Hace
justo una año se estrenó El Cosmonauta, uno de los proyectos
cinematográficos españoles más mediáticos e innovadores de los últimos tiempos.
Detrás de esta aventura cinematográfica, pionera y emprendedora donde las haya,
se encuentran tres nombres propios que
merecen un lugar destacado en la historia de la industria cinematográfica
española: Nicolás Alcalá (director), Carola Rodríguez y Bruno
Teixedor (productores), socios de Riot Cinema Collective. Los méritos, en
mi opinión, son abundantes. Por un lado, se trata de la primera película
española financiada en un 80% de forma colectiva (crowdfunding), a través de microaportaciones de casi 5.000 personas e instituciones. Por
otro, fue concebido desde el principio como un producto transmedia, en el que la película viene acompañada de 34 websodios de entre 2 y 15 minutos de
duración, un libro, un falso documental y un plan de producción público y
disponible a través de su página web. Además, siguió el innovador modelo del
estreno simultáneo multiventana (day
& date), llegando al mismo tiempo a cines (bajo demanda), internet
(gratis y en alta definición), televisión, DVD y Blu-Ray bajo licencia Creative Commons. En resumen, cuatro años de laborioso proceso volcados
en un metraje final de 80 minutos, y en multitud de materiales derivados.
En
el artículo resumen de los diez
hitos memorables del año pasado, incluí el caso de El Cosmonauta. En ese artículo, mencionaba cómo esta aventura
cinematográfica “se ha convertido en un caso de estudio a nivel internacional,
y gracias a su carácter experimental y de aprendizaje, bien puede convertirse
en un ejemplo de iniciativa para jóvenes cineastas”. Como botón de muestra,
podemos citar el libro de Chuck Tryon On-Demand
Culture: Digital Delivery and
the Future of Movies, que incluye una referencia amplia a esta iniciativa; el caso de
estudio elaborado por el IE
Business School; o la referencia en artículos
académicos sobre crowfunding.
También
afirmaba en aquella ocasión que, “en cuanto a la efectividad de este modelo de
negocio todavía es pronto para valorarlo en su justa medida”. Pues bien, tras
estos meses transcurridos, existen ya algunos resultados, detalladamente
recogidos en el artículo recién publicado por Carola Rodríguez –una de las valientes tripulantes de este viaje al
ciberespacio– en el blog del
proyecto. Adelanto que el balance es agridulce –muy positivo en términos de
experiencia; un tanto frustrante, en términos económicos.
El Cosmonauta en
cifras
Para
empezar, resumo a continuación algunas cifras de este proyecto:
- 4 años de trabajo, 30.000 horas de trabajo entre los 3 responsables principales
- 80 minutos de metraje; 34 episodios complementarios; 1 DVD/libro/USB versión coleccionista
- Rodaje de 14 semanas en 3 países diferentes, con más de 100 localizaciones distintas y 142 planos con efectos especiales.
- Estreno en 14 países, con un total de 165.000 espectadores (322.000 si se contabilizan los espectadores digitales) entre todas las ventanas; más de 8.500 espectadores en salas
- 26.915 visionados en video-on-demand; 17.580 visionados a través de la página web oficial (solo un 2,5% decidieron pagar por ella, con un pago medio de 3,5 euros)
- 47.000 descargas a través de redes P2P; 38.000 visionados en una de las versiones colgadas en YouTube
- 4.000 espectadores en Canal+ Xtra
- 505 libros y 81 USB vendidos (coleccionista)
- 36 selecciones en festivales; 14 galardones (13 de ellos internacionales)
- 140 horas de material bruto subido a internet para libre utilización
- 1 página Facebook transmedia con 11 personajes que interactuaron durante 6 semanas
- Más de 200 conferencias del alguien del equipo en universidades y escuelas de negocio de 4 continentes
Balance de una misión espacial: qué ha funcionado
y qué no
En su blog, Carola Rodríguez realiza un balance muy completo y sereno de esta
aventura. Animo a leerlo directamente. En cualquier caso, ofrezco a
continuación una síntesis, dejando que sea ella la que hable:
Puntos positivos:
1) Espíritu emprendedor: “El Cosmonauta no era para nosotros sólo una película. Inspirados por los cambios
provocados por generaciones como la Nouvelle Vague o el Nuevo Hollywood, que
desafiaron las normas y decidieron apostar por lo nuevo, por lo distinto, por
lo difícil, nosotros decidimos que queríamos vivir nuestra propia aventura”.
2) Una
aventura compartida: “También queríamos que nuestro proyecto fuera todo lo
que a nosotros nos habría gustado de otras películas siendo estudiantes.
Queríamos compartir todo lo que aprendiéramos en el camino porque, en el fondo,
esto iba de hacer una película y vivir una aventura, pero también de aprender”.
3) Misión
cumplida: “Hicimos El Cosmonauta tal
y como habíamos prometido. ‘La película que no podía existir’, como la llamaron
nuestros amigos de Watergun en el precioso vídeo introductorio que
hicieron (…). En el camino perdimos [unos] fans y ganamos otros (…).
Renunciamos a muchas cosas para ganar otras. Y, aunque en esas renuncias
perdimos oportunidades, finalmente llegamos. Llegamos hasta el final, agotados,
exhaustos, gastados, más viejos y menos inocentes, pero llegamos”.
4) Aprendizaje
muy valioso: “En este proceso, donde hemos pasado de ser estudiantes a
profesionales, donde hemos aprendido cómo se escribe, produce, financia y
distribuye un largometraje, qué es un proyecto transmedia, cómo funciona el
mercado y la industria, donde hemos conocido a gente maravillosa y gente muy
poco maravillosa, donde hemos recibido ayuda como para estar en deuda los
próximos mil años y donde al mismo tiempo hemos ayudado a gente que nos lo
agradece una y otra vez, donde hemos conectado, creado momentos mágicos y
llegado al corazón de muchos espectadores… también han ocurrido otro montón de
cosas como crecer, independizarnos de nuestros padres o ir construyendo poco a
poco una carrera profesional”.
5) Conciencia
de pioneros: “También le dimos la vuelta al sistema convencional, fuimos
uno de los primeros proyectos de crowdfunding
en España, hicimos el primer day&date
en absolutamente todas las plataformas, inventamos modelos y cambiamos cosas,
algunas para bien, otras no tanto”.
6) Respuesta del público: “La película, al margen del proyecto, funciona (mejor fuera de
España que dentro, por lo que hemos podido comprobar). Recibimos decenas de
buenas críticas (también malas, por supuesto) y de espectadores emocionados con
la cinta. Hemos obtenido ya 14
galardones (13 de ellos internacionales) a mejor película y mejor guión y
también dos a la mejor fotografía”.
7) Apoyo de Canal+: “La apuesta que Canal+ está
haciendo por el nuevo cine español, las webseries y los formatos pequeños es
encomiable. Que decidieran apostar por una película como El Cosmonauta también. La única pequeña queja que podemos esgrimir
aquí es lo arduo de la negociación por la que pasamos para que compraran la
película y el bajo precio que actualmente las televisiones pueden pagar por
este tipo de productos para que les salgan rentables. Por lo demás, el trato y
apoyo durante el estreno fue exquisito y fue un placer tratar con todo el
equipo de la cadena a quien, de nuevo, le agradecemos enormemente la confianza”.
8) Apuesta
de Imagina: “En mitad de esta vorágine, Imagina International Sales, uno
de los agentes de ventas y distribuidora más potentes de España, con un perfil
bastante tradicional, decidió apostar por probar cosas nuevas y tomó en sus manos
las ventas de la película (…). Desde aquí queremos agradecerles especialmente
el esfuerzo que están haciendo y el cariño con el que están tratando a la peli
y a nosotros”.
9) Caso
de estudio: “La buena suerte quiso que este proyecto que hicimos juntos se
convirtiera en caso de estudio en universidades y escuelas de negocio y cine de
todo el mundo. Nos invitaron a dar más de doscientas conferencias en cuatro
continentes e inspiramos a muchísima gente que empezó proyectos o le dieron un
giro a los que tenían gracias a algunas de las ideas que planteamos”.
Puntos negativos:
1) ¿Un proyecto demasiado ambicioso?: “La historia que comenzó como un pequeño corto que íbamos a rodar
en la parte de atrás de nuestra facultad acabó convirtiéndose en un proyecto
gigantesco y ambicioso. A veces demasiado ambicioso. (…) Y, jóvenes e
inconscientes como éramos cuando empezamos, nuestro techo era el cielo. No
supimos poner límites a nuestra ambición de crear algo hermoso, profundo,
grande, épico”.
2) Objetivo
cumplido, pero ¿a qué precio?: “Lo que hemos obtenido y obtendremos de El Cosmonauta ha sido una experiencia
maravillosa, un cierto renombre y el lujo de haber podido hacer la película que
queríamos hacer pero en ningún caso beneficio económico. (…) Cuando empezamos
no nos imaginamos que este viaje iba a ser tan difícil, pero fue nuestra
elección empezarlo y terminarlo y lo que más sentimos es que económicamente
haya sido tan poco satisfactorio, especialmente en lo que concierne a los
inversores y a nuestro equipo”.
3) Un
modelo demasiado innovador: “Según nos cuentan, la película gusta pero el
modelo de distribución provoca algunas dudas y cierto rechazo”.
4) Falta
de apoyo de exhibidores y de esponsorización: “Desafortunadamente, por
mucho que lo intentamos, prácticamente ningún cine o exhibidor convencional se
atrevió a estrenar la película en salas, así como tampoco conseguimos, a pesar
de que hablamos con muchas, muchas marcas, que ningún patrocinador se
involucrara en estos eventos”.
5) Falta
de suficiente iniciativa popular: “Nuestra propuesta de cine experiencia,
incluyendo coloquios, actuaciones en vivo de los actores y otros valores
añadidos tuvo una genial recepción entre el público pero no hubo mucha gente
dispuesta a organizar una proyección de este tipo y, desafortunadamente, no
teníamos fondos para organizarlas nosotros”.
6) Un
marketing complicado: “Las barreras de entrada (preparación de materiales,
negociaciones, contratos…) resultan altas para el retorno real si la película
no tiene, o bien una carrera mediática espectacular (gana un Goya, tiene
actores conocidos, etc.), o bien un presupuesto de promoción grande para poder
generar interés. Nosotros no tuvimos ninguna de las dos cosas”.
7) Falta
de respuesta económica en internet: “Le hemos dado vueltas y vueltas a esto
y pensado en un millón de posibilidades: ¿ha sido porque el modelo era
demasiado nuevo? ¿ha sido por un tema técnico y el hecho de pagar por internet
todavía es una barrera de entrada? ¿era un tema moral debido a que había la
sensación de que la gente ya había ‘pagado’ por la película al haber sido
financiada por crowdfunding? ¿ha sido
porque la película no ha gustado a suficiente gente? ¿no la han visto
suficientes personas? ¿no eran suficientes los incentivos para pagar por ella?
¿es un tema cultural? ¿ideológico? No hemos encontrado una única respuesta y
probablemente lo más razonable sea pensar en una combinación de todas ellas en
mayor o menor medida”.
8) ¿Falta
de oportunidad coyuntural?: “Siempre nos quedará la descorazonadora duda de
si esto mismo habría funcionado mejor en un par de años gracias a los cambios
que poco a poco se van produciendo en los comportamientos del espectador y de
la industria o si simplemente nos equivocamos o no supimos encontrar nuestro
público. Quizá más adelante alguien lo intente de nuevo y podamos verlo y
avanzar todos juntos hacia nuevos modelos. Mientras, aunque con dolor por ver
los resultados tan alejados de nuestras esperanzas, sí nos queda el sanador
orgullo de saber que lo intentamos, que algo así debía hacerse al menos una vez
para probar lo que ocurría y que, de alguna forma, hemos abierto muchos caminos
para que otros vengan detrás y puedan aprender”.
9) Poca
recepción en festivales nacionales: “En España solamente cuatro festivales han apostado por proyectar
la película. No sabemos si esta decisión es debida a una cuestión puramente
artística o tiene que ver con el modelo de distribución que utilizamos
(estrenamos en internet antes de enviarla a ningún festival, contrariamente a
la tradicional “ruta de festivales” que una película realiza). No lo juzgamos,
pero no podemos evitar cierta tristeza al pensar que tal vez una estrategia más
convencional hubiera resultado en un hueco para nosotros en muchos de los
festivales que tanto amamos en España”.
10) Malentendido
con el ICAA: “Nos concedieron una ayuda de 99.500 € para nuestro proyecto
transmedia. Un gesto valiente, ya que era la primera ayuda a un proyecto de
estas características, que se distribuiría gratis por internet. (…) Fue una
ayuda con numerosos problemas ya que se sacó con un poco de prisa (…), pensada
para un modelo industrial muy convencional y nuestro proyecto era justo lo
contrario (…). Cual fue nuestra sorpresa cuando dos años después, en el proceso
de justificar los gastos, nos llegó una carta del ICAA diciéndonos que esto no
era correcto y que no podían admitir esos sueldos como inversión del productor,
así como otros gastos por el hecho de haberlos realizado en Letonia, lugar
donde rodamos la película y los episodios. (…) Fuimos a hablar con ellos de
nuevo en persona y en varias reuniones, de nuevo con gran tacto y cariño,
genuinamente preocupados por el proyecto y entendiendo la circunstancia (…). Unos
meses después, todas estas palabras se las llevó el viento y nos llegó un
recurso desde el ICAA reclamando la devolución de 73.000 € de los 99.500 €
concedidos (…). Creemos, a pesar de todo, que la razón está de nuestro lado y
que tenemos suficientes pruebas para justificar lo que decimos y que esa
reclamación no se haga efectiva, pero para ello hemos tenido que preparar la
defensa del proyecto con abogados expertos, ya que el último recurso que nos
queda es interponer un recurso contencioso-administrativo. Esta circunstancia
ha terminado por llevarse lo poquísimo que quedaba en nuestras arcas y ese
fondo que habíamos guardado para mantener la productora a flote se ha ido al
garete”.
“May day, may day”: salvemos al Cosmonauta
El
artículo de Carola Rodríguez
termina de modo agridulce: “Nos queda una sensación de feliz frustración.
Miramos atrás y vemos cómo sacamos lo mejor de nosotros pero con esa sensación
de frustración al pensar que no fue suficiente, que de momento no se han
logrado pagar los sueldos diferidos al equipo ni devolver su dinero a los
inversionistas. Y todo eso nos deja llenos de dudas y preguntas: ¿Realmente lo
hicimos todo lo bien que podíamos? ¿O no era el momento para tener retorno con
un proyecto así? ¿Fuimos demasiado ambiciosos? ¿O inocentes quizá? ¿Soñamos
demasiado alto?”.
Y
continúa: “Desde que comenzamos, creímos fervientemente en el modelo basado en Creative
Commons, day&date, en internet
gratis y con crowdfunding. Eso nunca
lo cambiamos y cuando gritamos a los cuatro vientos que veíamos modelo de
negocio en este sistema, lo creíamos de verdad. Entonces, ¿nos equivocamos? La
desolación de estas preguntas a veces nos ahoga. Nos llena la cabeza de agobio
y una sensación terrible de deuda. Deuda moral, no ya económica. Por eso,
además de daros las gracias (unas gracias llenas, completas, felices,
rebosantes), queremos también pediros perdón. Perdón a todos aquellos de
vosotros con los cuales todavía no hemos podido cumplir nuestras promesas y
nuestros compromisos. Estamos trabajando en ello. Con todas nuestras fuerzas. Y
hasta el fin del mundo si es necesario”.
En mi opinión, la aventura de El Cosmonauta no merece este final. Es
posible que haya sido un proyecto ingenuamente ambicioso, que hayan llegado en
un momento inoportuno, que pagar por internet sea todavía una barrera de
entrada, que la película no ha gustado mucho, o que los incentivos
para pagar por ella no hayan sido suficientes. Personalmente, me parece una
película muy digna, magníficamente realizada (con los escasos medios
disponibles), con una cuidada puesta en escena y actores solventes. Sin
embargo, la historia es poco convencional. Se trata de un cine reflexivo,
poético, un tanto frío y caleidoscópico, no apto para el gran público. Prueba de ello es la
puntuación de 4,4 en Imdb. Pienso
que, entre todos, este es su principal “defecto”. El crowdfunding sirve para financiar el proyecto, pero una vez llegado
al mercado, el público tiene la última palabra. Debería funcionar solo, y no ha
ocurrido así. Con todo, algo más ha fallado cuando solo el 2,5% de los que han
visto la película a través de la web oficial han decidido pagar por ella. Seguimos
en la cultura del “todo gratis” en internet y somos poco dados a dar más de lo que recibimos.
Pese a todo, el esfuerzo realizado
por este equipo en todos sus frentes ha sido ímprobo, y solo por eso merecen un
final más feliz que el de la propia historia contenida en la película. Han
roturado un camino que bien pudiera servir a otros. Quizá esté de nuestra parte
ayudar en alguna medida. “Ahora sólo nos queda cruzar los dedos para que todo
esto se resuelva de la mejor forma posible –concluye Carola Rodríguez –, para que los fracasos se compensen con los
éxitos y para que algún día podamos decir que lo hicimos, que terminamos, que
todo salió bien. O más que bien, mejor”.
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