La distribución puede considerarse el sector más débil de la industria
cinematográfica europea. Aunque el 75% de las películas europeas son
distribuidas por compañías independientes, el mercado está altamente
concentrado y bajo el control de empresas subsidiarias de las majors hollywoodienses. El aumento del
número de estrenos de año en año ha provocado una situación de saturación del
mercado que hace que la competencia sea todavía más ardua para las pequeñas
distribuidoras.
El espectador
europeo medio todavía posee escaso gusto por películas de otros países, en
especial por las que provienen de los territorios más pequeños y con menor peso
específico. Sólo el 20% de las películas producidas anualmente en Europa
alcanzan distribución fuera del país productor (o países productores, en el
caso de coproducciones), lo que representa apenas el 7% del mercado. Por el
contrario, aquellos filmes de la Unión Europea que consiguen estrenarse fuera
de sus fronteras alcanzan como media un 30% de ingresos en esos mercados –según
datos del Observatorio
Audiovisual Europeo (OAE).
El número de
títulos estrenados en cada territorio junto a la escasez de películas con
capacidad de cruzar fronteras ha conducido a una atomización del sector de la
distribución. En 2007, el OAE publicó un informe sobre la situación
del sector de la distribución europeo (con datos del 2005). Según ese
documento, Europa contaba en ese momento con 829 compañías distribuidoras, de
las que 646 (77.93%) pertenecían a países de la UE. Dentro de este grupo, más
de la mitad (375) estaban concentradas en los cinco grandes países de Europa
Occidental (Francia, Alemania, Reino Unido, Italia y España). Sólo la mitad del
total se consideraban distribuidores “activos”, entendiendo como tales aquellas
compañías que habían distribuido al menos una película en los últimos dos años.
En aquel momento, en la mayoría de los países de
Europa Occidental, los diez principales distribuidores –incluyendo tanto las
subsidiarias de las majors
norteamericanas como otras empresas independientes– acapararon el 90% del
mercado –con la sola excepción de Francia (79%)– con un promedio de entre 35% y
55% del número de estrenos. En Europa Central y Oriental, la concentración fue
todavía mayor: sólo los cinco primeros distribuidores superaban el 90% del
mercado, con cerca del 70% de los estrenos.
Un primer rasgo que podemos adelantar aquí es que,
en Europa, el oligopolio del mercado
cinematográfico está estrechamente relacionado con la posición dominante de las distribuidoras norteamericanas. En el
caso del Reino Unido e Irlanda, por ejemplo, las majors hollywoodienses alcanzaron el 80% del mercado como promedio
en el período 2000-2010; en Alemania, el 80% también; en España, el 60%; en
Italia, el 55%; y en Francia, el 40%. Según el informe antes mencionado del
OAE, de los 453 distribuidores activos que había en Europa en 2005, 389 estaban
en manos europeas, 55 pertenecían a las majors
americanas y 9 eran propiedad de inversores de otros países del mundo. Sin
embargo, la mitad de los 55 distribuidores controlados por intereses americanos
se sitúan entre las 40 principales empresas de distribución en Europa. Así por
ejemplo, según recoge Screen Digest, las distribuidoras
estadounidenses acumularon el 64,2% de los ingresos generados por las 100
primeras compañías de distribución en Europa en 2009. Como se observa en la siguiente
tabla, las filiales hollywoodienses
acaparan 8 de los 10 primeros puestos son norteamericanas.
Por otro lado, en Europa el número de espectadores cinematográficos se ha estancado, mientras
que los estrenos y el número de copias no ha dejado de aumentar en los últimos
años. En consecuencia, la competencia por encontrar un hueco en la programación
de los cines es cada vez más feroz. Así por ejemplo, aunque el número de estrenos creció en Europa un
39,7% entre 1995 y 2005 según Screen Digest, sigue siendo significativo
el porcentaje de películas europeas que se quedan sin estreno en su país de
origen dentro del primer año desde que fueron producidas –entre el 50% y
el 60% de las películas británicas, el
30% de las alemanas e italianas, y alrededor del 25% de las francesas y
españolas.
Como resultado, la permanencia en cartelera es cada vez más fugaz para la mayoría de
películas. Cada semana se estrenan en cada país europeo cerca de 10 películas
como media, y su “esperanza de vida” no va más allá de las dos semanas. Con
esta brevedad, apenas hay tiempo para que surta efecto el “boca-oído” y el
público pierde con frecuencia la oportunidad de ver una película concreta que
ha llamado su atención. Otras ventanas de explotación –como el DVD y la
televisión– también acusan esta saturación de títulos.
Además, en el sector de la exhibición, el crecimiento de los multicines ha tenido
dos efectos perversos: por un lado, la creciente concentración del sector; por
otro, el aumento de los costes de distribución (copias y publicidad) para tener
una presencia mínima en el mercado y poder hacer frente a la competencia. Los
distribuidores independientes no pueden competir con la arrolladora maquinaria
de marketing de los estudios de Hollywood –por no mencionar que muchos de ellos
se ha especializado en un tipo de cine menos comercial –y por tanto más arriesgado–, de indudable valor cultural, y
para el que necesitan apoyo promocional.
Curiosamente, ante tal panorama, las majors americanas han procurado fortalecer su posición en los mercados
europeos a través de alianzas con distribuidores locales, en un intento de
aumentar, por así decirlo, su arraigo en un territorio dado y diluir su imagen
de empresas foráneas. Aparte de un cierto “lavado de cara”, estas estrategias
no buscan sino aumentar la posibilidad de generar beneficio y eludir con
determinadas legislaciones proteccionistas. En consecuencia, las distribuidoras
norteamericanas no sólo están distribuyendo las películas “made in Hollywood”,
sino también un gran porcentaje de los títulos europeos de mayor éxito.
Por su parte, los distribuidores europeos han
desarrollado diferentes estrategias de integración
vertical y horizontal, en un intento de ser más competitivos. Según
desglosaba un informe elaborado por Europa Distribution en
2006, cabría distinguir hasta siete tipos de empresas de distribución en
Europa: (a) distribuidoras subsidiarias de los estudios de Hollywood; (b) distribuidores
independientes europeos, centrados principalmente en cine (y, en algunos casos,
también vídeo); (c) asociaciones entre distribuidores locales y las majors de Hollywood; (d) distribuidoras
integradas en grandes grupos mediáticos; (e) distribuidoras creadas por o
asociadas a compañías productoras; (f) distribuidoras creadas por o asociadas a
exhibidores; y (g) distribuidoras creadas por o asociadas a una cadena de
televisión. Por otro lado, una estrategia menos exitosa ha sido el intento de
crear distribuidores paneuropeos que puedan hacer sombra a las compañías
hollywoodienses a este lado del Atlántico (caso de Polygram,
Pan-Europeenne,
Dreamachine o Wild Bunch).
La mayoría de las estrategias mencionadas arriba
afectan a los grandes o medianos distribuidores europeos. Sin embargo, las
distribuidoras más pequeñas apenas pueden sobrevivir ante semejante saturación
del mercado y las agresivas estrategias de estrenos. Su producto tiene un
carácter mucho más marginal y no se encuentran en situación de establecer
acuerdos con las empresas estadounidenses. A ello se une, como hemos comentado
anteriormente, que las distribuidoras de Hollywood suelen emplear en ocasiones prácticas abusivas que restringen la
libertad de los exhibidores y pueden calificarse de competencia desleal, como la
compra a ciegas (blind-bidding) o por lotes (block-booking), por las que han sido condenadas en
tribunales europeos.
Para
un análisis más completo del sector de la distribución en Europa, puede accederse
al artículo “Effects
of Market Concentration in Theatrical Distribution: The case of the Big Five
Western European Countries”, publicado en la revista International
Journal on Media Management.
© Alejandro Pardo, 2012. Quedan
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