miércoles, 9 de julio de 2014

Cómo la digitalización está transformando la industria cinematográfica (3): Exhibición

            En esta tercera entrega sobre el impacto de la tecnología digital en la industria cinematográfica, nos centraremos en el sector de la exhibición. El aumento de calidad de imagen y sonido –aplicable no solo a grandes producciones sino también a películas modestas– así como la mejora de los aparatos de consumo doméstico (home cinema, smart TV), ha obligado a los exhibidores a potenciar la experiencia cinematográfica en salas y a diversificar su modelo de negocio, ampliando la oferta de contenidos.

Cine digital: mejora de la experiencia audiovisual


           Tal y como hicieron en la década de los 50, frente al desafío de la televisión, y en la década de los 80, frente a la implantación del vídeo, los exhibidores han respondido a la amenazada de la competencia digital mejorando los estándares visuales y sonoros de los cines, gracias a los nuevos formatos de imagen y sonido digital.

La explosión del fenómeno 3D a gran escala –en especial para largometrajes de imagen real–, comenzó en el año 2009, gracias al éxito de Avatar, que alcanzó los 2.800 millones de dólares en el mundo entero, y continuó con Alicia en el país de las maravillas (2010), que superó los mil millones. Desde entonces, se ha convertido en un estándar de las superproducciones de Hollywood. Y no solo eso: también se han comenzado a reestrenar clásicos de animación en 2D (como El rey león o La bella y la bestia), en 3D (Toy Story o Buscando a Nemo) u otros éxitos (Star Wars: la amenaza fantasma o Titanic) en tres dimensiones (todos ellos en 2012).



            De modo paralelo, los cines han ido incorporando progresivamente proyectores digitales. A fecha de hoy, cerca del 75% de los cines del mundo entero han migrado ya del estándar analógico al digital. De hecho, los primeros proyectores instalados, de calidad 2K, están ya siendo reemplazados por modelos 4K e incluso 6K. La mayoría de los estudios de Hollywood han anunciado que a partir de 2015 ya no estrenarán ningún título en 35 mm. (coincidiendo con el anuncio del cese de fabricación de celuloide por parte de los principales proveedores, como Kodak o Fuji). Un último hito en esta línea ha sido la introducción del estándar High Frame Rate (HFR), a 48 fotogramas por segundo, a raíz del estreno de la primera entrega de El hobbit, en diciembre de 2012, que obligó a los exhibidores del mundo entero a incorporar esta nueva tecnología entre sus opciones de proyección.

            En relación con la respuesta de los espectadores, las cifras de recaudación de estos últimos años muestran que el buen funcionamiento de las películas en 3D. En Estados Unidos, el porcentaje de taquilla perteneciente a películas estrenadas en este formato ha girado en torno al 18%. En Europa, este porcentaje bascula según países entre el 15% y el 25%.

Hacia la (bi)polarización del producto cinematográfico


           La nueva fisonomía del mercado cinematográfico llevará, según algunos expertos y profesionales, a una progresiva bipolarización del producto cinematográfico. De un lado, las películas más espectaculares –como las grandes superproducciones de Hollywood–, con grandes dosis de acción, efectos especiales y aventura, diseñadas especialmente para una experiencia sensorial inmersiva (3D, sonido digital envolvente), que serán estrenadas en la gran pantalla, y con visos de convertirse en franquicias. De otro lado, las películas convencionales, tanto comerciales como de nicho, que irán directamente al mercado doméstico (vídeo-bajo-demanda a través de la red). “Al final acabará habiendo muy pocos cines, y mucho más grandes –comenta George Lucas–. Ir al cine costará 50, 100 ó 150 dólares, lo mismo que ir a Broadway o a un partido de fútbol [americano] (…). Habrá grandes películas para la gran pantalla, con grandes presupuestos. Y el resto irán a la pequeña pantalla, tal y como sucede ahora”. Esas “grandes películas para la gran pantalla” se conocen como event-movies (“películas-acontecimiento” o “eventos cinematográficos”), caracterizadas no solo por convertirse en grandes éxitos de taquilla (blockbusters), sino por constituir un acontecimiento desde el punto de vista promocional (campaña de marketing extensiva e intensiva), mediático (atención generalizada de los medios) y social (referente de moda).



            Esta bipolarización tardará todavía un tiempo en ser efectiva, dado que depende del cambio en la actual secuencia de ventanas, así como de la consolidación del consumo online. En cuanto a lo primero, depende del consenso entre los representantes de cada mercado y, de momento, los exhibidores no parecen muy proclives a renunciar a su período de exclusividad. En cuanto a lo segundo, está ligado a la implantación de la banda ancha y a una oferta de títulos suficientemente atractiva.

Transformación de la exhibición: proyecciones de eventos y a la carta


           La proliferación de ventanas (o pantallas) ha llevado a que la competencia por exhibir el producto cinematográfico sea cada vez mayor. Como afirma Michael Gubbins, si bien “internet ha aumentado de manera sustancial el poder de elección del usuario y ha fragmentado el consumo, creando un deseo sin precedentes de consumo no lineal, de igual modo ha servido para fortalecer el deseo por lo auténtico y único. En lo referente a los deportes y a la música, por ejemplo, donde han proliferado los contenidos online y los canales televisivos especializados, las áreas de crecimiento se han producido en el terreno de los espectáculos en vivo”.

            Conscientes de la ventaja competitiva que supone las excepciones cualidades visuales y sonoras de las salas, los exhibidores han aprovechado este deseo para ampliar la oferta de contenidos –deportivos, musicales o culturales–. Así, en 2010 comenzaron en España las retransmisiones en algunos cines de partidos “estrella” de la liga de fútbol en 3D, así como la final del torneo de tenis Open de Madrid. Al año siguiente, la ópera Carmen (producida por la Royal Opera House) fue retransmitida en 3D desde un cine londinense a más de 1.500 salas repartidas por todo el mundo. De manera similar, el concierto del grupo de rock Iron Maiden titulado Flight 666 se proyectó en 500 salas de 42 países, con una asistencia total de más de cien mil espectadores. Lo mismo ocurrió durante las Olimpiadas de Londres en 2012. A estas proyecciones alternativas se las conoce como “Event Cinema” o “Alternative Cinema”. Según Screen Digest, los espectáculos extracinematográficos más frecuentes en los cines europeos durante el año 2012 fueron: ópera (36%), teatro (19%), ballet (13%) y conciertos musicales (11%).



            Otra fórmula nueva en fase de exploración por parte de algunos exhibidores –en este caso mucho más marginal– son las proyecciones a la carta (cinema-on-demand). Algunos ejemplos serían MovieMobz en Brasil o Moviepilot en Alemania. Básicamente, estas iniciativas consisten en reunir por internet una masa crítica de espectadores interesados en ver una película concreta, y acordar con un determinado cine la proyección de ese filme (alquiler de la sala), habiendo pagado las entradas por adelantado. Como cabe suponer, se trata de una actividad ligada a la cinefilia o a intereses de otro orden (iniciativas solidarias), y por tanto su rentabilidad es todavía marginal.

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