El éxito de la última edición de la Fiesta del Cine ha provocado un tsunami mediático (en la red y fuera de ella), que contrarresta el
oleaje provocado por ciertas declaraciones y rectificaciones de algún
representante del Gobierno y se suma a la marejada de opiniones sobre la salud de la industria del cine en nuestro
país (en este caso, desde el punto de vista del consumo).
Como explica Juan Ramón Gómez Fabra, presidente de Federación de Cines
de España (FECE), –una de las entidades organizadoras del
evento– “esta fiesta nació porque hubo acuerdo entre todos los
sectores para organizarla, un acuerdo que durante décadas no existía. Este año
el fenómeno ha estallado porque hemos usado las redes sociales para la
comunicación, porque se ha celebrado en toda España y porque hasta el año
pasado la entrada se lograba habiendo comprado otra previamente: en esta edición
solo hacía falta acreditarse”. El cambio de estrategia se demostró explosivo: se registraron 2 millones
de personas (que colapsaron la web en algunos momentos), que podían acudir a
cualquiera de las 2.574 salas esparcidas en 272 cines por el módico precio de
2,9 euros. En apenas tres días, se alcanzó la cifra de 1.573.412 espectadores,
el doble que en la edición del año pasado (figura
1).
Fuente: Prensa |
A raíz de estos resultados, el debate está servido. ¿Es caro el cine
en España? ¿Demuestra esta respuesta popular a la llamada del sector que el
cine sigue siendo una forma demandada de entretenimiento? ¿Hay garantías de que
aumentaría el número de espectadores si el precio fuera más reducido? ¿Quién
ganaría y quién perdería? En este primer artículo ofreceré algunos datos para
ayudar a la reflexión y en el siguiente recogeré las opiniones de
representantes del sector y ofreceré mis propias conclusiones.
Precio, asistencia media y espectadores
Pese a lo que más de uno pudiera
imaginar, las entradas de cine en España han sido habitualmente más baratas que
en otros países de nuestro entorno, como ilustra la figura 2. Solo a partir de 2008 se aprecia un incremento mucho más
pronunciado que en el caso de nuestros vecinos, hasta el punto de acabar
superando a países como Francia o Italia. En consecuencia, hemos pasado de ser
uno de los países europeos con una media de asistencia al cine por habitante
más alta a ocupar un puesto medio de la tabla (figura 3). Por lo demás, el número de espectadores en España ha descendido
de manera más pronunciada que en el resto de países (figura 4).
Fuente: Media Salles |
Fuente: EAO |
Fuente: EAO |
Parece inequívoca la relación entre
aumento del precio de entrada y disminución del número de espectadores. Sin
embargo, resulta curioso que no se haya producido el mismo fenómeno en Francia,
Italia o Portugal. De igual modo, resulta interesante reflexionar sobre otros
datos entresacados de un estudio de la
Universidad Complutense que recoge El
Mundo. Según este trabajo, el precio de la entrada de cine en nuestro
país no ha variado de manera tan significativa en los últimos 50 años, si
tomamos como referencia la moneda constante. Como se aprecia en la figura 5, ahora estaríamos volviendo a
los niveles de 1959, después de haber logrado reducir el precio a la mitad.
Fuente: Univ. Complutense / El Mundo |
De ahí que Adolfo Blanco,
de la distribuidora A Contracorriente Films, concluya: “El cine en España
ha costado de media desde 1958 unos cinco euros, salvo una bajada a tres euros
en los ochenta. Ahora cuesta 6,8. No es caro comparando con otros soportes
culturales, pero es el precio más caro de la historia”.
Cómo se reparte el dinero de la taquilla
Para entender en qué medida el cine
resulta caro, conviene igualmente conocer cómo se reparte el dinero de la
taquilla, y que queda reflejado en la figura
6.
Del total de recaudación de una
película (o de cada precio de entrada), se deduce primeramente un 21% en concepto de IVA. El remanente se reparte de modo porcentual entre en exhibidor y el distribuidor (en un 40%-60%, 35%-65% o lo que se especifique en el
contrato). A la parte que recibe el distribuidor (a repartir con el productor)
hay que descontarle lo correspondiente a los derechos de autor (2%-3%),
calculados sobre el total de taquilla. Luego, el distribuidor descuenta lo
correspondiente a gastos de distribución (copias y publicidad, más honorarios)
y el resto lo reparte con el productor según lo acordado en el contrato
(normalmente, 30% distribuidor y 70% productor). Habitualmente, el beneficio
neto para el productor se sitúan entre el 25% y 30% del total de taquilla.
Incido en este punto porque, como
explicaremos en el siguiente artículo, parte del debate se dirige hacia la
posibilidad de variar la fórmula mediante la que se reparte la taquilla hoy
día. Y no resulta fácil, porque –como explica Gómez
Fabra– “hay muchos intereses enfrentados, pero creo que hay necesidad de
solución”.
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