sábado, 9 de febrero de 2013

Netflix y los nuevos competidores del mercado televisivo


Hace escasos días, Netflix estrenó gratuitamente el primer episodio de la serie House of Cards, para todos aquellos suscriptores que dispusieran de banda ancha en los países donde opera esta compañía de video-on-demand. Este serie dramática de 13 capítulos sobre la corrupción política, protagonizada por Kevin Spacey, Robin Wright y Kate Mara, con David Fincher como productor ejecutivo, se suma a otras producciones originales de esta plataforma (como la comedia de humor negro Lilyhammer o la serie de terror Hemlock Grove).

Lo curioso de este caso es que Netflix compitió con HBO, Showtime y AMC por los derechos, y acabó convirtiéndose en coproductor de la serie junto con Media Rights Capital, aportando más de 100 millones de dólares. Además, y al contrario que sus competidores –que ofrecen las series sujetas a una periodicidad semanal–, Netflix ha apostado por una modalidad a la que denomina visionado compulsivo: la serie está disponible al completo, para deleite del espectador, que decide si ve los capítulos a diario, semanalmente, o todos de un tirón.  Según Reed Hastings, director general de la plataforma, hay que acomodarse a lo que el nuevo público quiere. “¿Por qué no va  a ser posible que el espectador vea todos los capítulos que quiera cuando quiera?”. Para el máximo responsable de Netflix, ofrecer series con periodicidad semanal es comparable a seguir publicando novelas por fascículos.

Algunos analistas señalan los problemas más evidentes de esta modalidad. Por un lado, puede fomentar los “suscriptores fantasma”, aquellos que se acogen al primer mes gratuito, ven toda la serie y luego no renuevan. Por otro lado, se pierde la eficacia del efecto “boca-oído”, que puede ganar en intensidad mediante una explotación más larga (13 semanas). Finalmente, impide a los creadores de la serie reajustarla a los gustos del público, como ocurre en la mayoría de los casos (cambios introducidos a raíz de los tests de audiencia).

Hacia la “cableización” de internet

Sea como fuere, este audaz movimiento de Netflix como distribuidor, programador y productor de contenidos es un ejemplo de hasta qué punto está cambiando la industria del entretenimiento. Y no sólo en lo referente a la configuración de las ventanas tradicionales –en especial, del llamado home entertainment–, sino también en el número de “jugadores”. En efecto, en un entorno de oligopolio dominado por las grandes productoras-distribuidoras (majors hollywoodienses) y las principales cadenas de televisión en abierto (NBC, ABC o CBS) o de pago (HBO, Showtime o AMC) han aparecido nuevos competidores ligados a internet y a las redes sociales, como la propia Netflix, Hulu, Amazon o YouTube. De ahí que, hace ya algunos meses, The Wrap publicara un provocador artículo bajo el título de “Will Netflix, YouTube, Hulu Content Create a 'Second Revolution' in Television?”.


Estos nuevos jugadores no sólo se han introducido en un terreno de juego hasta ahora vetado, sino que han comenzado a cambiar las propias reglas de la competición. Desde el punto de vista de la producción de contenidos, todos ellos han comenzado a desarrollar estrategias de contenidos exclusivos. Aparte de House of Cards, Netflix emitirá hasta media docena de series propias este año, así como nuevas temporadas de Arrested Development. Por su parte, Amazon continúa desarrollando unos 20 de proyectos a través de Amazon Studios, y espera financiarlos a través de crowd-sourcing. Entre éstos, se encuentra una película de zombies en la que participa Clive Barker, una adaptación de la novela Seed –publicada por ellos mismos– y otras cinco producciones dirigidas al público infantil. Hulu también produce sus propios programas, como la dramedia Battleground y un talk-show con Larry King. En cuanto a YouTube, ha invertido más de 100 millones de dólares en producción propia, y en lanzar más de mil canales de nicho (desde cocina o viajes, a comedia o música).

En cuanto a la programación, todas estas plataformas se basan en el modelo de narrowcasting, más acorde con el mercado fragmentado y los hábitos de consumo de la nueva generación de espectadores. Refiriéndose al caso de YouTube, un analista de Screen Digest afirma: “Google no está tratando de hacer otra cosa que llevar a cabo una segunda revolución en el mercado televisivo, que no es menos importante que cuando migramos de la televisión en abierto a la televisión de pago. Mediante el lanzamiento de 1.000 canales especializados, desequilibrará la economía televisiva otra vez”. Y pese a ser todavía noveles en estas lides, ya ha comenzado una feroz competencia entre ellos (vista la decidida estrategia de Netflix, Amazon ha lanzado recientemente la opción premium Amazon Prime y Hulu ha hecho lo propio con Hulu Plus).

En suma, como apuntaba Rob Barnett, fundador y director general de My Damn Channel durante la última feria NATPE, “estamos asistiendo a la ‘cableización’ de internet, donde el espectador puede navegar entre las diferentes ofertas de programas especializados de igual modo que lo hacía en el cable”.

El contenido sigue siendo el rey

      Detrás de la estrategia de producir sus propios contenidos se encuentra el principio más básico del modelo de negocio audiovisual: quien posee derechos sobre programas, series o películas, tiene garantizado el futuro en esta industria. De ahí que la mayoría de estas plataformas estén dejado de ser meros distribuidores para convertirse en creadores de nuevas (y exclusivas) franquicias, potenciando así su imagen de marca. Quedan lejanos aquellos días en que Netflix basaba su negocio en ofrecer catálogos de películas y series clásicas que había adquirido por un módico precio.

    En los últimos tiempos los estudios de Hollywood han renegociado al alza los precios que estas compañías de vídeo-a-la-carta pagan por los derechos, y lo seguirán haciendo. Además, cada vez son más reacios a la exclusividad. “Los propietarios de contenidos están aumentando más y más el precio por los derechos, y Netflix no puede seguir pagando esas cantidades”, afirma un analista de Forrester Research. “Los estudios están mirando a estos proveedores digitales como Hulu, Amazon, Netflix y Apple y piensan que si el mercado va por ahí, habrá que cobrarles mucho más”.

Epix, que es propietaria de los derechos digitales de películas de Paramount, Lionsgate y MGM, firmó un acuerdo con Amazon en septiembre, poniendo fin a su acuerdo exclusivo con Netflix. Por su parte News Corp, que difunde Fox, Comcast (NBC) y Disney (ABC) anunció que estaban replanteándose acabar su relación actual con Hulu. Sin embargo, la demanda de contenidos exclusivos nunca ha sido tan enorme, según los analistas. Ahí es donde estas plataformas tiene una gran ventaja.

La apuesta por los contenidos propios, de momento, es clara. Habrá que ver si la respuesta del mercado está en consonancia y si pueden mantener un volumen constante de producción propia. De igual modo, la respuesta de los estudios de Hollywood –en forma de alianzas o competencia– no tardará en llegar.



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