tenga lugar, y completarla con otras vías como el aumento de
la desgravación fiscal o el mecenazgo, como ya se comentó en otro artículo
anterior.
A las cadenas de televisión les interesa seguir invirtiendo en cine (europeo o
español) –como de hecho lo han venido haciendo: coproduciendo a través de sus
divisiones cinematográficas–, por dos
razones básicas. Primero, porque el modelo de negocio audiovisual se
sustenta sobre la propiedad de los contenidos (derechos), de modo que no basta
sólo con adquirir los derechos de emisión sino participar en la producción. Los
nuevos grupos de entretenimiento aúnan dentro de sí toda la cadena de valor,
desde el diseño y creación, hasta la producción y la explotación comercial a
través de diferentes ventanas. El cine sigue siendo un contenido muy demandado,
y puede resultar rentable si se acierta con los proyectos que se llevan a cabo.
Cuando se culmine la implantación del escenario digital y se afiancen los
nuevos hábitos de consumo, la competitividad de las cadenas de televisión
–convertidas en grandes portales que ofrecen entretenimiento– dependerá de la
cantidad y calidad de contenidos propios (producidos o coproducidos). Y ahí,
junto a series o programas, tendrá que haber un consistente catálogo de
películas.
Se trata, pues, de un “matrimonio de conveniencia”.
Así lo reconoce
Alvaro
Augustin, director general de Telecinco Cinema: “No es una cuestión de reglamentar.
Evidentemente, la inversión de las televisiones es fundamental. Si no
estuviéramos obligados, la industria en España quebraría. Pero a lo mejor no
del todo. Se desplomaría quedando parte de gente que arriesga su dinero, que
hace las cosas bien, y que ganaría incluso dinero. En una proporción mucho más
pequeña pero con unas reglas de mercado que las fija el mercado y no por
obligación”. En efecto, las cadenas no tiene problema en invertir en aquél
proyecto cinematográfico que consideran adecuado para su estrategia, pero
quieren tener libertad para decidir en cuáles y no sujetarse a una cifra
obligatoria que deben gastar porque sí. “Llevamos 10
años con el tema de la obligación –comentaba Barrois tiempo atrás–. He calculado que entre todos los canales alrededor
se habrán invertido alrededor de 1.000 millones de euros para apoyar el cine, y
puede verse el estado lamentable en el que está. El modelo, el que sea, tiene
que ser virtuoso Tiene que fomentar el éxito, y ahora no lo hace”.
¿Resulta el cine rentable para las cadenas?
Según datos ofrecidos por Vasile, desde 1999 Mediaset ha invertido en cine alrededor de 430
millones de euros, y ha perdido en torno a un 35% (habrá que ver cómo queda la
cuenta de resultados después de Tadeo
Jones y Lo imposible). Por su
parte, Antena 3 Films parece más contenta con el funcionamiento comercial de
las películas que ha producido. Eso sí, a consta de recibir críticas como que el cine que se hace en este país es el
que quieren las televisiones (pensando quizá en Fuga de cerebros o Tengo
ganas de ti). “No sé qué hay de malo en que las películas se dirijan
al mayor público posible –responde Lejarza–. No entiendo que no tengan como
objetivo llenar las salas. Nosotros producimos óperas primas y películas de
directores personales. No se nos pueda acusar de hacer un determinado estilo de
cine”.
En el fondo, las cadenas de televisión funcionan de modo muy semejante a los estudios de Hollywood: establecen
relaciones con el talento (directores, productores) y seleccionan aquellos
proyectos en los que confían. Mientras que Antena 3 Films ha preferido
comedias, películas de presupuesto moderado y algunas grandes producciones,
Telecinco ha apostado en su mayor parte por películas de gran presupuesto y
dirigidas al mercado internacional. En cualquiera de los casos, como reflejan
las tablas recogidas a continuación,
un buen porcentaje de las películas españolas más taquilleras de los últimos
años han sido coproducidas por las televisiones (en color salmón figuran las
películas coproducidas por Antena 3 y en azúl pálido, las coproducidas por
Telecinco).
Fuente: ICAA |
© Alejandro Pardo, 2012. Quedan
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