Siguiendo con el artículo
anterior, expongo a continuación las otros cinco puntos capitales que, en mi
opinión, determinarán el futuro del cine en nuestro país.
6) Mayor inversión en desarrollo y distribución
Lo decía hace ya algunos años Jack Valenti, antiguo
presidente de la MPAA, a sus homónimos
europeos: “Ustedes, los europeos, producen muy buen cine. Saben hacer
películas, y hacerlas muy bien. Su problema no está por tanto en la producción,
sino en lo que viene antes (desarrollo) y después (marketing y distribución)”.
Aparte de reajustar el volumen de largometrajes producidos, las asignaturas
pendientes del cine español –al igual que el europeo– sigue siendo la inversión
en desarrollo y en el lanzamiento de la película.
La precaria situación financiera de
muchas productoras lleva a que no se invierta suficiente tiempo y dinero en el
desarrollo del proyecto, que incluye tanto la escritura y reescritura del guión
como la elaboración de la estrategia financiera, de producción y distribución
(Plan de Negocio). La consecuencia es que muchos proyectos cinematográficos
llegan a la fase de producción sin estar suficientemente maduros o, lo que es
peor, sin haber realizado un estudio de su viabilidad (entre otras cosas,
porque no interesa enfrentarse a la realidad del mercado). Lo comentaba hace ya
tiempo Andrés Vicente Gómez: “Los
productores no pueden o no quieren hacer frente a los gastos de sostener más de
un proyecto en desarrollo. Y es un error. Hay que cambiar esa manera de
trabajar. Hay que dedicar más tiempo, esfuerzo y dinero a desarrollar cada
proyecto; hay que tener el coraje de atreverse a no rodar cuando se piensa que
una película o un guión no está listo, aunque para ello haya que renegociar con
el equipos o luchar contra las ganas de rodar inmediatamente que tienen los
directores...”.
En cuanto a la promoción, los
productores suelen llegar financieramente agotados al momento del lanzamiento,
y los distribuidores cada vez son más remisos a adelantar los coste de copias y
publicidad, y a atreverse con grandes campañas en estos tiempos de crisis. Y,
sin embargo, como reza el dicho hollywoodiense, “conseguir rodar una película
significa haber ganado solo la primera batalla; la otra es lograr venderla”. De
la misma opinión es Pedro
Pérez (FAPAE): “No nos tomamos en
serio la promoción de las películas. No basta con contar buenas historias”. No
son pocas las películas españolas de calidad que pasan inadvertidas para el
gran público por no disponer de un adecuado presupuesto de marketing y
distribución. Según datos ofrecidos por algunos productores, en nuestro país se
invierte entre el 10% y el 20% del coste de la película en marketing y
distribución. Quizá, como apuntaba hace unos meses Jesús Prieto, director general de la división de contenidos de Vértice 360º, en la revista Academia, haya que articular diversas medidas
para favorecer la inyección de dinero en la campaña promocional, como puedan
ser facilitar el acceso de los distribuidores
a líneas de crédito o considerar la inversión en el lanzamiento
de las películas independientes como inversión de las distribuidoras, de modo
que puedan optar a beneficios fiscales.
7) Reenfoque de las ayudas: mejorar los incentivos
fiscales y desarrollar nuevas fórmulas
Sin duda, este es un punto capital
para el desarrollo y consolidación de nuestra industria cinematográfica. Un
punto capital y también delicado, porque en él convergen las cuestiones
políticas, económicas e industriales (por este orden). No es éste el lugar para
debatir sobre la naturaleza de la industria del cine como industria cultural,
ni en el necesario equilibrio entre arte y negocio. El cine, en Europa,
necesita del apoyo del Estado. También aquí encontramos un difícil equilibrio
entre el apoyo directo y el indirecto. Lo define bien Fernando Bovaira (Mod Producciones): “Si queremos que siga existiendo cine en España, no ya cine
español, sino cine en España, el Estado tiene que tener una voluntad de apoyo.
No tiene que haber dirigismo cultural, pero sí unas condiciones mínimas para
que se pueda hacer cine”. Y Susana
de la Sierra (ICAA) apostilla: “Lo cierto es que en
ningún país –ni siquiera en Estados Unidos– funciona el cine sin apoyo público”.
Es precisamente la nueva directora del ICAA
quien, en una reciente entrevista, ofrecía el siguiente
discurso programático, que considero acertado: “En este sentido, parece que no hay fórmulas mágicas y que lo
razonable sería seguir la arquitectura básica ya prevista en la Ley del Cine de 2007, con algunos
ajustes: se habría de mantener un montante –el que sea posible en cada momento–
para ayudas directas, quizás de
carácter más selectivo y no diferido en
el tiempo, combinándolo con un sistema más atractivo de incentivos fiscales (que no instrumentos de
mecenazgo, objeto de una ley diferente) para productores en sentido estricto y
para terceros inversores, que permitan a los productores montar planes de negocio en un marco de seguridad
jurídica, teniendo en cuenta que el ‘negocio’ se desarrolla en un plazo
de varios años”.
Para los productores,
tiene especial importancia lograr una desgravación fiscal más atractiva para
los inversores. En otra entrevista,
Pedro Pérez, presidente de FAPAE,
comentaba sin tapujos: “Lo
que realmente se reparte al año en España en subvenciones a la amortización son
entre 40 y 50 millones de euros. Aquí nadie dice que las primas que se han dado
a las renovables y a la energía eólica están por encima de los 6.000 millones,
es decir, 120 veces más que al cine. Y da la sensación de que nosotros cargamos
con todas las subvenciones que se dan en nuestro país. Quizá sea más estético
dejar de ingresar dinero en el fisco que cogerlo del Tesoro: en Alemania las
desgravaciones a Hacienda por una película están en el 40% y aquí en el 18%”. Y
Gerardo Herrero constata: “La Hacienda española
es muy complicada. Los funcionarios tienen una especie de animadversión por las
desgravaciones fiscales, cosa que no entiendo porque existe en todos los
países. Puerto Rico devuelve el 40% de los gastos de una producción, porcentaje
que en Brasil supera el 100%. En Australia y Nueva Zelanda los incentivos
fiscales son del 50%”. Ante tal nivel de demanda, Susana de la Sierra lanza un discurso de mayor ponderación: “Creo
que cuando los productores piden un 40% de desgravación fiscal saben que no son
realistas. Para satisfacer a ambas partes ni alcanzaremos el 40% ni nos
quedaremos en el 20%. Estamos negociando los términos y soy la primera persona
interesada en llegar tan lejos como podamos”.
Por otro lado, la apertura hacia nuevas
posibilidades como el mecenazgo (objeto de una futura ley), deben ser vistas
con optimismo, y como muestra de una diversificación necesaria en las vías de
financiación de las industrias culturales. En el III
Encuentro de Productores Audiovisuales, celebrado hace escasos meses en
Madrid, el ministro de
Educación, Cultura y Deporte, José
Ignacio Wert, propuso trabajar en tres direcciones: la creación de un marco
regulatorio que facilite la convergencia de las industrias audiovisuales; mejorar
las relaciones entre las televisiones y los productores, que permitan un
beneficio equilibrado; y reformar los incentivos fiscales a través de la Ley de
Mecenazgo, con desgravaciones superiores al actual 18%, para aumentar el
interés de los inversores, no sólo en producción, sino también en distribución
y exhibición. Esperemos que no sean palabras que se las lleve el viento de la
crisis…
8) Sinergias con las TV
La relación entre los productores de
cine y las cadenas de televisión ha sido, cuanto menos, tumultuosa. Parece un
matrimonio en permanente crisis, pero ambos se necesitan. La nueva Ley del Cine
ha rebajado el porcentaje de inversión obligatoria en contenido cinematográfico
nacional del 5% al 3% (aunque RTVE llega al
6%). Los productores siempre han demandado este obligatoriedad, mientras que
los representantes de las cadenas lo ven casi como un “impuesto
revolucionario”. Ghislain
Barrois, consejero delegado de Telecinco Cinema, afirmaba no hace
mucho: “Si no fuera por la obligación, y lo digo claramente, no invertiríamos
un duro en el cine. Esta obligación es aberrante, nos obliga a invertir en un
producto que después no emitimos. Cuando en el 99 apareció la ley, quizás se
podía entender, y ni siquiera, pero ahora llevamos varios años sin emitir cine
en nuestro canal, y a pesar de esto, estamos obligados a invertir. Es bastante
ridículo”. Y es Pedro
Pérez quien le contesta: “Telecinco invirtió, pero está recuperando su
dinero e incluso va en el camino de ganar con una película como Celda 211.
Las cadenas no están pagando ningún impuesto revolucionario, están
reinvirtiendo para que haya cine en España”. Y añade: “En otros países, el cine
se financia a través de las televisiones. En España las cadenas tienen las
concesiones de emisión gratis y son las receptoras exclusivas de la publicidad,
es normal que reinviertan una parte”.
Lo cierto es que las cadenas de televisión se han
convertido en columna financiera imprescindible, y además, han demostrado un
buen olfato comercial. Según datos del Ministerio de
Industria, Comercio y Turismo, entre 2004 y 2010 las cadenas nacionales
invirtieron cerca del 70% de sus presupuestos cinematográficos en cine español
(de este porcentaje, el 40% como inversión directa y el 60% como adquisición de
derechos de emisión), siendo RTVE la cadena líder en compra de películas
nacionales. El resultado de esa inversión no puede ser más rentable. Entre 2007
y 2010, por ejemplo, más de la mitad de las diez películas españolas más
taquilleras cada año fueron coproducidas por Telecinco Cinema, Antena 3 Films o MediaPro (accionista de La Sexta). Solo entre las películas
coproducidas por las dos primeras acumularon el 47% de los espectadores a lo
largo de ese período, lo cual indica que las divisiones cinematográficas de las
cadenas de televisión tienen buen ojo a la hora de apostar por proyectos
comerciales. Por otra parte, hay que tener en cuenta que estas divisiones
actúan siempre en régimen de coproducción, asociándose con productoras
independientes.
El futuro del cine español pasa, en mi opinión, por
un mayor entendimiento entre las cadenas de televisión y los productores. De
ahí que subscriba las palabras de Gerardo
Herrero, a este respecto: “Me da rabia no haber alcanzado una (mayor) sintonía con
las cadenas privadas, con las que tendríamos que llegar a un acuerdo para
trabajar en común (…). ¿De quién es la culpa
de esta falta de entendimiento?
Pues de las dos partes. Espero que se produzca
un cambio y llegar a una convivencia. Estoy convencido de que el cine puede
funcionar en televisión y ser rentable”.
9) Nuevas formas de distribución y consumo online: de piratas a solidarios
También este es uno de los temas que mayores
suspicacias ha levantado. Nadie duda de que estamos asistiendo a un proceso
paulatino de migración tecnológica, impulsado por la revolución digital, que
afectará a todos y cada uno de los eslabones (producción, distribución y
exhibición) de la cadena de valor del producto cinematográfico. Esta profunda
transformación requiere asimismo un cambio de mentalidad –de la analógica a la
digital–. Más allá de las polémicas sobre la Ley
Sinde o el canon
digital, lo cierto es que el nuevo escenario que se avecina es imparable.
Lo dejó bien claro Alex
de la Iglesia con ocasión de la última entrega de los Premios Goya: “Las
películas, queramos o no, se estrenarán en Internet, a un precio consensuado y
razonable (…). La relación entre productores de contenidos y consumidores ha
cambiado para siempre. Es una realidad imparable. Demos el primer paso o lo
darán por nosotros. Hablemos, discutamos cómo hacerlo, pero no demos marcha
atrás. Se necesita valentía, pero no creo que orgullo”.
Sin embargo, igual razón tiene Enrique
González-Macho cuando, en la misma ceremonia, advertía que “la
realidad, por el momento y probablemente por un espacio de tiempo demasiado
largo, es que internet no forma parte de la actividad económica del cine. No
dudamos de que formará parte esencial de nuestro futuro, pero ese futuro
todavía no ha llegado”. En efecto, si acudimos a las cifras recogidas por Screen
Digest, el negocio del cine online
en España apenas alcanzó los 1,85 millones de euros (un 70% alquiler, un 29%
compra y un 1% subscripción), muy por debajo de países como el Reino Unido,
Francia o Alemania.
El Gobierno lo tiene claro. Como apunta Susana de la Sierra, “internet es un
entorno de posibilidades infinitas que ofrece la inmediatez que demanda el
público, y además puede ser la ventana idónea para exhibir todas esas películas
que no llegan a las salas de cine”. Y más en concreto, “nos parece muy
importante promover las plataformas que ofrecen vídeo bajo demanda, como Filmin, Filmotech o Youzee. Existen nuevos modelos de negocio, y
nosotros los apoyaremos”. Para empezar, el ICAA ya ha comunicado que tendrá en
cuenta los espectadores online de las
películas españolas a la hora de conceder ayudas.
Frente a este deseable desarrollo, nos
encontramos con el problema de la piratería. España es un país con muy mala
prensa en este ámbito, como reflejan multitud de informes.
España está en el cuarto puesto de la
lista elaborada por el Congreso de Estados Unidos sobre los países con mayor
intercambio de ficheros p2p. El índice de piratería en nuestro país
(43%) supera a la media europea (35%). En España se producen alrededor de 350 millones de
descargas. Si se aplica la cuota de mercado, unos 50 millones de descargas de
películas españolas. En torno a un 75% de todas las descargas son “piratas”.
En 2011 las pérdidas para el sector cinematográfico se cifraban en 1.900
millones de euros. Admitiendo que muchas de estas cifras carecen de precisión y
se calculan grosso modo, es claro
que existe un lucro cesante de cierta
magnitud para los productores y distribuidores.
Algunos piensan que la piratería solo afecta al
cine norteamericano. Nada más lejos de la realidad. Cuando se estrenó Volver (2006), por ejemplo, los
productores pusieron señuelos en internet. La primera semana hubo un millón de
descargas. De ahí que Juan Gordon, de Morena Films, afirme: “Cada película podría
tener 300 mil euros más de beneficio si no fuera por la piratería”. Por eso Enrique
Urbizu anima que los espectadores cambien de mentalidad: “No hay que
culpabilizar al consumidor, pero sí que hay que proteger la propiedad
intelectual y hay que poner coto a los que se están beneficiando con la puesta
a disposición del público de productos sobre los que no tienen ningún derecho.
Eso es de pura lógica: son miles de millones y muchísimos puestos de trabajo
los que se están perdiendo”. Y añade: “Hay mucha gente equivocada. Para mí la
mejor campaña para concienciar a la gente de que esos contenidos no son
gratuitos y de que alguien se está lucrando con ellos, como ocurre con ese
señor de Megaupload…”
10) Lavado de imagen
Como punto final, necesitamos diseñar una campaña
para mejorar la imagen de nuestro cine en la opinión pública. En algún caso,
han sido la toma de postura política la que ha provocado el alejamiento de una
parte del público o la reacción de algunos medios de comunicación. Así lo
entiende Pedro Pérez: “Tras los
pronunciamientos políticos en la Guerra de Irak de muchos cineastas, algunos
comunicadores atacaron al gremio desde el punto de vista profesional, en lugar
de rebatir sus argumentos políticos (…). El clima general que se ha creado en los
medios no ha sido positivo”. En otros casos, se acusa a los cineastas de vivir
de la subvención y ser unos pedigüeños. También rebate este punto el presidente
de FAPAE, como se apuntaba antes: “Aquí nadie dice que las primas que se han
dado a las renovables y a la energía eólica están por encima de los 6.000
millones, es decir, 120 veces más que al cine. Y da la sensación de que
nosotros cargamos con todas las subvenciones que se dan en nuestro país”.
Es ésta una tarea que la directora del ICAA tiene
muy clara, y así lo exponía en una entrevista en Screen
Daily: “Creo que tenemos un problema de opinión pública. Tenemos que
lograr mejores películas para el gran público y, al mismo tiempo, mejorar este
problema de imagen. Hay rutinas que deberemos cambiar”. Que así sea.
Nota: Las declaraciones de los productores proceden de la
colección de entrevistas incluidas en el libro La aritmética de la creación, de Jara Yáñez
(2009) y de la revista Academia
(julio 2011).
No hay comentarios:
Publicar un comentario