miércoles, 30 de mayo de 2012

Diez claves para el futuro del cine español (I)


            Tras repasar algunas grandes cifras de nuestro cine, llega el momento de arrojar algunas conclusiones, ideas y comentarios. Los puntos que vienen a continuación apuntan a la creación de unas condiciones estables e idóneas para el desarrollo de la industria cinematográfica de nuestro país. En su mayor parte, han sido ya propuestos por diversos estamentos profesionales, políticos e institucionales. Mi intención al recogerlos de modo sucinto y sistematizado no es otra que favorecer el debate y la reflexión. También este caso me gustaría hacer una salvedad: estas claves no están expuestas en razón de la extraordinaria y difícil coyuntura económica en que nos encontramos; servirían igualmente en caso de bonanza financiera. Por razones de extensión, estas claves se exponen en dos partes sucesivas.

1) Redimensionar la oferta
Quizá a algunos les parezca un criterio excesivamente mercantilista, pero el futuro del sector cinematográfico español pasa por ajustarse mejor a las leyes del mercado (equilibrio entre oferta y demanda). Tal y como vimos en el artículo anterior, el desajuste entre lo que se produce y estrena, y lo que se “consume” en el caso del cine español es –cuanto menos– preocupante: entre 2000 y 2010 se produjeron en nuestro país un promedio de 146 películas anuales y se estrenaron una media de 138 películas españolas (siguiendo una tendencia alcista), siendo la cuota de mercado de cine español en ese período del 14,3%. En cambio, Italia produjo una media de 122 películas y estrenó 109 títulos nacionales por año en el mismo periodo, teniendo una cuota de mercado media sensiblemente superior (23,5%). 
En suma, en España deberían producirse y estrenarse menos películas, pero con más posibilidades de resultar atractivas para el público. Así lo ha afirmado en repetidas ocasiones Pedro Pérez, presidente de FAPAE (Federación de Asociaciones de Productores Audiovisuales de España): “Se han hecho demasiadas películas el pasado año y el anterior y se continúan haciendo en éste. No caben 173 películas españolas en las salas”, decía por ejemplo en 2009. Por su parte, Fernando Bovaira (Mod Producciones) apostilla: “Se producen muchas películas con la buena voluntad de mucha gente, pero no solo propiciadas por el sistema de ayudas (…). Son películas sin el suficiente rigor, sin un reflejo en el mercado”. También Enrique Cerezo (Enrique Cerezo, P. C.) reconoce que “películas para estrenar en cines, largometrajes, se deberían hacer 60 ó 70 como mucho”. Y, en un ejercicio de sinceridad, Juan Gordon (Morena Fims), reconoce: “La mitad de los filmes que producimos no se tendrían que hacer y la gente no es tonta: hay películas que el día que empiezas a rodarla ya sabes que no va a gustar…”. Quizá una solución sea replantearse qué películas deben dirigirse a las salas cinematográficas y cuáles deberían exhibirse directamente en televisión o en internet, y ajustar los presupuestos en consecuencia.

2) Recuperar al público reinventando nuestro cine

“Tengo además la impresión de que en un alto porcentaje de producciones ha estado primero la obra y después el público. Esto ha generado joyas en nuestra cinematografía, películas que adoramos y que son parte de nuestra historia y nuestra cultura, pero también ha generado muchas historias que no han interesado a casi nadie. Por diversas razones, esto está cambiando y son cada vez más los productores y directores que piensan, antes que en ninguna otra cosa, en el espectador”. Esta percepción de Emma Lustres (Vaca Films) refleja en mi opinión, de manera muy acertada, uno de los grandes problemas de nuestro cine: la falta de interés de los espectadores españoles por los títulos nacionales.
Un dato alentador, en ese sentido, es una cierta “recuperación” del público español para las películas españolas. Poco a poco vamos pasando del “cine español” como género (sección propia en un videoclub) al “no parece una película española” como expresión de halago. Lo que se esconde detrás de estas palabras es el reconocimiento del público a un tipo de cine que compite en igualdad de condiciones con cualquier película extranjera. El cine español ofrece cada vez una mayor variedad de géneros y una factura más competitiva con relación a otras cinematografías (europeas o norteamericanas). Un dato: entre 2001 y 2007, hemos logrado colocar al menos una producción española entre las películas más rentables del año. En tres ocasiones, además, la película más taquillera del año ha sido un título español (Los otros y Torrente 2, en 2001; La gran aventura de Mortadelo y Filemón en 2003; y El orfanato, en 2007). Por lo demás, bastaría echar una ojeada a las películas que durante esta última década han superado el millón de espectadores en España (una media de 4 por año), o se han quedado muy cerca de esa cifra, para obtener una fotografía precisa del tipo de cine nacional que encuentra a su público.

            Como se aprecia, abundan las comedias, pero no faltan dramas épicos e históricos, thrillers, historias de terror, cine social, animación y fantasía, e incluso el musical. Todos los géneros están representados.
Desde mi punto de vista, es factible aumentar la cuota de mercado del cine español en nuestro país hasta el 20% o 25%. Sería cuestión de asegurar una veintena de producciones que cada año logren entre 300.000 y 5 millones de espectadores. El tipo de película queda recogida en la tabla anterior –sin cerrar la puerta a nuevas apuestas creativas, siempre y cuando encuentren suficiente número de público. No hay razón alguna para pensar que, si en el caso de la televisión hemos logrado cambiar la orientación de la balanza (el español medio prefiere las series nacionales a las extranjeras), no pueda suceder lo mismo en el caso del cine. Hay varios países europeos donde la cuota de mercado de cine nacional es igual o superior al 20% (Francia, Italia, Alemania o Dinamarca). En suma, como concluye Fernando Bovaira, “la mejor campaña para el cine español es hacer buenas películas y dejar de hablar de cine español”.

3) Relevo generacional
            Uno de los síntomas más esperanzadores del panorama cinematográfico nacional es la consolidación de una generación emergente de guionistas, directores y productores, muy bien formados y con gran talento, capaces de conectar con el público joven y más cinematográfico (en muchos casos, dentro y fuera de España). Poco a poco vamos ampliando nuestros brand-names nacionales, y a la estela de Almodóvar y Amenábar o se van sumando Paco Plaza, Juan Antonio Bayona, Rodrigo Cortés, Álex y David Pastor, Alberto Rodríguez, Borja Cobeaga, Fernando González Molina, Kike Maíllo, Eduardo Chapero-Jackson y un largo etcétera. Entre los guionistas, destacan Mateo Gil, Luis Berdejo, Jordi Gasull, Patxi Amézcua o Javier Gullón. Entre los productores, Emma Lustres, Edmon Roch, Koldo Zuazua o Manuel Cristóbal. Nueva savia para nuestro cine, que se une al buen hacer de tantos otros profesionales que firman las películas recogidas en el listado anterior. Ahora, solo nos falta creérnoslo y estructurar la industria para favorecer la eclosión de esos y otros nuevos talentos. En palabras de Belén Atienza (Apaches Entertainment), “es curioso como fuera tienen una imagen de nuestro cine muchísimo más positiva que la que tenemos nosotros. En el extranjero te dicen que tenemos una generación de cineastas que es única y eso aquí ni se siente, ni se le da importancia”.

4) Internacionalización
            Muy relacionado con el punto anterior, nuestro cine es cada vez más internacional. Directores como Jaume Balagueró, Jaume Collet-Serra, Juan Carlos Fresnadillo o Isabel Coixet son cada vez más cotizados fuera de nuestras fronteras. Actores y actrices como Antonio Banderas, Javier Bardem, Jordi Mollá, Penélope Cruz, Elsa Pataky o Paz Vega forman ya parte del star-system internacional. Por otro lado, Hollywood ha adquirido los derechos de títulos como Rec (J. Balagueró, 2007), El orfanato (J. A. Bayona, 2007), Los cronocrímenes (N. Vigalondo, 2007), El rey de la montaña (G. López-Gallego, 2009) o No habrá paz para los malvados (E. Urbizu, 2011) para sus respectivos remakes. En suma, nuestros cineastas piensan cada vez más con mentalidad internacional. En palabras de Emma Lustres (Vaca Films): “Hay que sumar que el público español ya no es solo el único que se pretende conquistar. El objetivo de cada vez más productores es llegar a audiencias de toda Europa, Estados unidos, América Latina, Asia...”.
          En el capítulo de premios internacionales, el cine español ha conseguido nueve Oscars en el último decenio, convirtiéndose así en la tercera industria cinematográfica más laureada por Hollywood, tras EE.UU y el Reino Unido. Entre ellos, destacan los obtenidos por Todo sobre mi madre (Mejor Película Extranjera, 2000), Hable con ella (Mejor Guión, 2003), Mar adentro (Mejor Película Extranjera, 2004), El laberinto del fauno (Mejor Maquillaje y Dirección Artística, 2007); los obtenidos por Javier Bardem (Mejor Actor Secundario, 2008), Penélope Cruz (Mejor Actriz Secundaria, 2009); y otras tantas nominaciones, entre las que destacan las del compositor Alberto Iglesias.
            Como concluye la nueva directora general del ICAA, Susana de la Sierra, “el cine en nuestro país ha evolucionado mucho en los últimos años. Quizás el hecho de que de manera paulatina se va produciendo un cambio generacional hace que nuestros productores y todo el personal creativo se estén acostumbrando a pensar de manera internacional”.

5) Calidad de factura técnica

De unos años a esta parte se observa una mejora notable de la calidad técnica de nuestro cine. Los profesionales españoles son cada vez más competentes, hasta el punto de que el cine español ha adquirido unos estándares de calidad tanto en puesta en escena como en efectos visuales que en nada tienen que envidiar al de otros países. Películas como la saga Mortadelo y Filemón, Alatriste, El laberinto del fauno, El orfanato, Ágora o Torrente 4 son buenas muestras de ello. Así se facilita además que viajen más allá de nuestras fronteras, y sean recibidas con un inicial agrado por el nivel de su factura técnica. Lo resume muy bien de nuevo Emma Lustres: “En los últimos años hay ejemplos de productores y directores que han hecho filmes desde España pensados para ser consumidos en todo el mundo. son grandes ejemplos a seguir. Han sido capaces de producir películas ambiciosas, de altos presupuestos y con perspectiva mundial. También se ha utilizado la fórmula de película de bajo presupuesto, muy arriesgada y normalmente de género (…) ¿Quién diría hace unos años que los proyectos de género salidos de España serían mirados con lupa por los grandes del sector a nivel mundial? Pues eso está pasando, y por ahí debe de venir el fortalecimiento definitivo de la industria cinematográfica en España. Están los mimbres para conseguirlo: ambición y mucho, mucho talento. A algunos solo le falta acabar de creérselo, otros hemos empezado a hacerlo”.
Nota: Las declaraciones de los productores proceden de la colección de entrevistas incluidas en el libro La aritmética de la creación, de Jara Yáñez (2009) y de la revista Academia (julio 2011).

© Alejandro Pardo, 2012. Quedan reservados todos los derechos. Puede reproducirse el contenido de este blog con permiso del autor.

viernes, 18 de mayo de 2012

La industria del cine en España: cifras para la reflexión


En el imaginario colectivo nacional los términos “cine español” y “crisis” aparecen endémicamente asociados –y casi me atrevería decir que endogámicamente también: así somos–. El año 2010 pasó a la historia como un annus horribilis para nuestro cine y, aunque 2011 fue mejor en términos de cuota de mercado nacional, continuó con la tendencia descendiente. De ahí que no hayan dejado de sucederse debates, reuniones, comparecencias y anuncios –aceleradas por el cambio de gobierno– en un deseo de poner los fundamentos para una sólida base.
Todo intento de diagnóstico requiere cierta perspectiva. Por ese motivo, conviene repasar las cifras del cine en España a lo largo de la última década. Los gráficos siguientes recogen distintos indicadores de mercado y de la industria, que permiten observar y contextualizar mejor la evolución reciente Antes, me gustaría hacer algunas salvedades. En primer lugar, tanto el 2000 como el 2001 son años atípicos. Si el primero también pasó a la historia como otro año para olvidar (cifras que rompen la tendencia alcista de los años 90), 2001 acusa el efecto de Los otros. Así pues –y este es mi segunda apreciación–, considero más interesante valorar los resultados de cada año con respecto al promedio, y no tomar como referencia exclusiva el año inmediatamente anterior. En tercer lugar, casi todas las valoraciones se refieren al periodo 2000-2010, donde existen datos contrastados, aunque en algunos casos incluyo también el 2011 (con cifras provisionales). Por último, conviene reseñar que los datos hasta 2010 proceden del ICAA; las estimaciones del 2011 son en su mayor parte del Observatorio Audiovisual Europeo (EAO), con algún añadido propio; finalmente, las entradas per cápita provienen de MEDIA Salles.
Para empezar, si observamos la evolución de espectadores y de recaudación (gráficos 1 y 2), veremos una tendencia a la baja, más acusada en el primer caso que en el segundo, donde el ajuste al alza de los precios de entradas disimula el descenso de público. La evolución comparativa de los espectadores de películas extranjeras y españolas nos lleva a una primera reflexión: es cierto que existe un “divorcio” entre películas y público en el caso de nuestro cine, pero no resulta tan radical como a veces se interpreta. Tal y como refleja la gráfica 1, el descenso de espectadores en el caso de las películas extranjeras es notablemente más acusado que el de las películas españolas. Es cierto que hay años mejores y peores (normalmente, dependiendo de éxitos como Los otros, Mortadelo y Filemón, Torrente 2 o El orfanato) pero, proporcionalmente, se aprecia unos altibajos menos extremos en las cifras de nuestro cine que en el caso de las películas extranjeras (y, más en concreto, norteamericanas).



Todavía más llamativas –a mi juicio– son estas cifras de espectadores de cine español si se tiene en cuenta el importante descenso de entradas per cápita (gráfica 3) durante este periodo. España ha pasado de ser uno de los países de Europa Occidental donde más se va al cine, a situarse en una posición media-baja, por efecto de la crisis económica y de la piratería. En otras palabras, la caída de espectadores de cine español no parece haber ido a la par del descenso de visitas anuales al cine por habitante. El mercado cinematográfico está cada vez más constreñido, pero el público no renuncia a ver cine español. La nueva savia de guionistas, directores y productores tienen buena “culpa” de ello. Finalmente, las recaudaciones reflejan la misma tendencia que los espectadores, si bien –como se ha comentado– el aumento del precio de las entradas logra paliar el descenso de espectadores. De hecho, la entre 2000 y 2010, la recaudación de las películas extranjeras ha aumentado un 20,6%, y las españolas un 49,4%. La década 2000-2010 arroja un promedio de 18,2 millones de espectadores de cine español, a la que corresponde una recaudación de 91 millones de euros.
La visión anterior se completa con la evolución de la cuota de mercado por nacionales, recogida en el gráfico 4. El análisis comparativo nos permite apreciar cómo la evolución del caso español, siendo a todas luces mejorable, no resulta tan dramática como, por ejemplo, la del cine hollywoodiense. Mientras que éste ha descendido en un 14,8% su cuota de mercado en España entre 2000 y 2010, el cine español la ha mantenido en torno al 15%, con pequeños altibajos. (el promedio es de 14,3%). Cabe destacar también la fortaleza del cine europeo en nuestro país –somos uno de los países de Europa con mayor cuota de mercado de cine comunitario–.

Desde mi punto de vista, mucho más preocupante es la realidad que reflejan los gráficos 5 y 6 en relación a la cuota de mercado de nuestro cine. El primero de ellos, recoge del número de rodajes por año, junto al total de películas producidas (es decir, registradas en el ICAA como obras acabadas) y al número de estrenos anuales. Como se aprecia, el nivel de producción en España no se ajusta a las leyes del mercado (relación oferta-demanda). El aumento del número de películas que se ruedan o se completan cada año no se corresponde con el descenso prolongado del número de espectadores. En cuanto a los estrenos, mientras el número de películas estadounidenses ha descendido para ajustarse a la involución del mercado, los estrenos españoles (gráfico 5) han aumentado y se han estabilizado al alza (unos 135 anuales) para competir por un mercado limitado y que, de momento, no tiene visos de crecer. 

Por otro lado, también debe tenerse en cuenta la concentración de la taquilla de cine nacional: las 20 películas más taquilleras cada año suman entre el 70% y 80% de la recaudación del cine español; es decir, en torno a un centenar de estrenos españoles deben repartirse entre un 20% y un 30% restante.
Estos desajustes revelan el gran mal de nuestra industria: se produce más cine de lo que el mercado es capaz de asumir. ¿Por qué? Las razones son variadas, pero sin duda debe destacarse el efecto perverso de las ayudas públicas, que desfiguran la realidad del mercado. Es fácil concluir que muchas de las películas que se ruedan anualmente en nuestro país, nunca verán la luz en la gran pantalla –y podríamos añadir, aunque suene tajante, que nunca deberían haberse hecho–. Muchos profesionales abogan por poner un poco de cordura en medio de una desmesura semejante: producir anualmente menos películas, con más medios, y competir así en mejores condiciones. Ahora bien, ¿quién está dispuesto a apearse del tren de las subvenciones? ¿Qué director, productor o guionista quiere renunciar a intentarlo? ¿Cómo se equilibran los intereses comerciales y culturales?
Estas cifras “macro” necesitarían asimismo una visión “micro” más detallista, que matizara algunas de las cuestiones vistas. Por ejemplo, las diferencias que pueda haber entre largometrajes de ficción y documentales; qué se entiende por “una película española” o “con participación española” (Desde Ágora o Lo imposible hasta El reino de los cielos o Vicky, Cristina, Barcelona); cuántas películas con ayudas públicas no llegan a estrenarse; en qué medida ha crecido el prestigio internacional del cine y del talento español; cómo es la situación del sector de la producción y la distribución (fragmentación, concentración…); etc.
En cualquier caso, y por arrojar unas primeras conclusiones, habría que decir que el “problema” del cine español no está tanto en la mayor o menor aceptación del público –en mi opinión, creciente–, sino en la necesidad redimensionar la industria y reestructurar los mecanismos de apoyo a la producción y a la distribución: menor dependencia de ayudas públicas, mayor facilidad de inversión privada. Y, por supuesto, apostar por un tipo de cine que enganche al espectador.
Sobre estos y otros asuntos seguiremos hablaremos en el siguiente artículo.

© Alejandro Pardo, 2012. Quedan reservados todos los derechos. Puede reproducirse el contenido de este blog con permiso del autor.