martes, 17 de enero de 2012

La industria del cine ante al reto de la globalización


Resulta interesante observar cómo la década presente no sólo se encuadra en un cambio de siglo –y de milenio–, sino en los albores de una radical transformación de la industria audiovisual, marcada por el fenómeno de la globalización y la digitalización. Ya lo anunciaban, entre otros, Toby Miller et alt. en su conocido libro Global Hollywood, publicado por primera vez en 2001.
La situación de supremacía de Estados Unidos sigue siendo evidente, como se aprecia al mirar cualquier ranking de los principales grupos de comunicación del mundo. La mayoría están controlados por intereses norteamericanos y poseen entre sus activos un estudio de Hollywood. En conjunto, producen el 80% del cine, del 70% de la ficción televisiva y del 50% de la música discográfica distribuidos en el mundo entero. Sin embargo, no hay que olvidar que estas grandes corporaciones están –o han estado– participadas también por intereses no americanos –como es el caso de Sony Pictures (antigua Columbia Pictures), News Corporation-20th Century Fox o hasta hace poco Vivendi-Universal.
Entre los rasgos que caracterizan la industria cinematográfica mundial, cabe destacar la internacionalización del talento, del capital y de las estructuras de producción; el diseño de películas internacionales por su planteamiento, sus ingredientes o los lugares de rodaje, así como la creación de franquicias que permitan la explotación comercial multiplataforma; los estrenos mundiales simultáneos, apoyados en vastas campañas internacionales de marketing y distribución; y, en fin, la consolidación de un mercado global y de un espectador cinematográfico de perfil internacional. Junto a ello, el gran reto de la industria de contenidos audiovisuales hoy día es la consolidación de nuevos modelos de negocio en un entorno digital (internet), frente a un nuevo tipo de consumidor. Volveremos sobre varios de estos rasgos más adelante.
Todo ello lleva a reforzar la imagen de una creciente “desubicación física” de la industria audiovisual, y en particular, de Hollywood –el Hollywood global se ha convertido, hasta cierto punto, en un Hollywood virtual–. Lo mismo ocurre, en menor medida en el caso europeo, donde el talento y el capital traspasa las fronteras continentales, e incluso las oceánicas. En este nuevo escenario la interacción entre Hollywood y Europa está siendo más intensa, como señala Jean Chalaby: “Toda gran corporación americana ha fijado su vista en la expansión internacional y busca el modo de incrementar sus ingresos fuera del propio territorio. La hibridación es la clave del éxito en esta estrategia”. Y añade: “Las compañías americanas deben su continua presencia en la región [Europa] a su entendimiento y adaptación a las culturas europeas, estableciendo sus bases a lo largo del continente y contratando a personal europeo”.
Así, la vieja rivalidad Europa-Hollywood parece haber dejado paso hoy día a formas más sutiles de cooperación y competencia. Por ejemplo, los grandes estudios de Hollywood, a través de sus filiales europeas, no sólo distribuyen películas europeas, sino también participan financieramente en su producción. Al mismo tiempo, bancos y sociedades de capital riesgo europeos han financiando la producción y las campañas de marketing de grandes producciones hollywoodienses. En cuanto al intercambio de talento y creatividad, no sólo se aprecia por las continuas adaptaciones americanas (remakes) de películas europeas, sino también por el flujo de directores y actores entre ambos lados del Atlántico. Finalmente, la industria europea del cine comienza a emular a su rival americano en la apuesta por películas de gran presupuesto y/o rodadas en inglés, y en la creación de franquicias propias, sin abandonar el fomento de un cine nacional que sigue cosechando un gran éxito popular. También prestaremos atención a cada uno de estos aspectos en futuras ocasiones.
La fisonomía de la industria cinematográfica mundial, por tanto, está cambiando de manera sustancial. La internacionalización del negocio del cine está llevando a difuminar las fronteras entre la nacionalidad de las empresas y de las películas. Así, Allen Scott augura un futuro “panorama audiovisual más multicéntrico y políglota”, es decir, no basado en un único centro neurálgico (Hollywood). De igual modo, la naturaleza de algunas películas recientes –verdaderas simbiosis de talento, dinero y creatividad multinacional– ha hecho que expertos como Thomas Elsaesser proponga sustituir la tradicional dualidad de “cine europeo” versus “cine americano” por el término genérico “cine del mundo (world cinema)”.
Algunos ejemplos serían Alejandro Magno (2004), una coproducción euro-americana (con participación de Francia, Alemania y Holanda, dirigida por un director estadounidense (Oliver Stone),  con un reparto internacional, distribuida por un estudio de Hollywood (Warner), rodada en Tailandia y Marruecos, y postproducida en Francia. O el caso de Youth Without Youth (2007), una coproducción entre American Zoetrope and Pathé, dirigida por Coppola, rodada en Bucarest y dialogada en seis lenguas europeas (sánscrito incluido). Otros casos que tuvieron repercusión mediática fueron los de Largo domingo de noviazgo (2004), película francesa dirigida por J. P. Jeunet y financiada por Warner, que fue ser rechazada como competidora a los premios Césares de la Academia de Cine francesa por haber sido enteramente financiada con capital americano, y que acabó motivando un cambio de la política de ayudas públicas en ese país. Algo parecido ocurrió con la película Private (2004), de Saverio Constanzo, que fue descalificada como representante italiana a los Oscars® por estar dialogada sólo en árabe, hebreo e inglés.


Sea como fuere, la rivalidad entre Hollywood y Europa persistirá bajo nuevas formas cada vez más imbricadas de colaboración y competencia. Sin Europa, Hollywood pierde uno de sus principales mercados y de su fuente de talentos; sin Hollywood, Europa carecería de la maquinaria de producción y distribución necesaria para competir internacionalmente. En suma, y como reza la conocida frase, “están condenados a entenderse”.


© Alejandro Pardo, 2012. Quedan reservados todos los derechos. Puede reproducirse el contenido de este blog previo permiso del autor.

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