A lo largo de
las últimas semanas, varias noticias en la prensa especializada se han hecho
eco de los primeros acuerdos para dar un paso más en la implantación efectiva
del estándar digital en el mercado cinematográfico. En concreto, la transmisión de películas vía satélite a los
cines directamente. Hace diez días, por ejemplo, The Hollywood Reporter anunciaba el
acuerdo al que habían llegado la Digital
Cinema Distribution Coalition (DCDC) –consorcio tecnológico participado por
Warner y Universal que impulsa en Estados Unidos la implantación del cine
digital– y cinco grandes estudios de Hollywood (Lionsgate, Universal, Disney, Warner y Paramount) para distribuir sus películas
de estreno vía satélite.
Según indicaba
el portavoz de la DCDC, Randolph Blotky,
“el objetivo es disminuir los costes de distribución al mínimo posible, incluso
hasta cero, con el paso del tiempo”. Y Dan
Fellman, responsable de distribución nacional de Warner, aseguraba que
“este nuevo servicio garantiza que el público recibirá la experiencia
audiovisual de mayor calidad posible al tiempo que los exhibidores y los
proveedores de contenido alcanzarán un modelo de negocio más estratégico,
seguro y rentable”. Según la analista que firmaba esta noticia, “es posible que
éste sea el último año en que se distribuyen copias físicas en los cines
norteamericanos”.
Por otro lado,
esta misma semana hemos asistido a la presentación en España de un nuevo sistema de transmisión de películas vía satélite
directamente a los cines, desarrollado por Deluxe Spain,
en la colaboración de Ericsson,
MoMe e Hispasat,
tal y como recoge Panorama Audiovisual. Esta innovadora propuesta agiliza enormemente
el proceso de distribución y garantiza al mismo tiempo la eficiencia y la seguridad.
Se estima que, en un principio, podrán distribuirse 20.000 copias de
películas y 30.000 tráilers al año en cerca de 2.000 salas de cine, en todo el
territorio nacional, a través del satélite Hispasat 1E y sin necesidad de
utilizar ningún tipo de soporte físico.
Presentación de la nueva tecnología en los cines Callo de Madrid |
La transmisión de películas vía satélite
supone un importante avance en la consolidación del formato digital como
estándar definitivo y en la desaparición total de la copia física –y, en
consecuencia, de sus consiguientes problemas logísticos–. La sustitución de las latas de celuloide que los cines recibían de las
distribuidoras por la actual copia digital –el Digital
Cinema Package o DCP– ha supuesto sin duda un primer paso. Sin embargo,
mantiene todavía las complicaciones de una logística basada en copias físicas.
En este caso, el DCP se distribuye a través de discos duros que se envían a los
cines por medio de embalajes muy protegidos, dada su fragilidad. Los exhibidores
descargan el DCP en el servidor del proyector y posteriormente deben devolver
el disco duro a la distribuidora para su reutilización. Todo ello exige una
logística no exenta de riesgos, así como unos tiempos de entrega de las copias que
varía entre unas pocas horas y varios días, según la ubicación de las salas.
Gráfico que recoge el proceso de transmisión de películas a las salas de cine vía satélite |
Todo este
proceso podrá sustituirse ahora por una única transmisión de la película desde un
servidor central a todos los cines de modo simultáneo, vía satélite. Con el fin
de proteger estos envíos de la piratería,
los exhibidores recibirán una contraseña digital que les permitirá desencriptar
la película. En el caso de España, por ejemplo, gracias a la capacidad del
satélite Hispasat, los cines podrán descargar una película de tamaño medio –unos
200 gigabytes- en unas tres horas y
un tráiler en apenas unos minutos.
Tal y como se
apuntaba al comienzo, la transmisión de cine vía satélite revolucionará el actual modelo de negocio de productores, distribuidores
y exhibidores. Sin embargo, existen todavía importantes incógnitas. Los distribuidores, tal y como los conocemos,
tenderán a desparecer o deberán reconvertirse, ya que esta nueva tecnología
elimina la intermediación entre los proveedores de contenido y los puntos de
venta; sólo sobrevivirán aquellos que, de hecho, se hayan reconvertido también en
(co)productores (como ocurre con los grandes estudios de Hollywood). Por su
parte, los exhibidores ahorrarán
costes de personal e infraestructura y ganarán en variedad de oferta (no sólo
películas sino todo tipo de entretenimiento y espectáculos). Y los productores disfrutarán de las ventajas
de una relación más directa con el consumidor (desaparición de intermediarios),
que permitirá poner productos en el mercado a un menor coste y, por tanto, de
una mayor participación en los beneficios de explotación.
Queda por ver, sin embargo, si al anunciado –y
evidente– ahorro de costes en la distribución se traducirá en un descenso en el precio de las entradas.
Entre todas las opciones de ocio audiovisual, el cine es el que ha sufrido una
mayor escalada de precios. Sin embargo, este punto no está claro. De hecho, en
otras industrias como la editorial, los excesivos precios de las copias
digitales (ebooks) sigue sin reflejar
el ahorro real del proceso. Y, lo que es más preocupante, no se ha reajustado
equitativamente el porcentaje de los derechos de autor (aunque el coste de
producción y puesta del producto en el mercado ha disminuido de manera
drástica, no ha aumentado proporcionalmente el porcentaje correspondiente a los
autores). Tarde o temprano, el mercado se plegará a la nueva realidad y
aquellos que posean derechos sobre contenidos audiovisuales tendrán la
capacidad de imponer sus normas. Porque, en definitiva, en el nuevo escenario
digital, el contenido sigue siendo el rey.
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