miércoles, 26 de septiembre de 2012

De dónde surgen las ideas o cómo buscar la inspiración: una clase magistral con Lord Puttnam

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Durante casi tres décadas, el nombre de David Puttnam ha estado asociado a películas de éxito. En efecto, entre su filmografía se encuentran títulos como El expreso de medianoche (Midnigth Express, 1978), Carros de fuego (Chariots of Fire, 1981), Un tipo genial (Local Hero, 1983), Los gritos del silencio (The Killing Fields, 1984), La misión (The Mission, 1986) o Memphis Belle (1990). Entre todas ellas, han cosechado 10 Oscars, 25 Premios BAFTA (los “Goya” británicos) y la Palma de Oro de Cannes. Protagonista del resurgir del cine británico durante los años 80, Puttnam impulsó las carreras de directores como Alan Parker, Ridley Scott, Adrian Lyne, Hugh Hudson o Roland Joffé, e incluso llegó a estar al frente de un estudio de Hollywood (Columbia Pictures). Si algo ha caracterizado el trabajo de Puttnam como productor es su aproximación creativa a este oficio (hasta tal punto se involucra en sus películas, que puede hablarse de un sello o impronta personal) y su encendida defensa de la responsabilidad social de todos aquellos que trabajan en el cine o la televisión. Desde que se retirara de la producción en 1998, poco después de ser nombrado Lord de Inglaterra, Puttnam ha estado muy involucrado en asuntos  relativos a la educación, el medio ambiente y, por supuesto, las industrias creativas y los medios de comunicación.

Lord Puttnam (M.Castells)

Aprovechando su paso por el Festival de Cine de San Sebastián, ayer tuvimos la suerte de tenerlo de nuevo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, donde impartió una clase magistral sobre “Cine y memoria: de dónde surgen las ideas”. Resumo a continuación sus principales aportaciones.
 
En busca del germen creativo
La búsqueda de la idea o historia constituye la primera tarea creativa del productor. Todo cineasta está a la caza de aquella materia prima que pueda dar origen a una buena película. Para ello acude a distintas fuentes, sean guiones originales, obras de literatura o sucesos de la vida real. A este respecto, Puttnam subrayaba tres cualidades que todo buen guionista, director o productor debe poseer a este respecto. En primer lugar, la capacidad de sacar provecho de la propia experiencia vital, de esa memoria biográfica que configura a todo ser humano. “El mejor consejo que puedo dar a los futuros narradores audiovisuales es que no desprecien su propia historia, que se esfuercen por no olvidar, que atesoraren los recuerdos como fuente inagotable de ideas para personajes, secuencias e incluso películas enteras”. Un ejemplo, en su caso, serían sus dos primeras películas, con muchos elementos autobiográficos y generacionales: Fiebre de amor en clase (Melody, 1971) y That’ll Be The Day (1973).
Melody (1971)
  En segundo lugar, la capacidad de descubrir historias atractivas en sucesos históricos o actuales, en los que nos servimos más bien de la memoria biográfica de otros. Ahí se pone en juego la capacidad de “creer en las propias corazonadas, reconocer las ideas que aportan más valores y enfrentarse al reto de luchar para que lleguen al mayor público posible, con la esperanza de que contribuyan a cambiar el mundo”. Así surgieron proyectos como Carros de fuego (a raíz de un libro sobre la historia de las olimpiadas), Un tipo genial (una breve noticia aparecida en un periódico sobre el interés de una multinacional petrolera por un pueblo escocés) Los gritos del silencio (un reportaje extenso sobre el conflicto camboyano), La misión (la labor evangelizadora de los jesuitas en las llamadas “reducciones” y el conflicto a raíz de decisiones políticas).

Carros de fuego (1981)                          Los gritos del silencio (1984)                          La misión (1984)              
  Finalmente, la capacidad para inspirarse en la creatividad y el trabajo de los otros, buscando una adaptación más o menos directa. “No hay nada malo en inspirarse en ideas creativas de otros, y aplicarlas en nuestros propios proyectos, siempre y cuando lo reconozcamos”. En su caso, lo ilustra con el paralelismo formal que puede apreciarse entre las secuencias de las carreras en Carros de fuego y el documental Tokyo Olimpiad (1965); o en la estrecha relación que existe entre el documental Memphis Belle (1944), dirigido por William Wyler, y la película homónima que Puttnam produjo en 1990.

Sentido de paternidad y sentido del mercado
En otras ocasiones, Puttnam ha profundizado en otras características que deben acompañar al productor en esta primera y crucial decisión, como es la selección de una buena idea. En concreto, insistía en el matiz personal que todo proyecto debe tener, hasta el punto de considerar al productor como “el padre” de la criatura. “Salvo contadas excepciones o bien concibo yo mismo las historias o bien las encuentro en la vida real… Es algo instintivo para mí tener un cierto sentido de paternidad hacia el proyecto. Me cuesta entusiasmarme con un guión que viene de fuera y llega a mi mesa, por muy maravilloso que sea. No es mío, no tiene nada que ver conmigo”.
Junto a este sentimiento de paternidad, Puttnam opina que este germen inicial que llamamos idea o historia debe cumplir otros dos requisitos: por un lado, “debe despertar un sentimiento de pasión y compromiso hacia ella, y debe tener al mismo tiempo la capacidad de influir en un público amplio y diverso”. El primero de estos requisitos viene a ser la premisa para lograr que el proyecto salga adelante. “Más vale que nos aseguremos de que la idea o la historia que hemos adquirido nos apasione; porque si no es así, es prácticamente imposible que consigamos entusiasmar a otros”. Entre un productor y una idea hay algo de flechazo, de amor a primera vista. Desde ahí que acuda al símil del enamoramiento para explicar esta peculiar reacción: “Es imposible explicar por qué una historia se impone en tu imaginación por encima de cualquier otra. Es como intentar justificar por qué nos enamoramos de una mujer en una habitación donde hay otras que parecen igualmente atractivas”.

¿Hay crisis de ideas o de esperanza?
Ante la falta de buenas películas en el mercado actual y el clima de pesimismo debido a la recesión económica, Puttnam señalaba en su masterclass: “Quién sabe vivimos un tiempo en el que nos enfrentamos a una memoria en extinción o tal vez es que la gente no es feliz con sus recuerdos. Hoy día hay tres o cuatro películas buenas al año, cuando antes eran veinte y deberían seguir siendo veinte. Creo que falta contenido. Quizás el problema radica en la falta de compromiso por algo más grande, algo que vaya más allá”.
Como apuntaba en otra ocasión años atrás, la proliferación de películas de escasa calidad trae consigo un “reajuste a la baja” de los criterios valorativos: “Hay tanta película pésima que la película mala pasa a ser considerada mediocre, la mediocre se convierte en buena, y la que es realmente buena en excepcional. Se produce un rebajamiento de estándares”. A largo plazo, en opinión de Puttnam, esta degradación de calidad puede acabar minando los fundamentos sobre los que toda sociedad se sustenta. De ahí que plantee un importante reto a todos aquellos que trabajan en los medios audiovisuales: “Los cineastas, y quienes trabajan con ellos, tienen la considerable responsabilidad moral de seleccionar cuidadosamente aquellos proyectos que sirvan para identificarse con las necesidades del público; proyectos que ofrezcan, al menos, un cierto criterio de valores. Porque si nuestro trabajo ha sido bueno, la gente posiblemente saldrá del cine con unas cuantas nociones que la hará más libre y más capaz de enfrentarse al mundo en que vive”.

Lord Puttnam en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra (M. Castells)
 Y volviendo a sus recuerdos personales, concluía la sesión de ayer con un mensaje de esperanza: “El mundo en el que nací –pertenezco a la generación de los nacidos durante la Segunda Guerra Mundial (‘blitz’ babies) – era un mundo en el que se vivía intensamente la solidaridad: la gente confiaba en los demás, el apoyo de los unos en los otros era clave para subsistir y se pensaba en algo más. Quizá ahí esté el camino”.

© Alejandro Pardo, 2012. Quedan reservados todos los derechos. Puede reproducirse el contenido de este blog con permiso del autor.

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