Hace ya un par
de meses nos dejó Elías Querejeta
(1934-2013), uno de los productores más emblemáticos del cine español y europeo
de las últimas décadas. En su momento, se publicaron numerosos obituarios,
testimonios y artículos en homenaje, tanto en la prensa
nacional como internacional.
Por mi parte, he querido dejar pasar un tiempo antes de escribir estas letras
de reconocimiento a su persona y a su larga y
exitosa trayectoria profesional. No es mi intención repetir información biográfica o filmográfica
ya conocida ni presentar una simple semblanza, sino resaltar su figura en el
panorama cinematográfico reciente.
El resurgir del productor creativo
El perfil profesional del productor cinematográfico ha atravesado
etapas muy diversas en su primer siglo de vida. A momentos de gran protagonismo
y esplendor –época del sistema de estudios de Hollywood, o de los grandes
centros de producción en diversos países de Europa en la primera mitad del
siglo XX–, han sucedido otros de empequeñecimiento y olvido –tras el auge del
llamado cine de autor a partir de los años sesenta–. Sin embargo, la década
siguiente vería florecer de nuevo la figura del productor y, más en concreto,
del productor creativo.
En efecto, a partir de ese momento –y con particular fuerza en los
ochenta y noventa– emergió una nueva generación de productores a ambos lados
del Atlántico que actuaron como origen e inspiración de proyectos y
contribuyeron a restaurar la confianza en este quehacer profesional. Así
sucedió también en Europa, pese a la fuerte tradición del cine de autor.
Algunos ejemplos son Carlo Ponti, Dino De
Laurentiis, y Franco
Cristaldi en Italia; Pierre
Braunberger, Claude
Berri, Alain Poiré o Marin
Karmitz en Francia; Bernd Eichinger y Dieter Geissler en Alemania; David
Puttnam y Jeremy
Thomas en Inglaterra; Elías Querejeta y Andrés Vicente Gómez en España.
No todos comparten los mismos principios, ni representan un mismo
estilo de producción. Sin embargo, todos ellos han logrado asociar un valor a
su nombre, creando una cierta “marca” o “sello” personal. En otras palabras,
son productores cuyo nombre se conoce –algo muy excepcional en esta profesión. Todos
ellos han desempeñado un papel protagonista en sus respectivas cinematografías
nacionales, han sido descubridores y promotores de directores que a la postre
han resultado emblemáticos, y con sus películas han contribuido a la fama
internacional del cine de sus respectivos países.
Un productor-autor
Entre todos ellos, Elías Querejeta puede considerarse un pionero,
no sólo por comenzar su carrera a principios de los sesenta, sino por su genio
autodidacto, su agudeza e intuición cinematográficas y su particular
entendimiento de este oficio (como veremos en el próximo artículo, con sus
propias palabras). Su nombre está asociado a los trabajos
iniciales de Antxón Eceiza, gran parte de la filmografía
de Carlos Saura, el descubrimiento y
confirmación de Víctor Erice, la primera película de Manuel Gutiérrez Aragón, obras fundamentales de Ricardo Franco, Francisco Regueiro y Jaime Chávarri, y el lanzamiento de Montxo Armendáriz, Fernando León de Aranoa y, por supuesto, de su hija Gracia Querejeta.
Uno de ellos, Gutiérrez Aragón, sintetiza así la herencia dejada por este productor: “Querejeta fue el primero que se planteó y consiguió que el producir fuera un arte comparable al de pintar, escribir o dirigir cine. Elías consiguió algo riguroso y aseado. Marcó un estilo en cuanto a la compenetración de un equipo formado por creadores”.
No es de extrañar que su figura haya atraído el interés de diversos estudiosos, hasta el
punto de que se trata de uno de los pocos productores europeos sobre los que se
han escrito varios libros. En 1986 se publicó El cine de Elías Querejeta: un productor singular, de Juan Hernández Les (Bilbao: Ediciones Mensajero),
a partir de una tesis doctoral (pionera en España). Diez años más tarde, el Festival de San
Sebastián homenajeaba la trayectoria de Querejeta con el volumen Elías Querejeta: la producción como discurso, escrito por Jesús Angulo, Carlos F. Heredero y José Luis
Rebordinos (San
Sebastián: Filmoteca Vasca, 1996). Finalmente, en 2011 vio la luz The
films of Elías Querejeta: a producer of landscapes, de Tom Whittaker (Cardiff:
University of Wales Press).
Como han afirmado algunos de estos autores, “sucede
que estamos ante un raro y excepcional caso –al menos en España– de productor-autor
cuya huella se deja ver, si bien en unos títulos con más intensidad que en
otros, sobre la superficie de las películas que llevan su marca”, aunque
entienden como abusiva “la consideración generalizada de Querejeta como
co-autor de los títulos producidos por su empresa” (Angulo et al.). Sea como fuere, su aportación no se ha quedado en el planteamiento empresarial o en la provisión de recursos. Su cine se ha
caracterizado más bien por ser “ideológicamente comprometido, socialmente consciente, intelectualmente
activo, estéticamente exigente e industrialmente firme” (Angulo et al.). Son pocos los cineastas de los
que se puede predicar semejante equilibrio de cualidades. Quizá por ello mismo merezca el
calificativo de Productor,
con mayúscula.
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y autoría (9/7/12)
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