El pasado
domingo el cine español desfiló por la alfombra roja, fiel a su cita anual con
los Premios Goya.
No hubo grandes sorpresas, aunque el evento no estuvo exento de cierto suspense
final. La resaca de estos primeros días permite ofrecer un balance algo más
sosegado. Y la primera realidad que salta
a la vista es que el cine español
confirma esos nuevos aires que ya venía anunciando en años anteriores: se
trata de un cine que ha recuperado el respeto de su propio público y del
público internacional; un cine que ya no puede ser tildado de un género en sí
mismo, sino que compite en igualdad de condiciones con películas de cualquier
parte del mundo; un cine en el que florece la savia nueva de jóvenes talentos –junto
con la maestría de cineastas veteranos–; un cine que deja ver cómo el nivel
creativo y técnico de nuestros profesionales ha alcanzado cotas hasta ahora
inimaginables.
Pablo Berger (Fuente: El País) J. A. Bayona |
Blancanieves ha sido
la gran triunfadora, sin demérito alguno para las otras candidatas. Esta
singular y original obra de Pablo Berger partía como
favorita, y ha obtenido 10 de los 18 premios a los que aspiraba (entre ellos,
Mejor Película y Mejor Guión Original). Le faltó la guinda de la Mejor
Dirección, arrebata por el inconmensurable J. A. Bayona
de Lo imposible, película que también
se llevó un total de 5 premios (la mayoría en aspectos técnicos). Grupo 7, de Alberto
Rodríguez, obtuvo el reconocimiento en dos categorías interpretativas y
la última película de Trueba, El artista y la modelo tuvo que
contentarse con las 13 nominaciones. Aparte, Las aventuras de Tadeo Jones fue la otra gran afortunada, al
obtener 3 de los 5 premios en los que competía (Mejor Película de Animación,
Mejor Director Novel y Mejor Guión Adaptado).
Las cuatro
películas nominadas a la categoría de Mejor Película –según ha sido ampliamente
comentado– reflejan una variedad de géneros
y estilos propios de una cinematografías madura y abierta, que combina la
calidad artística con el atractivo comercial. La agridulce versión muda del
cuento de los Hermanos Grimm encandila por su entramado de contrastes –luz y
oscuridad, crueldad y ternura– por los que desfilan unos personajes tan variopintos
como entrañables. El tsunami de Bayona
ha arrastrado a millones de espectadores en el mundo entero, provocando un
brutal remolino de emociones. La apuesta estética de Trueba realza el cine autoral,
y el thriller policiaco de Rodríguez,
situado en la Sevilla de la Expo, posee los mejores ingredientes del género.
Desde el punto
de vista de recaudación y espectadores
(véase tabla adjunta) se aprecia la enorme diferencia entre los títulos más comerciales
(Lo imposible y Tadeo Jones) y los dos últimos más autorales (si bien el reestreno
de Blancanieves posibilitará que supere el millón de euros de
recaudación).
Fuente: ICAA |
Habrá que
esperar a los datos de explotación en los mercados
internacionales para comprobar el tirón de nuestro cine más allá de
nuestras fronteras. De momento, las dos primeras llevan una buena carrera. Lo imposible se ha estrenado en 50
países y lleva recaudados 140 millones de euros; Tadeo Jones ha llegado ya a 15 países, aunque no se conocen todavía
datos de recaudación. Y muy probablemente las películas de Berger y Trueba
obtengan también un buen espaldarazo internacional (número de países), dentro
de su carácter más especializado.
Al mismo
tiempo, los Premios Goya de este año han puesto de relieve la calidad y
competencia profesional de nuestros técnicos y artistas. Tal es el caso de Pau Costa y Félix Bergés
(de El Ranchito), responsables de los
efectos especiales de Lo imposible,
que han dejado con la boca abierta a más de un experto de Hollywood (baste con
comparar la secuencia del tsunami con
la de la película Más allá de la vida).
De hecho, han logrado también el premio a los mejores efectos especiales que
otorga la Visual
Effects Society (VES) norteamericana. En esta misma línea, Sandra Hermida,
premiada con el Goya a la Mejor Dirección de Producción por Lo imposible, comienza a labrarse una
carrera cada vez más internacional. Y lo mismo cabe afirmar de Paco Delgado,
Goya al Mejor Diseño de Vestuario, entre cuyos últimos trabajos se encuentra Los miserables
(2012) o de Oriol Tarragó,
premiado –entre otros– por su diseño de sonido en la película de Bayona.
Capítulo
aparte merece la animación. El Goya
de Tadeo Jones no ha sorprendido a
nadie y, francamente, es muy superior a las otras cintas candidatas. Muy
esperanzador resulta el panorama que apuntan los cortometrajes de animación –en
especial, el magnífico El vendedor de
humo, de la escuela Primer Frame,
que recuerda a El hombre orquesta
(2005) de Pixar–, detrás de los cuales
se aprecia un talento deslumbrante.
En
suma, el panorama creativo, artístico y técnico de nuestro cine resulta, cuanto
menos, alentador. Esperemos que la actual coyuntura económica no lo ahogue, y
que la puesta en marcha del think tank
para hallar fórmulas estables de financiación dé sus frutos. Nuestro cine lo
merece.
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