Retomamos el debate sobre el precio de
las entradas de cine en nuestro país, tras la buena acogida de la última
edición de la Fiesta del Cine. Hace escasas semanas, El
País publicaba una
interesantísima entrevista a varias bandas con representantes del sector
cinematográfico y del público. En concreto, Juan Ramón Gómez Fabra, presidente de Federación
de Cines de España (FECE); Enrique
González Macho, distribuidor-exhibidor y presidente de la Academia de Cine; Susana de la Sierra, directora del Instituto de la Cinematografía y las Artes
Audiovisuales (ICAA); Adolfo Blanco,
consejero delegado de la distribuidora A Contracorriente Films; Fabia Buenaventura, directora general
de la Federación de Asociaciones de Productores
(FAPAE), y Marién Kadner, una joven
espectadora que participó en el evento.
Fuente: El País (Ávaro García) |
Los
argumentos esgrimidos por unos y otros arrojan bastante consenso. Me permito
resumirlos en 5 grandes propuestas.
1) El cine como la principal y más exquisita
experiencia audiovisual
La enorme afluencia de público en
esta convocatoria (1,5 millones de espectadores en apenas 3 días) lanza un
nítido mensaje a los cuatro vientos, que sintetiza Fabia Buenaventura:
“El público ha hablado claro: nos gusta ver películas en pantalla grande y queremos
rebaja de precios”. En esta misma línea se expresaba Daniel Sánchez Arévalo (director
de La gran familia
española, que durante la Fiesta del Cine tuvo un 557% más
de espectadores) en un artículo publicado también en El País: “No hay menos demanda de
películas, solo cambios en los hábitos de consumo. El cine sigue siendo el arte
más popular y edificante para la gran mayoría. Iniciativas como la Fiesta del
Cine así lo demuestran. Hay ansias de ver cine, de consumir películas EN EL
CINE. Y cosas así nos tienen que hacer reaccionar y abrir los ojos. Es algo que
tenemos que atender”. Y Enrique González Macho remata: “Me atrevo a decir que habría gente que por primera
vez entraba en una sala, y espero que la experiencia les haya descubierto que
el cine visto en una sala llena es una emoción muy distinta. (…) Somos
conscientes de que esos 2,9 euros por entrada es un gesto al público, no una
operación económica. Ese precio es inviable, pero es cierto: hay deseo de ver
cine”.
El público
joven español ha dado muestras de preferir el disfrute de una película en las
mejores condiciones posibles, viviendo la experiencia “inmersiva” y sensorial
que ofrecen hoy día las salas de cine. En este sentido, algunos expertos
inciden en que la ventana cinematográfica nunca desaparecerá. Eso sí: quedará
reducida a películas más espectaculares (Avatar
o El hobbit), o singularmente diseñadas para la gran pantalla (Gravity).
Fuente: El País (Carlos Rosillo) |
Junto a
ello, resulta de capital importancia una mayor inversión en marketing, como
añade Adolfo Blanco: “Tenemos que
hacer deberes para que estas películas evento se repitan más: buen boca oreja,
gran promoción (…). Nos cuesta mucho lanzar las películas.
Publicitar una película en España es más caro que en el resto del mundo. Lo
mismo las televisiones públicas deben promocionar más las películas en
cartelera, y no solo las producidas por ellos. Es crear afición en la
población, que para eso es una cadena pública, como se hace en Italia…”.
2) Revisar los acuerdos entre los distribuidores y
los exhibidores
“Es hora de
que exhibidores y distribuidores se pongan de acuerdo de manera conjunta y
bajen los precios de las entradas de cine, y lo acompañen de una campaña
contundente para recuperar la confianza que otros han aniquilado –sigue
afirmando Sánchez Arévalo–. Y así conseguir que la Fiesta del Cine no
solo sea tres días al año, sino 365. Trescientos sesenta y seis si es bisiesto
(…) Ya sé que estamos en plena crisis”. Y añade: “Dentro de esta situación, los
distribuidores y los exhibidores son unos valientes por tratar de soportar
sobre sus hombros el peso de un mercado desmembrado y ruinoso”. Lo mismo apunta
Fabia Buenaventura: “Hay
que realizar un esfuerzo de ajustes de precios bien comunicado, y reducir el
IVA, que de una atacada bajaría un euro el precio. (…) Es el momento de
entender que tal y como está la situación económica de las familias en España
hay que hacer cambios sin por ello hundir la cadena industrial: producción,
distribución (que recibe cerca del 43% del precio de una entrada) y exhibición
(que se lleva el 33% restante, descontados impuestos)”.
La solución
parece sencilla, pero no lo es. Así lo explica Juan Ramón Gómez Fabra: “Para una bajada real de precios hay que
pensar en nosotros los exhibidores, en la alta fiscalidad, pero también en los
distribuidores, que se llevan casi la mitad de lo recaudado por entrada. Ese
parámetro no ha cambiado cuando sí lo ha hecho el ritmo de consumo: antes una
película estaba en cartel cuatro meses. Ahora importa el primer fin de semana,
las películas se lanzan con 500, 600 copias, los propios exhibidores las
ponemos en cuatro pantallas de un complejo. Damos respuesta a ese ansia, y a la
semana siguiente los otros estrenos empujan a esos filmes a segundo plano. Otro
gran cambio es que antes el cine era una salida de ocio habitual. Ya no existe
ese hábito. Ahora es un evento, y solo si logras que tu película sea un evento
triunfas en taquilla. Otro detalle: si lográramos parar la piratería, es
posible que los distribuidores ganaran más con los otros mercados (DVD,
visionado on demand, televisiones) con lo que no apretarían
tanto su porcentaje en la entrada de las salas”.
Fuente: Fotogramas |
Por su
parte, Enrique González Macho
detalla: “De una entrada el 24% se va en impuestos y ahí no rascamos.
Del resto la mitad, muy aproximadamente, se queda en el cine y la otra mitad la
distribuidora. En los cines tenemos que pagar empleados, impuestos,
electricidad, las instalaciones, aislamientos térmicos y acústicos… Y pagas lo
mismo vayan 10 personas o 1.000”. Y concluye: “Una bajada que hiciéramos los
dueños de los cines de 15%, que puede sonar grande, no repercute más que en
algo más de un euro”. Y Josetxo Moreno,
de los cines Golem añade: “En España, los
exhibidores tenemos el porcentaje de taquilla más bajo de Europa (8 puntos por debajo del Reino Unido, 6 menos
que Alemania y 5 por debajo de Francia). A esto se une que pagamos mayores
tarifas que ellos por consumo eléctrico”.
Por otro
lado, como añade Gómez Fabra “En
España la media de ocupación es de un 12%, bajísima [venden 12 entradas de cada
100 posibles]. Solo logras movimiento en tres sesiones fuertes en toda la semana:
ya no hay negocio en las noches laborales. Y las distribuidoras fuertes,
las majors, te piden un dinero fijo por entrada, no dejan
negociar”. En efecto, en España las majors
de Hollywood actúan en situación de seudomonopolio y mantienen los porcentajes de
taquilla más altos de toda Europa. ¿Cómo hemos llegado a esta situación. “Por
culpa nuestra –reconoce el representante de FECE–. Cuando hay tantas salas
compitiendo, quieres ese taquillazo a toda costa”. Lo cierto es que, como
apunta González Macho, “no
puedes prescindir de las películas de las cinco majors, porque
suponen el 80% del mercado. (…). No soy antiamericano, pero con los años en el
cine he aprendido que o trabajas con ellos o trabajas para ellos. Contra
las majors no haces nada”.
3) Redimensionar el mercado
Con todo, la solución no pasa solo
por reajustar los acuerdos porcentuales que ligan a los exhibidores y a los
distribuidores, sino también por redimensionar el mercado. Así lo asegura el
actual presidente de la Academia de Cine: “Hay más problemas: se siguen
estrenando unas 550 películas al año en España, y unas 20 concentran el 90% de
la taquilla. Tenemos además un parque de salas sobredimensionado. Lo normal
sería una pantalla por 25.000 habitantes. Aquí estamos en una sala por 14.000
habitantes, encima mal repartidas: en muchas capitales de provincia no hay ni
una. Porque se creció pensando solo en que todos los centros comerciales
tuvieran salas. Eso sí, como hemos sido los últimos en la carísima reconversión
tecnológica al digital, tenemos las más modernas”.
4) Continuar el impulso de nuevas medidas
promocionales
Desde hace ya unos años, los
exhibidores han puesto en marcha medidas para incentivar la afluencia del
público a las salas. Es un esfuerzo loable, y qued debe continuar. Adolfo
Blanco lo tiene claro: “Ajustemos el precio a la demanda. Como
distribuidor a veces querría dar algunas de mis películas a menor precio, para
sensibilizar y educar al público, o que las entradas fueran más baratas según
pasen las semanas de esa película en cartel. Dinamicemos como en Francia los
pasaportes, que por un fijo —no sé, 300 euros— puedas ver las películas que
quieras todo un año: sería un gran regalo de Navidades. Precio reducido desde
el domingo por la noche para todos los días laborales. Y pensemos en acciones
radicales para cuando, por ejemplo, llegue el Mundial de Fútbol. ¿Una Fiesta
del Cine de 15 días?”. Y Enrique González Macho apostilla: “Sí pido al público que busque salas con buenos
precios: en Madrid se pueden ver películas de estreno a 5,50 euros, y por aún
menos si posees una tarjeta de fidelización. Se impone un gesto universal —sin
llegar a acuerdos, que están prohibidos por el Tribunal de la Competencia— de
bajada de precios”.
Fuente: ABC Sevilla |
Entre las medidas de
incentivo al espectador en estudio se encuentran, por ejemplo, celebrar la Fiesta del Cine varias veces al año,
aprovechando su tirón popular; aplicar la discriminación de precios, es decir,
establecer diferentes precios de
entrada según las
películas (en virtud de su presupuesto, formato, gasto en
promoción, etcétera); recuperar el
día (o los días) del
espectador con entradas más baratas; fomentar los abonos por número de películas o periodo de
tiempo; u ofrecer precios especiales para familias que acudan a ver
películas infantiles.
5) Reeducar al público en favor de la cultura y de
la propiedad intelectual
Todo lo anterior es factible, si los
representantes de la cadena de valor del producto cinematográfico (productores,
distribuidores, exhibidores) logran un consenso. Sin embargo, más difícil
parece esta última propuesta, que tiene que ver con la reeducación del
espectador (y, en especial, del público joven).
Quizá la opinión de Marién Kadner,
una de los muchos jóvenes que acudieron a la Fiesta del Cine, resulte
representativa de un espectro más o menos amplio de su generación: “Como
estudiante el cine me parece caro y eso que no compro palomitas o bebidas y
otros consumibles. A mí me encanta ir al cine, y verlo en una gran pantalla, al
igual que mis amigos. Lo mismo somos unos románticos. Porque entre ver una
película a cuatro euros en una sala o verla pirata, pago. Pero sigo sin
entender por qué no se puede bajar a ese precio las entradas”. Y añade: “La
cultura me parece cara, aunque soy sensible a que haya que pagarla”.
“Es
innegable que el espectador es sensible al precio –responde Gómez Fabra en nombre de los exhibidores–, pero el
precio puede verse de dos maneras: de la percepción que tenemos de él y de su
valor real. La gente piensa que las entradas son caras, aunque en realidad es
el precio neto más barato de Europa. El aumento del IVA fue la patada final
cuando estás al borde del precipicio”. Para la directora del ICAA, Susana de la Sierra, “el precio es importante, pero no el único
factor. Estoy de acuerdo con que la subida del IVA ha tenido su impacto, pero
ha sido más psicológico que real, porque la percepción de que el cine era caro
ya existía, y aumentó. Y además de apelar y comunicar las ofertas, debemos
explicar a la gente por qué una entrada cuesta lo que cuesta. Una película
tiene grandes costes. El abandono de las salas no solo se debe al precio. No
restaría importancia a la piratería, porque si tienes gratis un producto te
olvidas de la experiencia estética de ver una película en sala. Para cada
generación hay razones distintas de la huida: el público infantil ha dejado de
ir porque consume más audiovisual en casa, los padres jóvenes necesitan pagar
canguros…”. Y Gómez Fabra corrobora:
“Han cambiado los hábitos del consumo, pero curiosamente la gente con
televisores inmensos ven películas pirateadas con rayas y problemas de sonido.
Es un problema educacional, hemos perdido de vista los valores de calidad. Y ni
hablo de la piratería”.
En mi opinión, aquí yace un déficit
cultural que debemos subsanar: la concienciación de los jóvenes respecto de la
piratería y del aprecio por la propiedad intelectual. A muchos les parecerá una
batalla perdida, pero todo es cuestión de constancia y buena argumentación. Y
para los escépticos, ahí tenemos el ejemplo del tabaco…
La vuelta a la (cruda) realidad
No han faltado quienes han visto el
éxito de la Fiesta del Cine como un espejismo. Tienen parte de razón, como
apunta Enrique González Macho: “Ahora que volvemos al día a día, no hagamos demagogia: fue un
hecho excepcional con un precio excepcional, con una afluencia inmensa de
público como se da en los festivales de cine, que llenan salas en ciudades que
el resto del año están vacías”. Algunos, como Adolfo Blanco,
lanzan mensajes esperanzadores: “Yo soy optimista con el futuro del
cine. Se consume más cine que nunca, pero el que se ve en sala vive un
terremoto. En España está más amenazado que en ninguna parte del mundo porque
sufrimos la tormenta perfecta, en la que se han juntado el IVA, la carísima digitalización
de las salas, la piratería… Ahora bien, tenemos la obligación de aceptar el
reto que nos han planteado los espectadores. No podemos dejar que se enfríe
este momento: debemos aprovecharlo. No se puede esperar dos meses en un ‘a ver
qué hacemos’”. Por su parte, Daniel Sánchez Arévalo advierte sobre
el peligro de no reaccionar a tiempo: “El cine es caro. Creo. No sé si es verdad. Ni siquiera sé si es lo
que yo pienso. Pero para la gente el cine es caro. Y punto. Se está aniquilando
la costumbre de ir al cine. Ha dejado de ser algo que se hace con asiduidad. Ir
al cine hoy día es algo extraordinario. Circunstancia ante la que no estamos reaccionando.
Y eso no puede ser”.
Visto lo visto, coincido con la
opinión de Borja Hermoso, que
concluía así su columna en El
País: “Hay
muchos malos aquí. Incluso los cineastas incapaces de conectar con el público
lo son. Y los ministros de zapatos a los que les da por hablar de paraguas. También
lo somos un poco todos, consumidores en potencia o en actos, muy capaces de la
queja e incapaces de reflexionar sobre los porqués, los dóndes, los cómos y los
cuándos. Incapaces a menudo de discernir acerca de lo que merece la pena,
incluido el acto de gastarse los cuartos. ¿Es caro el cine? Sí. Que
reflexionen los que viven de él, ahora bastante mal, por cierto. Pero ese ‘sí’
es, como todo, relativo”.
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