A mediados
del mes pasado saltó a la palestra informativa el acuerdo de fusión entre Comcast y Time Warner Cable
(TWC). La pólvora que provocó el estallido mediático no era tanto el hecho de
que TWC estuviera a la venta –otros pretendientes como Charter Communications habían mostrado su
interés en adquirirla–, sino el hecho de que fuera la compañía líder en el
sector del cable quien finalmente se hiciera con su inmediato competidor. Como
no podía ser menos, saltaron todas las alarmas anti-oligopolio. De hecho, el
acuerdo debe ser aún sancionado por los organismos reguladores competentes. No
es casualidad que en estas semanas se hayan multiplicado las voces que esgrimen
argumentos –más en contra que a favor– de esta operación. Este caso, como otros
parecidos, ofrece un buena ocasión para reflexionar en torno a qué hay detrás
de ciertas operaciones empresariales y cuáles son de sus consecuencias en el
mercado, así como qué papel juegan los contenidos en estas metaformosis
empresariales.
“Conglomerate
Hollywood”
En los
últimos veinticinco años, la industria hollywoodiense se ha visto succionada
por el torbellino que ha dado origen a estos grandes grupos de comunicación.
Como explica el historiador Thomas Schatz, la década de los 90 vio nacer el llamado Conglomerate Hollywood (“Hollywood
Corporativo”), o integración de las majors
en la amalgama multimedia de estas nuevas macroestructuras empresariales,
surgidas por el ímpetu arrollador de la digitalización y la globalización,
gracias a los nuevos aires desreguladores del momento. Como resultado, han ido
surgiendo estos nuevos gigantes mediáticos que recoge la tabla 1. Como se aprecia, son en su mayor parte
norteamericanos, si bien es cierto que la globalización de la industria y de
los mercados está llevando a la internacionalización de las compañías, tanto
desde el punto de vista del origen de sus recursos como del alcance geográfico
de sus operaciones. De tanto en tanto el tablero
vuelve a agitarse con la agrupación/incorporación de jugadores, pero, en
general, los jugadores de la primera liga siguen siendo los mismos.
Fuente: Mediadb, EAO y elaboración propia |
No está de
más recordar que estas fusiones empresariales, posibles gracias a la revolución
digital, se basan en la estrategia de aglutinar continentes (empresas de telecomunicaciones, operadores de cable,
satélite y plataformas digitales) y contenidos
(productoras y distribuidoras audiovisuales). El objetivo no es otro que
obtener el mayor control posible sobre la cadena de
valor del producto y sobre su explotación comercial, fomentando las posibles
sinergias en ese proceso. En este contexto hay que situar el acuerdo entre
Comcast y TWC.
Consolidación de una
posición de dominio
Resulta adecuado
precisar que TWC (anteriormente llamada Warner Cable Communications) se había
desprendido del grupo Time-Warner en
2009, y funcionaba como una empresa independiente, aunque mantuviera el mismo
nombre. Es más, no incluía otros canales emblemáticos del grupo como la CNN o la HBO,
que permanecían en la compañía matriz. A finales del año pasado, comenzaron los
rumores de que TWC estaba a la venta. Aunque Charter Communications había mostrado su interés en
adquirirla en repetidas ocasiones, de modo sorpresivo se anunció el cierre del
acuerdo con Comcast.
Por su
parte, Comcast es, a fecha de hoy, el primer grupo de comunicación a nivel mundial
según el volumen de facturación. Asimismo ocupa el primer puesto entre los
operadores de cable y proveedores de internet en Estados Unidos, y el tercero
entre los operadores de telefonía de ese país. En los últimos años, esta
compañía ha seguido una agresiva estrategia de compras y fusiones, que le ha
llevado hasta esa posición de liderazgo indiscutible.
Fuente: Variety |
La fusión
entre ambas compañías se ha realizado bajo la fórmula de intercambio de
acciones por valor de 45,2 billones de dólares. Esta operación ha originado un
importante terremoto en la industria del entretenimiento estadounidense, hasta
el punto de hacer saltar todas las alarmas por el peligro inminente de un mayor
oligopolio. La tabla 3 recoge el
ranking de los operadores de cable en Estados Unidos en 2013, o –como son
llamados ahora–, los multichannel video programming
distributors (MVPD).
Fuente: National Cable & Telecommunications Association y Compañías |
Detrás de
esta estrategia de Comcast se encuentra su deseo de posicionarse como el líder del
sector, a la vez que se dispone a hacer frente no solo a sus más inmediatos
competidores (los que figuran en esta tabla) sino a otros nuevos como Netflix, Hulu o Amazon
Prime. “Nuestra compañía representa una intersección única entre medios y
tecnología –afirma el presidente de Comcast, Brian Roberts–. La oportunidad de
innovar en productos, servicios y experiencia del consumidor tanto en el hogar
como en la empresa constituye nuestro principal motivación”. En efecto,
mediante esta operación, el nuevo gigante será capaz de aportar plenamente la
experiencia “TV Everywhere”, y las sinergias entre telefonía y televisión. Para
empezar, Comcast aportará a los suscriptores de TWC una velocidad de conexión
cinco veces superior a la que tienen ahora mismo.
Ahora bien,
¿puede ser beneficioso la creación de un oligopolio semejante, donde una sola
compañía acumulará casi el 30% del total de suscriptores, con presencia en 19
de los 20 circunscripciones o mercados televisivos de Estados Unidos?
La versión oficial
En un
alarde de buenas prácticas de comunicación corporativa, Comcast emitió un comunicado
en su momento en el que se esfuerza por presentar los beneficios de esta
fusión. Estos son sus principales puntos:
- Comcast se desprenderá de algunos canales para no superar el 30% del mercado (número de suscriptores) y cumplir así con la regulación antimonopolio.
- Esta operación no hace peligrar la competencia en ningún mercado relevante, ya que Comcast y TWC no compiten en los mismos mercados regionales del país. Esta ausencia de solapamiento horizontal asegura que la operación no perjudicará a la competencia ni reducirá la capacidad de elección de los consumidores.
- Los beneficios para los suscriptores serán múltiples: aumento de la oferta de contenidos (más de 50 mil títulos a través de VOD, más 300 mil programas a través de Xfinity TV), mejores conexiones (velocidad banda ancha), mejores transacciones, mejores opciones publicitarias.
- Aunque reconocen la existencia de cierta preocupación sobre la merma de competitividad en este mercado, piensan que las principales críticas provienen de sus inmediatos competidores. No siempre el mayor tamaño implica abuso de poder. En cualquier caso, están en manos de la Federal Communications Commission (FCC), organismo regulador que deberá aprobar la fusión.
Así pues,
el camino no está ni mucho menos expedito. Quizá por ello mismo la compañía que
lidera Brian Roberts continúa
haciendo un intenso lobbying en Washington –según el Centro de Políticas Responsables (Center for Responsive Politics), Comcast ha invertido 18,8 millones de
dólares en esta actividad (y entra en el ranking de las diez empresas que más
gastan para obtener beneficio político). Sin embargo, su labor de
convencimiento no se reduce a la arena política.
Motivos para la
preocupación
Utilizando
un eslogan que se hizo famoso en nuestro país –en otro ámbito de
reclamaciones–, podríamos decir que “hay motivo” para entender el clamor de
voces críticas. De hecho, ya hay circulando por Twitter el mensaje “Don’t let #ComcastTWC kill
Competition and Innovation”.
A simple
vista, desde luego, basta observar la tabla anterior o la siguiente para
advertir que la situación de oligopolio es, cuanto menos preocupante. Si
aplicáramos los índice de concentración más comunes a ojo de buen cubero, nos
saldría un resultado elocuente. Por ejemplo, el Four Firm Concentration Ratio (CR4) mide el grado de concentración
a partir de los porcentajes de mercado acumulados por las cuatro compañías
líderes en un sector. Así, se entiende que existe una situación de monopolio si el ratio se acerca al 100%;
y de oligopolio si supera el 40%. Si
los porcentajes son menores al 40%, se habla de competencia perfecta. Como se ha visto, la fusión entre Comcast y
TWC roza el 30% del mercado, y se llega al 40% con las cuatro primeras
compañías. El otro baremo es el índice
Herfindahl-Hirschman (HHI). En términos sencillos, HHI clasifica de 0 a
10.000 la situación de una determinada industria, siendo 0 el caso de que una
industria concreta esté formada por multitud de pequeñas compañías de tamaño
parecido, y 10.000 el caso de una industria formada por una sola compañía en
total monopolio. A partir de aquí se establecen distintas escalas: Por encima
de 2.500, se habla de “muy concentrado”;
entre 1.500 y 2.500, “moderadamente concentrado”; y por debajo de 1.500, “poco
concentrado”. En este contexto, se mide el impacto de las fusiones
empresariales. Si una determinada operación hace que el índice HHI de un sector
varíe entre 100 y 200 puntos, salta la alarma de los organismos reguladores. Según
ha publicado algún analista,
el HHI resultante de la fusión rozaría la figura de 2.500, una cifra que
supondría un aumento de 500 o 600 puntos con respecto a la situación actual.
Tabla 4: Ranking proveedores de internet (banda ancha)
Fuente: Gigaom |
No es de extrañar, por tanto, el coro
de voces críticas en contra de esta fusión, cuya compañía resultante actuará
como gatekeeper (posición dominante)
en el negocio de los alquileres de la red para servicios de banda ancha. Según
un informe de la firma Moffett
Nathanson Research, “con esta nueva fusión los programadores se verán en la
obligación de llegar a acuerdos de alquiler o de uso de la red con Comcast-TWC,
de modo que esta compañía tendrá un control casi unilateral sobre lo que
llegará o no al público norteamericano”. Y un abogado de una asociación
defensora de los derechos de los consumidores añade: “La compañía resultante será
como el matón en el patio del colegio, capaz de dictar los términos a los
creadores de contenidos, a las compañías de internet, a otras redes de
comunicaciones que debe interconectarse con ella, y a los distribuidores que deben
acceder a su contenido”. En términos semejantes se expresa el presidente de la
asociación Free Press: “Comcast
tendrá el poder de mercado sin precedentes sobre los consumidores y una
capacidad sin precedentes para ejercer su influencia sobre los canales o
empresas que desean llegar a los clientes de Comcast”. E incluso la Writers Guild of America (WGA) se ha sumado al
coro de opositores.
De momento,
pocas voces a favor han intervenido en los medios –fuera de los representantes
de la propia Comcast–. Entre ellas figura la de Chad
E. Gutstein, antiguo director de Ovation, un canal
sobre arte independiente distribuido por Comcast, autor de un artículo de Variety
(quién sabe si animado por el gigante de la comunicación). Básicamente, recoge
los argumentos a favor que explica el comunicado oficial de Comcast, si bien
termina lanzando una serie de preguntas que invitan a la reflexión: “Al final, esta fusión trata sobre la
capacidad elegir entre distintas opciones. ¿Optará el gobierno de Obama por tratar de conseguir
mediante la negociación lo que él mismo y el Congreso han sido incapaces de
lograr mediante la regulación? ¿Serán capaces los defensores de los consumidores
de renunciar a la batalla quijotesca contra la dimensión de las compañías para
ganar en cambio la guerra a favor de la protección de las voces independientes,
la mejora del acceso de banda ancha, un internet abierto, precios razonables
para el consumidor y el futuro de la televisión? ¿Estarán los estadounidenses
de acuerdo en otorgar el beneficio de la duda a una gran empresa, con un
historial probado de no abusar de su poder de mercado, y adoptar así la
estrategia de ‘confía pero comprueba’ en un acuerdo que ofrece unos cuantos
beneficios junto a unos cuantos riesgos definidos y manejables?”.
Cuestiones a debate
La compañía
que lidera Brian Roberts reconoce el
camino va a ser largo y puede truncarse. La fusión con NBC/Universal duró dos
años desde el anuncio del acuerdo hasta su ejecución final. Otras operaciones
semejantes, como el intento de fusión de AT&T con T-Mobile fue abortado.
Fuente: Los Angeles Times |
El punto de
equilibrio es delicado. De un lado, las nuevas reglas de juego y la actual
coyuntura económica empuja a las compañías a adquirir un tamaño considerable,
lo que obliga a que haya pocos jugadores en cada sector. Ocurre en la banca, en
la industria del automóvil, en las aerolíneas o en la industria editorial. El
sector de la comunicación y el entretenimiento no es una excepción. Al mismo
tiempo, aunque resulte paradójico, existen unas reglas que deben respetarse
para favorecer la competencia y el “fair play”. Habrá que ver cómo convive lo
uno con lo otro. Quizá cambien o se flexibilicen las normas. Quizá se dé el
visto bueno a la existencia de gigantes que actúan en situación de
cuasi-monopolio (como Google),
siempre y cuando no cruce determinadas líneas rojas (y colabore con el gobierno
de turno, claro).
Comcast se
está esforzando en comunicar que no abusará de su futura posición de mayor
dominio, habida cuenta de que será el mayor proveedor de banda ancha del país.
Nadie duda de que lo hará ahora, con el fin de obtener el visto bueno de la
fusión. Sin embargo, habrá que ver qué sucede cuando tenga la sartén por el
mango. Al mismo tiempo, tanto Washington
como Wall
Street –y por supuesto, Hollywood– dan por hecho que este nuevo gigante
obligará a nuevas fusiones entre sus inmediatos competidores.